Inmensa gratitud

Inmensa gratitud…

A veces siento que la realidad supera a la ficción. Soy psicóloga de profesión y por eso mismo me ha tocado estar en frente de distintas personas, con distintas edades y distintas situaciones vitales y nunca he podido dejar de sorprenderme. Realmente espero nunca dejar de hacerlo porque o si no me habré transformado en un robot frío y mecánico.

Hoy día mismo sentí el llanto desgarrador de una jovencita de 15 años que sufría porque tenía problemas en su hogar y se sentía muy sola. Ese momento fue impactante, cuando sientes el dolor de alguien no puedes quedar igual, algo TE TIENE que pasar. No tiene que ver con llorar con ellos, tiene que ver con CONECTAR con lo que están viviendo y ser capaces de acompañar, consolar y contener.

Me impacta muchísimo la historia de Etty Hillesum, una joven judía que vivió en uno de los campos de concentración más terribles de la segunda guerra mundial. Nació en el año 1914, por lo tanto, cuando ingresó a Auschwitz tenía cerca de 27 años. Los horrores que ella vivió en ese lugar, el miedo, la incertidumbre junto con la violencia y los abusos que debe haber experimentado hacen que mi piel se erice. No sé si logras conectarte con la vivencia de esta mujer, lo terrible de su vida. No nos extrañaría que Etty estuviera con una depresión profunda y escribiera diariamente lo desesperanzada que estaba y lo infeliz que era. Creo que cualquiera en un escenario como el de ella estaría en esa posición, no precisamente llena de optimismo. Sin embargo, esta joven era distinta, en medio del horror de la guerra escribió cosas como la siguiente en su diario de vida: 

“Esta tarde estaba descansando en mi camastro y he tenido el impulso repentino de escribir en mi diario el fragmento que te incluyo: “Tú que me diste tanto, Dios mío, permíteme también dar a manos llenas. Mi vida se ha convertido en un diálogo ininterrumpido contigo, en una larga conversación. Cuando estoy en algún rincón del campamento, con los pies en la tierra y los ojos apuntando al cielo, siento el rostro anegado en lágrimas, única salida de la intensa emoción y de la gratitud. A veces, por la noche, tendida en el lecho y en Paz contigo, también me embargan las lágrimas de gratitud, que constituyen mi plegaria”.

No puedo siquiera contener las lágrimas mientras escribo esto. Etty murió en ese campo de concentración el 30 de noviembre de 1943, no se salvó, no lo logró. Lo que acabas de leer lo escribió el 18 de agosto del mismo año, menos de tres meses antes de su muerte en la cámara de gas. Realmente me impacta. Su fuerza, su capacidad de enfocarse en lo realmente importante. Etty fue una campeona.

Miles de nosotros no hemos sido capaces de alegrarnos por nuestra vida, ni mucho menos tener la inmensa fuerza para darle las gracias a Dios por lo que nos regala cada día que despertamos en un  país sin guerra, sin riesgo de morir, e incluso más simple aún, en una casa seguros y cobijados ¿Cuándo fue la última vez que le expresaste tu gratitud a Dios? Ahora es el tiempo. Hoy día es el momento de que tú y yo seamos como esta valiente joven.  Demos “a manos llenas” como Etty le pide a Dios. Tal vez ella no lo pudo continuar, pero para eso estamos tú y yo.

Autora: Poly Toro

Escrito para www.destellodesugloria.org

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