Estás siendo probado (David Wilkerson)

Tema: «Estás siendo probado»

orandoPuedes estar seguro que si estás tratando de andar rectamente ante el Señor, ¡estás siendo probado! De hecho, mientras mas íntimamente camines con Cristo, más intensa será la prueba. Las Escrituras dicen esto bien claro:

“…mas el pueblo que conoce a su Dios se esforzará y actuará. …y en su caída serán ayudados de pequeño socorro. También algunos de los sabios caerán para ser depurados y limpiados para ser emblanquecidos hasta el tiempo determinado; porque aún para esto hay plazo.” (Daniel 11:32-35).

El tiempo de la gran prueba se acerca para “aquellos de entendimiento” ¿Y quiénes son los que van a ser probados? Son los justos, aquellos que son útiles al Señor, que caminan con Dios, ¡y tienen la sabiduría de Cristo!

En estos momentos, te preguntarás: «¿Por qué estoy siendo probado? ¿Por qué todo esto me está pasando a mí?

¿Recuerdas tus días de estudiante? Cuando daban un examen en la escuela, éste demostraba lo que tú habías aprendido de lo que se te había enseñado. Sin embargo, Pablo hablaba de otra escuela, una donde “aprendemos a Cristo”, y donde somos “enseñados por él, conforme a la verdad que esta en Jesús.” (Efesios 4:20-21). Si tú perteneces a Jesús, ¡tú estas en su escuela! Puede que creas que ya te graduaste, ¡pero no lo será hasta que estés en gloria!

Cuando yo estaba en la escuela, odiaba las pruebas sorpresivas o los exámenes sin anunciar. Sin embargo, el Señor nos ha dicho que estemos preparados para ser probados a cualquier hora y que estas pruebas continuarán hasta que Jesús regrese. Todos los que aman al Señor pasarán por candentes tribulaciones y serán purificados de todo aquello que no es de Cristo, ¡en preparación para las bodas del Cordero!

David a menudo hablaba de que estaba siendo probado y juzgado: “yo sé Dios mío, que tu escudriñas los corazones y que la rectitud te agrada.» (1 Crónicas 29:17). “Tu has probado mi corazón, me has visitado de noche; me has puesto a prueba, y nada inicuo hallaste; he resuelto que mi boca no haga transgresión.” (Salmo 17:5).

Santos, no puedo enumerar todas las maneras es las que el Señor prueba a sus hijos, pero hay tres pruebas en común para todos nosotros, y me gustaría enfocarme en ellas:

1. Somos probados por aflicciones y tribulaciones – tanto por las nuestras como por las de otros creyentes justos.

Una de las cosas más difíciles para los cristianos enfrentar es el sufrimiento de los justos.

Hasta el tiempo de Cristo, los judíos asociaban la prosperidad y buena salud con la santidad. Ellos creían que si eras rico, bendecido o saludable, Dios estaba contigo. Por eso era que a sus discípulos les era difícil comprender la afirmación de Jesús: “que es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios.” (Mateo 19:24). Los discípulos preguntaron: ¿quién podrá ser salvo?

Aun hoy en día, hay una doctrina equivocada que afirma que aquellos que están en pacto con Dios, ¡nunca sufrirán! Solo clama, dice esta doctrina, y tu Dios de pacto, vendrá corriendo e inmediatamente resolverá todo. Pero amados, ¡éste no es el evangelio!

Todos los héroes de la fe enumerados en Hebreos 11 caminaron en pacto con Dios, y “sufrieron tortura, violencia y fueron apedreados” (vs.37-38). “Otros sufrieron vituperios, azotes y además de esto, prisiones y cárceles” (v. 36). Pablo, que anduvo en estrecha relación con Dios, fue víctima de naufragios, azotes, apedreado, dejado por muerto, en peligro de ríos, de ladrones, robado, encarcelado y perseguido. Pablo sufrió la pérdida de todo lo que tenía (2 Corintios 11: 24-26). ¿Por qué? Todas estas eran pruebas, purificaciones, ¡la prueba de su fe!

Pedro dijo: “Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría.” (1 Pedro 4:12-13).

“…aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho mas preciosa que el oro el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo.” (1 Pedro 1: 6-7).

Una de las cosas más peligrosas que un padre puede hacer es tenerle lástima y ofrecerle aliento a un niño que está bajo disciplina antes que este aprenda la lección. ¡Esto puede destruir al niño! Si quitamos la vara y la lección nunca se aprende, surge la rebelión.

