¡La vida continúa para ti…!

¡La vida continúa para ti…!

Una de las peores experiencias en la vida de un ser humano, es la pérdida un hijo. No estamos preparados para que la muerte nos arrebate un pedazo de nuestro ser. No es posible (creemos nosotros) que la vida incipiente de un joven, se trunque así de repente,  cuando apenas está empezando  a transitar los primeros tramos de un camino,  que aunque tortuoso ¡promete ser largo y tremendamente rico en experiencias! Estimo que  perder un embarazo, ha de ser igualmente, algo muy difícil de superar. Hace muchos años,  pasé por una experiencia muy triste. Di a luz una hermosa niña, que nació con una cardiopatía congénita. ¡Sólo la tuve conmigo por  5 días!. Fue una experiencia muy amarga, porque yo no conocía aún al Señor. No sabía que ella descansaría en los brazos de papito Dios, porque como dice su Palabra:  “…de los niños es el reino de los cielos”  (Lucas 18:16 Tampoco tenía la esperanza de que un día nos reuniremos con nuestra hijita, en las moradas celestiales. ¡Ni siquiera sabía si existía un cielo allá arriba!

Hoy acaba de partir a la presencia del Señor, un joven precioso que tenía apenas ¡25 años de edad! Era un ministro de alabanza, que se caracterizaba por ser un muchacho alegre, lleno de sueños y de metas por cumplir. Alguien dijo que sería difícil entrar al templo, y no verlo llegar con su mochila, sus manos en los bolsillos y su gran sonrisa, dirigiéndose al altar para  ensayar las alabanzas. Aunque su mamá  es una mujer de mucha fe, sin embargo, no puedo imaginar ¡cuán duro habrá sido este golpe para ella!. Cuando la viuda de Naín iba a enterrar a su único hijo, se encontró en el camino con Jesús, quien se compadeció de ella y  le dijo: “Mujer, no llores…” (Lucas 7:13) El Señor de la Resurrección y la Vida ¡viene siempre a nuestro encuentro para consolarnos y a darnos una esperanza!. Ciertamente, Héctor no se levantó del féretro, como ocurrió con el hijo de esta mujer,  pero sabemos que el partió creyendo en Jesucristo y “El que cree en mí, aunque esté muerto vivirá, dijo Jesús (Juan 11:25) ¡Hay  esperanzas para esa madre!

¡Su papá también está destrozado! ¡Héctor era su hijo varón,  su primogénito, su compañero! ¡Tenía tantos sueños depositados en este joven! Cuántas veces el  papá, se habrá imaginado a él mismo, siendo un ancianito y a su hijo llevándolo del brazo al culto;  quizás mirando juntos un partido de fútbol, o sentados en el parque, viendo andar en bicicleta a su nietito. Héctor ni siquiera le pudo dar un nieto,  porque aún no había formado su propia familia. Quizás ese papá pensó que un día, su hijo le traería el título de la carrera universitaria, que estaba cursando. Tal vez le tranquilizaba pensar que Héctor, sería el soporte familiar, cuando él faltara. Podríamos seguir haciendo  una serie de conjeturas, de lo que posiblemente ocurre en el corazón de un padre, que ha perdido su mejor tesoro; el regalo  más preciado que Dios le haya entregado en sus manos: ¡Un hijo!  

 David, ese hombre tan especial, con un corazón conforme al corazón de Dios, pasó más de una vez, por esta triste experiencia. Sin embargo, el pudo encontrar en Dios, la fortaleza para superar esa prueba tan dolorosa. Cuando el niño que engendró con Betsabé, murió“…David se levantó de la tierra, y se lavó y se ungió, y cambió sus ropas, y entró a la casa de Jehová y adoró.” (2 Samuel 12: 20) Ante el cuestionamiento de sus criados, David respondió que cuando el niño vivía, él ayunaba y lloraba, por si acaso Dios tuviese compasión de él, y le hacía vivir. Pero una vez que el niño había muerto, no tenía sentido el ayuno y el lloro, pues: “¿Podré yo hacerlo volver? Yo voy a él, mas él no volverá a mí” dijo con mucha sabiduría David (2 Samuel 12: 23) ¡Tremenda lección! No quiero pensar en cómo se habrá sentido Papá Dios, al tener que ver a su  unigénito hijo, a  Jesús, derramando hasta la última gota de sangre en aquella cruz. Padeciendo una muerte totalmente injusta, porque El nunca pecó. Prematura, pues fue en la etapa más vigorosa de su vida; desarrollando un ministerio por demás exitoso! Su muerte, fue además vergonzosa, porque murió en una cruz, entre  ladrones ¡como un sedicioso! Dios, que tuvo que sufrir la muerte dolorosísima de su hijo amado Jesucristo:

¿Crees que El no sabe lo que sientes al perder a un hijo? ¿Crees que El no conoce tu dolor? Sin embargo hermano ¡hay una luz al final del camino!. Levántate, lávate y unge tu cabeza, con el aceite de la unción, que es tipo del Espíritu Santo, el Consolador. Mientras Dios no te llame a su presencia… 

¡La vida continúa para ti…!

Autora: Estela Schüsselin

Escrito para: www.destellodesugloria.org

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