En los hombros del Gigante

En los hombros del Gigante

Estoy viajando hacia Santiago de Chile, puedo observar desde las alturas como todo se puede ver tan pequeño, incluso las misma Cordillera de los Andes que, en vivo y en directo, se ve impresionantemente grande e imponente.

Esta “perspectiva” desde las alturas me hace recordar una expresión que no hace mucho tiempo logré entender. Estar EN Cristo significa estar sentado en los hombros de un gigante, donde nuestra mirada de la vida y de las situaciones debiese ser más amplia y esperanzada, ya que sabemos que es Dios quien está con nosotros, ¿cierto?. Pero esto no siempre ocurre, muchas veces nos enfrascamos en situaciones que nos hacen ver con un lente con un zoom de 800%, agrandándola y sobrevalorándola, lo que finalmente termina con acumulación de tensión y más de algún mal rato o desgaste.

Cuando ocurren situaciones extremas en nuestra vida, muchas veces es difícil recordar que estamos sentados en los hombros de nuestro gigante. Un gigante que no se hace más pequeño o inseguro porque nosotros lo seamos; un gigante que nos tiene una paciencia proporcional a su tamaño y que nos permite acercarnos a Él no con temor (como los niños que van al jardín del “Gigante Egoísta” de Oscar Wilde)ni vergüenza, siempre sabiendo que podemos contar con Él y con Su amor incondicional.

Sentarse en los hombros de nuestro gigante (Dios) es como ver a la gente desde un avión  a más de mil pies de altura, TODO se ve pequeño y estamos POR SOBRE ellos, no porque seamos superiores, sino que porque tenemos un “artefacto” (equivalente al avión) que nos permite estar tranquilos y confiados en que estamos seguros y sostenidos por algo. Esa misma sensación es la que debemos experimentar como cristianos. Más allá de lo que hagamos, en lo que sirvamos en la iglesia y a lo que hayamos sido llamados de parte de Dios, el primer paso siempre será CONFIAR. Y en ocasiones, es lo más difícil.

Si me preguntan a mí, lo que más me ha costado ha sido “soltar” las preocupaciones y dejárselas a Dios, no porque no crea en las capacidades que Él tiene, sino porque me cuesta ser yo la sentada en los hombros de alguien, pareciera ser que me acomoda más llevar gente en mis hombros (aunque yo no tengo nada de gigante, créanme), sentirme “útil”. Y claro, cuando lo pienso así, evoco una imagen de algún papá llevando en sus hombros a un hijo o hija, ese niño orgulloso sobre su padre, sintiéndose grande y único, porque en esos hombros no hay más espacio para alguien más. Son sólo papá e hijo.

Cuando vuelvas a sentirte angustiado, asustados, ansioso o temeroso por algo que ocurrió o va a ocurrir, recurre a los hombros de Papá, en ese lugar sólo serán Él y tú, podrás ver en perspectiva, podrás respirar otro aire y  ahí estará Él, para que le puedas preguntar lo que quieras, sin aburrirse ni distraerse. Ese momento será único…

Que nunca se te olvide que en los hombros de Papá siempre hay un espacio para ti.

Autora: Poly Toro

Escrito para www.destellodesugloria.org

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