Jesús es nuestro padre, y mientras somos disciplinados podemos llamarle cuantas veces queramos, pero él no se moverá hasta que nosotros aprendamos lo que él quiere enseñarnos. ¡Él no levantará su vara de nosotros hasta que cedamos! Sin embargo, todo el tiempo durante el cual estemos siendo probados y disciplinados, estaremos bajo la protección de Dios. La Escritura nos dice que aquellos que son probados por muchas tribulaciones y tentaciones son “…guardados por el poder de Dios mediante la fe.» (1 Pedro 1:5). Puedes llamar a Dios pensando que estás en peligro, pero él sabe que no lo estás. ¡Él sólo está esperando que tú aprendas la lección!

Cuando Jesús permite el sufrimiento y la tribulación en nuestras vidas, él está tras una cosa. La misma cosa que quería cuando le pidió a Abraham que sacrificara a su hijo amado, a Isaac. Dios permitió que Abraham llevara a su hijo Isaac a la montaña y que levantara el cuchillo sobre él para sacrificarlo. Fue entonces que el Señor dijo: ¡No! ¿Qué buscaba el Señor con esto? Sencillamente esto: «Abraham, ¿significo yo más para ti que el objeto terrenal mas preciado en tu vida? Abraham estaba dispuesto a dejar lo que mas quería y amaba su único hijo, que fue la promesa de Dios para él – y poner su futuro en las manos de Dios. ¡Él lo dio todo al Señor!

¡Dios usa nuestros sufrimientos para exponer nuestros corazones!

En estos momentos puede ser que estés sufriendo debido a las condiciones de pobreza que te encuentras, o por estar desempleado. Otros puede que estén siendo probados por enfermedades. Sin embargo, cualquiera que sea el caso, Dios puede estar usando estas pruebas y sufrimientos para exponer el espíritu de murmuración y quejas en nosotros. A Dios no le agradan las murmuraciones o las quejas. De hecho, permitió a Israel toda clase de opresiones por cuarenta años porque el pueblo se había convertido en un murmurador habitual. Y su opresión podía atribuirse a su lengua. El Señor nos advierte hoy: “Ni murmuréis como algunos de ellos murmuraron, y perecieron por el destructor.” (1 Corintios 10:10).

La murmuración comienza en nuestros pensamientos — pensamientos de descontento, de ser maltratado por el Señor, de no ser comprendido por el pueblo de Dios. Usualmente, comienza por la falta de respeto hacia aquellos que son llamados por el Señor, ungidos por el Espíritu Santo.

Los murmuradores nunca están satisfechos. Si haces lo que ellos creen que debes hacer entonces vendrán con una docena más de exigencias. La lista nunca terminará porque su espíritu esta fuera de control, ¡no está bajo el poder del Espíritu Santo! La Biblia nos dice: “Estos son murmuradores, querellosos, que andan según sus propios deseos.» (Judas 16).

Los israelitas se quejaron porque no tenían agua, así que Dios les dio agua de una roca. Se quejaron cuando no tuvieron pan, así que Dios les dio pan de la tierra. Entonces se quejaron porque no tenían carne y Dios les dio carne del cielo. El Señor les dio todas estas cosas, ¡y la Biblia dice que las aborrecieron! ¡Se quejaron después de obtener lo que pidieron! Y, hoy en día hay cristianos, que si Dios contestara su oración, ¡se quejarían de lo que han recibido!

También podemos ser probados por el sufrimiento de los justos y santos siervos del Señor. Esta tribulación es muy difícil de entender.

Conozco a una pareja joven de misioneros que han dado su vida al ministerio en los arrabales de Hong Kong. Hoy día, la esposa está postrada en cama con una enfermedad rara, crónica y debilitante. Todos los que le conocen se preguntan: «¿Cómo esto es posible?»

Leemos en las Escrituras: “Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas le librará Jehová.” (Salmo 34:19). Sin embargo, vemos muchos cristianos consagrados muriendo ante nosotros.

Algunos sufriendo intensos dolores. Aun así, estoy convencido de que no podemos entender ¡la maravillosa liberación que el Señor tiene para nosotros! Sus caminos están muy por encima de los nuestros.

