Devuélveme el gozo de tu salvación

Devuélveme el gozo de tu salvación

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“Devuélveme el gozo de tu salvación…”

Salmos 51:12 Reina-Valera 1995 (RVR1995)

Si realmente eres una persona que ha tenido un encuentro genuino con Dios y naciste de nuevo debes de sentir un dolor muy profundo cuando le fallas a Dios. Y es que no vamos a negar que todos le fallamos a Dios, aun cuando en muchas ocasiones no lo quisiéramos hacer. Nuestra naturaleza pecaminosa muchas veces nos arrastra a cometer pecados que un día prometimos no cometer, pecados que nos avergüenzan y que nos hacen sentir inmerecedores del amor y misericordia de Dios.

Cuando alguno de nosotros peca se produce en nuestro espíritu un dolor, ese dolor que me indica que lo que hice no era lo correcto, ese dolor que me lleva a arrepentirme de lo que hice y hasta a aborrecer eso que hicimos. Pero también junto con el dolor los ánimos bajan, nos sentimos mal por haber defraudado a Dios, y es que un hijo de Dios nunca se sentirá tranquilo después de haber fallado a Dios, si realmente eres un hijo de Dios siempre, pero siempre habrá un sentimiento de intranquilidad por lo que hicimos y del cual no seremos libres hasta arrepentirnos y pedirle perdón con sinceridad a Dios.

El rey David experimento todos esos sentimientos después de cometer adulterio con Bétsabe que en ese entonces era mujer de Urías heteo. David sabía lo que había hecho, sabía que había fallado a Dios, se sentía intranquilo, pero al mismo tiempo trato de disimular todo, trato de ocultarlo, que nadie supiera lo que había hecho, sin embargo delante de los ojos de Dios nada puede ocultarse y Dios envió al profeta Natán a David para hacerle ver el pecado que había cometido. Luego de ese encuentro en donde Natán le hizo ver el pecado que David había cometido, el rey tuvo un encuentro con Dios en donde abrió su corazón para expresar lo que sentía por haber fallado.

David le dijo a Dios: “Dios mío, tú eres todo bondad, ten compasión de mí; tú eres muy compasivo, no tomes en cuenta mis pecados. ¡Quítame toda mi maldad! ¡Quítame todo mi pecado!  Sé muy bien que soy pecador, y sé muy bien que he pecado. A ti, y sólo a ti te he ofendido; he hecho lo malo, en tu propia cara. Tienes toda la razón al declararme culpable; no puedo alegar que soy inocente. Tengo que admitir que soy malo de nacimiento, y que desde antes de nacer ya era un pecador. Tú quieres que yo sea sincero; por eso me diste sabiduría.” Salmos 51:1-6 Traducción en lenguaje actual (TLA). En primer lugar notemos que para llegar delante de Dios necesitamos sinceridad, pero también reconocimiento del problema. David abrió su corazón delante de Dios y reconoció su pecado.

Luego escribió: “Quítame la mancha del pecado, y quedaré limpio. Lava todo mi ser, y quedaré más blanco que la nieve. Ya me hiciste sufrir mucho; ¡devuélveme la felicidad! No te fijes en mi maldad ni tomes en cuenta mis pecados. Dios mío, no me dejes tener malos pensamientos; cambia todo mi ser. No me apartes de ti; ¡no me quites tu santo espíritu! Dame tu ayuda y tu apoyo; enséñame a ser obediente, y así volveré a ser feliz. A los pecadores les diré que deben obedecerte y cambiar su manera de vivir.” Salmos 51:7-13 Traducción en lenguaje actual (TLA). En segundo lugar entendía que solo Dios podía librarlo del dolor que sentía por haber pecado, reconocía que solo Dios podía limpiar su vida. En estas palabras podemos notar como David no era feliz, y es que el pecado jamás te hará feliz, nunca alguien que peca contra Dios después de haber experimentado su amor será feliz. No hay nada comparado al gozo que Dios nos da, al gozo de salvación que experimentamos cuando Dios perdona nuestros pecados, pero volver a revolcarnos al lugar de donde Dios nos saco nos da una sensación de infelicidad pues después de haber estado en el banquete del rey disfrutando de sus manjares es una pena disfrutar de la basura que el mundo y sus deseos nos ofrecen.

