Jesús y la ira

EL SERMÓN DEL MONTE

JESÚS Y LA IRA

Lectura: Mateo 5:21-26

Por favor cambia tu mente a la forma de la de un niño para que puedas entender la Palabra que Dios tiene para ti hoy.

El sermón del monte es una predicación hermosa que Jesucristo pronunció, se cree, sobre el monte ahora conocido como Monte de las bienaventuranzas. En esta preciosa predicación, Jesús nos dejó fundamentos sólidos para construir nuestra vida y para cambiar nuestra perspectiva de ella. Quiero, con esta serie de devocionales, llamar la atención de cada uno de ustedes a la importancia que tiene la aplicación de esta hermosa predicación para nuestra vida diaria, predicación que tiene tanta vigencia hoy como la tuvo cuando fue enseñada por primera vez:

Jesús y la ira:

Es normal enojarnos. Puede ser que estemos en momentos de tensión laboral, o pasando por dificultades económicas; puede ser que estemos viviendo un momento familiar difícil o que simplemente alguien nos enfurezca por sus actitudes o palabras; es imposible no enojarnos, de hecho, la Biblia nos enseña a enojarnos, pero evitar el pecado.

¿A qué se refiere esto?, ¿Cómo podemos enojarnos y no pecar? Si leemos la porción de la Biblia que corresponde a este tema, encontraremos como Jesús nos da unos fundamentos muy importantes que, con mucha frecuencia, olvidamos.

En este punto del sermón del monte, Jesús empieza con una serie de contrastes entre los mandamientos que recibieron los Israelitas en la Ley de Moisés contra su enseñanza. Es en estos puntos donde encontramos una imagen vívida de lo que significa que Jesús no vino a abolir la Ley sino a cumplirla.

Por ejemplo, en este pasaje, Jesús muestra como la Ley de Moisés enseñaba que no podemos matar. Ciertamente todos estamos de acuerdo en que matar es malo; El problema es que interpretación que damos a este mandamiento es que podemos hacer todo lo que queramos contra alguien con tal que no lo matemos. Jesús llena este “vacío legal”, enseñando con total claridad que no basta con no matar, tampoco podemos guardar ira en nuestro corazón contra alguien, ni insultarlo o decirle que es necio o tonto. Esto no solo aplica para aquellos que nos caen bien, sino para aquellos que nos hacen mal; no solo aplica para las situaciones justas sino para las injustas también.

Honestamente, ¿Cuántas veces nos enojamos contra alguien?, ¿Cuántas veces lo insultamos en nuestra mente?, ¿Cuántas veces nuestros comentarios están llenos de ira contra esa persona?, ¿Cuántas veces hablamos a sus espaldas y expresamos lo “tonta” que nos parece esa persona? Estoy seguro que esto es más cotidiano de lo que creemos y lo peor es que no pensamos que esté mal, bien sea porque todo el mundo lo hace, porque es la forma como se expresa el mundo o porque no hemos traspasado algún límite como pelear, maldecir o matar.

Debemos reexaminar nuestros límites, pues Jesús pone un límite aún más ajustado de lo que lo hacía la Ley de Moisés al decirnos que no debemos enojarnos contra alguien, guardar rencor en nuestro corazón ni dejar que nuestra ira nos lleve a insultarlo en ninguna forma, sea merecido o no.

Jesús continúa diciendo que de nada sirve que demos ofrendas a Dios si estamos enojados con alguien. Esto significa que Dios no quiere que le sirvamos en la iglesia, que ayudemos a obras de caridad, que dediquemos nuestro tiempo a su servicio, que demos nuestro dinero al necesitado o a la iglesia si nuestro corazón está lleno de ira contra alguien.

Esto no significa que no debamos hacer estas cosas, pero significa que debemos hacerlas con un corazón limpio para que Dios reciba con agrado nuestra ofrenda sea en tiempo, en esfuerzo o en dinero.

Por último, Jesús nos llama la atención sobre la importancia que debemos dar a este asunto. Debemos buscar estar bien con aquella persona con quien estemos disgustados mientras estemos en este camino de la vida, pues la vida cambia y nadie tiene seguro el día de mañana. Hoy en día existen muchas formas de comunicarnos y deberíamos aprovecharlas para buscar estar en paz con todas las personas.

Debemos tener cuidado y temor reverente, porque si en la Ley del Antiguo Testamento había juicio para aquél que asesinara; ahora, con las enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo, cuánto mayor castigo habrá para aquél que hable mal de su prójimo y dé rienda suelta a su ira.

QUE DIOS TE BENDIGA

“Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos,
Ni estuvo en camino de pecadores,
Ni en silla de escarnecedores se ha sentado;
Sino que en la ley de Jehová está su delicia,
Y en su ley medita de día y de noche.
Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas,
Que da su fruto en su tiempo,
Y su hoja no cae;
Y todo lo que hace, prosperará”
Salmo 1:1-3

Autor: Juan Felipe Caro Valencia
Escrito para www.destellodesugloria.org

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