Años atrás supe que un matrimonio que conocía perdió a su hijito de seis años debido a un tumor cerebral. Habían orado y orado por sanidad. El Señor me dijo que les dijera: “Su hijo ha sido sanado. ¡Tiene un cuerpo nuevo!” El Señor lo amaba y lo tomó de ustedes pero él se lo mostrará algún día. Pídanle al Señor que les de fortaleza hasta ese día. Jesús está a cargo de él ahora, ¡y su hijo está completamente sano! ¡Ellos no entendieron esto hasta diez años más tarde!

He estado cerca de cristianos que están sufrimiento en hospitales, que tienen más fe y esperanza que todos los cristianos que están alrededor de él orando por su sanidad. Y por lo regular, ¡el cristiano enfermo termina orando por ellos!

Cuando tienes esa clase de esperanza en ti, tú no vives para este mundo, ¡estás viviendo para la eternidad! ¡Aquellos que sufrieron y murieron en fe recibieron su última sanidad! ¡Significo Cristo para ellos! Pedro dijo que eran: “participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría.” (1 Pedro 4:13). Su fe demostrada aquí, ¡le traerá gran gloria al Dios de la gloria!

Dios desea sembrar algo en nuestros corazones a través de todas nuestras pruebas y tribulaciones. Él quiere que digamos: “Señor Jesús, tú eres mi protector, y creo que tu gobiernas sobre los eventos de mi vida. Y si algo me pasara, es porque tu bajaste el muro, y tienes un propósito en así permitirlo.

“Si estoy caminando en rectitud y tengo tu gozo en mi corazón, entonces tanto mi vida como mi muerte llevarán gloria a ti. Puede que tengas la gloria preparada, algún propósito eterno que mi mente finita no puede entender. En cualquier caso yo diré: ‘¡Jesús, vivo o muerto, soy tuyo!’

2. Somos probados por la tardanza en la contestación a la oración.

Muchos de nosotros oramos como David oró: «Apresúrate a responderme en el día que te invocare.” (Salmo 102: 2). «Porque estoy angustiado, apresúrate, óyeme.” (Salmo 69:17). La Palabra hebrea para “apresúrate” quiere decir: “ahora mismo, avanza – tan pronto yo te llame, ¡ven!” David estaba diciendo: “Señor, yo confío en ti, pero por favor, ¡apúrate!»

Amados, Dios no tiene prisa. Él no va a saltar bajo nuestras órdenes. En efecto, a veces nos preguntamos si acaso él las contestará. Puedes llorar, gemir, ayunar, y esperar, ¡pero los días, semanas, meses y hasta años pasan y no recibes la más mínima evidencia que Dios oyó!

Primero te interrogas a ti mismo: “Algo está entorpeciendo mi oración, algún pecado escondido. Quizás pedí mal. O, quizás mi fe sea débil.” Estás perplejo y al pasar el tiempo tu actitud viene a ser algo parecido a esto: “Señor, ¿qué tengo que hacer para que mi oración sea contestada? Tú prometiste por tu palabra, y yo oré en fe. ¿Cuántas lágrimas tengo que derramar?

¿Por qué Dios demora la contestación a oraciones sinceras? Por supuesto, no es porque no tenga el poder. ¡Él tan solo tiene que guiñar un ojo, o pensar en lo que quiere, y la obra seria hecha! ¡Y él esta ansioso, aún más que nosotros, que recibamos de él!

La respuesta se encuentra en este verso: “También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre y no desmayar.” (Lucas 18:l).

La palabra griega para “desmayar” significa: “relajarse, estar débil o gastado en la fe, darse por vencido, no esperar por el cumplimiento.” Dice en Gálatas 6:9: “No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos.”

El Señor está buscando un pueblo que ore sin cesar y que no se canse de acudir a él. Estos siervos esperarán y no desmayarán hasta que se complete la obra – ¡y serán hallados esperando cuando él traiga la respuesta!

Yo pensaba que tenía una fe inquebrantable, que confiaba plenamente en el Señor. Entonces muchas de mis oraciones más importantes no fueron contestadas por largo tiempo – ¡y muchas aún no han sido contestadas! Le dije al Señor: “Si tu contestaras mis oraciones, mi fe aumentaría. Podría ir al templo y hacer alardes de tu fidelidad, como David lo hizo. ¡Piensa como los demás serán grandemente fortalecidos!”

Pero el Señor me dijo: “Yo no aumento tu fe por mis respuestas. La edifico en mis demoras.”