David terminaba escribiendo lo siguiente: “Señor y Dios mío, Dios de mi salvación, líbrame de la muerte, y entre gritos de alegría te daré gracias por declararme inocente. Abre mis labios y te cantaré alabanzas. Yo con gusto te ofrecería animales para ser sacrificados, pero eso no es lo que quieres; eso no te complace. Para ti, la mejor ofrenda es la humildad. Tú, mi Dios, no desprecias a quien con sinceridad se humilla y se arrepiente.” Salmos 51:14-17 Traducción en lenguaje actual (TLA). David quería volver a sentir el gozo de la salvación lo cual lo llevaría a abrir su boca para cantarle a Dios, en pocas palabras, quería volver a ser el mismo que un día fue pero entendía también en donde estaba la clave para ello. La clave estaba en la humildad.

Cuando somos humildes nos es fácil reconocer que somos débiles y que necesitamos la ayuda de Dios. Cuando somos humildes podemos avanzar más, pero cuando creemos que llegamos a un nivel “superior” en donde ya lo conocemos todo y en donde “nada” puede contra mí es cuando nos olvidamos que si somos lo que somos y estamos donde estamos es porque Dios así lo quiso y porque Dios ha estado detrás de todo lo que hemos logrado. “En realidad, Dios nos trata con mucho más amor, como dice la Biblia: «Dios se opone a los orgullosos, pero brinda su ayuda a los humildes.»” Santiago 4:6 Traducción en lenguaje actual (TLA)

Posiblemente los últimos días has sentido como el gozo de la salvación de Dios no fluye con libertad en tu vida. Quizá fallaste de manera descarada a Dios y hoy te encuentras en una momento en donde te avergüenza hasta pedirle perdón por eso que en muchas ocasiones se lo has pedido. Quizá en ocasiones piensas que no tiene remedio, que esa atadura que te hace tropezar una y otra vez nunca desaparecerá de tu vida, sin embargo tienes que comprender que Dios quiere y puede perdonarte, que Dios sigue amándote de la misma manera que el primer día de tu existencia, que lo único que Él necesita para perdonarte y restaurarte es HUMILDAD de tu parte.

Hoy quiero invitarte a ser humilde delante de Dios, que apartes un tiempo a solas con Dios y vete a ese lugar, dobla tus rodillas y habla con sinceridad delante de Dios. Exprésale lo que sientes, exprésale el dolor que sientes por haber pecado, exprésale cómo te hace falta su presencia en tu vida y que por lo errores que has cometido sientes que has perdido. Abre tu boca, habla con sinceridad, no tienes que ocultar nada porque Dios lo sabe todo. Dile lo que sientes y lo que quieres, pídele perdón, muéstrate totalmente arrepentido, derrama las lágrimas que quieras y que has retenido durante mucho tiempo. Deja que tu espíritu se exprese delante de la presencia de Dios.

Dios con mucho amor fluirá libremente en ese lugar, sentirás como una hermosa presencia de su Santo Espíritu comienza a abrazarte y a renovarte. Y es que cuando eres sincero algo en el ámbito espiritual se activa, Dios tiene compasión  de ti y te regala uno de esos momentos inolvidables, uno de esos momentos que cambian el rumbo de nuestra vida y enderezan nuestros caminos.

¡Habla con Él!, Pero sobre todo hazlo con un corazón sincero, genuino y arrepentido, pídele perdón y acepta también ese perdón que te ha de otorgar. Dios borrara tus pecados y todo será nuevo, no tendrás porque recordar algo que en la mente de Dios desapareció. “Pero yo, que soy tu Dios, borraré todos tus pecados y no me acordaré más de todas tus rebeldías.” Isaías 43:25 Traducción en lenguaje actual (TLA).

¡Dios quiere perdonarte!

Por Enrique Monterroza

Escrito originalmente para www.destellodesugloria.org

Autorizado para publicarse simultáneamente en: www.devocionaldiario.comwww.enriquemonterroza.com y https://reflexionesydevocionales.blogspot.com

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