¡Cualquiera puede creer cuando las contestaciones a las oraciones fluyen! Pero, ¿quién va a creer después de un año o dos? A medida que pasa el tiempo, abandonamos nuestras peticiones y oraciones y la creencia que él las contestará y nos movemos a otra cosa. Le decimos a Dios: “Yo te seré fiel. Pero no esperes que tenga fe para aguardar respuestas a mis oraciones por más tiempo.”

Amado santo, ¡Dios desea asegurarse que tú no vas a desmayar en tus oraciones! ¡Él desea que tu corazón persevere, sin importar el tiempo que tarde su respuesta. Jesús nos dio una parábola para probar que él espera que aguardemos y no nos demos por vencidos. Es la parábola de la viuda que repetidamente se presentaba al juez pidiendo justicia. (Lucas 18:2-8).

El juez finalmente le concedió su petición solamente por no ser molestado por su constante ruego. “Sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia.” (v. 5). Jesús añadió a esta parábola: “¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él, día y noche? ¿Se tardará en responderles? Os digo que pronto les hará justicia.» (vs. 7-8).

Tú dices: “Pero, ¿no parece que Jesús habla en paradoja en este pasaje? Primero dice que Dios se tardará en respondernos, luego dice que pronto nos hará justicia.” Muchos de nosotros mal interpretamos este pasaje totalmente. Como ves, Jesús no está hablando de demorar por mucho tiempo – no señor. Él dice que Dios desea acelerar la respuesta – pero Dios está sufriendo por algo. ¡Él está cargando con algo que necesita la paciencia de su parte! Él está diciendo: “Yo demoraré lo que veo en tu corazón, y soportaré contigo, ¡hasta que estés dispuesto a esperar por la respuesta como es debido!”

Al mirar atrás a algunas de las cosas por las cuales he orado por largo tiempo, veo al Señor diciéndome: “Estoy aguantando esta petición tuya como un espejo. Y a través de ella, te enseñaré lo que hay en lo profundo de tu corazón.”

He visto duda… temor… incredulidad… cosas que han hecho que me tire a los pies de Jesús a llorar: “Oh Señor, ya no estoy interesado en las respuestas, ¡sólo quiero sacar este espíritu de m! ¡No deseo dudar de ti, ni orar y gemir por una respuesta, teniendo la semilla de incredulidad en mi corazón!”

Es cierto – el tiempo mas difícil de nuestra fe en la oración es la última media hora. Cuando parece como si Dios no responderá, nos damos por vencidos, nos olvidamos, y nos vamos a hacer otras cosas. Y al hacer esto creemos que estamos rindiéndonos a la providencia de Dios, dependiendo de su soberana voluntad. Decimos: “Señor, haz lo que tu creas que es mejor,” o, “Bueno, Señor, después de todo, quizás tu no querías eso después de todo.”

¡No! ¡Esa no es la intención de Dios! Cuando estás orando por lo que obviamente es la voluntad de Dios – la salvación de la familia, por ejemplo, – ¡tienes todo el derecho de continuar sin desmayar hasta que Jesús te de la respuesta! Tienes toda la razón en no escuchar al diablo, ¡y pedirle a Dios que siembre en ti la fe de Cristo Jesús y no desmayar hasta que veas el resultado!

Pero sin embargo, ¡has desmayado, has fracasado la prueba! ¡Si no hubieras desmayado, estuvieras más determinado que nunca en recibir la respuesta!

Como puedes ver, el Señor ve corazón cuando desmaya en todo tiempo. La Biblia ofrece un ejemplo de esta humillante experiencia en 2 Reyes 6-7. Samaria estaba sitiada por Ben Hadad y su gran ejército sirio. En la ciudad había hambre porque no había alimento que pudiera comerse. La cabeza de un asno se vendía por 80 piezas de plata, ¡una pinta de estiércol de paloma por cinco!

Pero el profeta Eliseo había profetizado al rey de Samaria que el Señor iba a liberar a su pueblo de una manera sobrenatural. Él dijo que se aguantaran, que esperaran y oraran y se arrepintieran y que confiaran en Dios sin importar cuán malas se pusieran las cosas.

A medidas que el rey caminaba por las murallas de la ciudad, él pudo haber pensado: “¿Cuanto más va a durar esto? Ya no podemos resistir más. Si Dios no responde pronto, izaremos la bandera blanca y nos rendiremos.”

Entonces una mujer vio al rey y le gritó: “Ayer mi vecina y yo cocinamos a mi hijo ¡y nos lo comimos! Acordamos que hoy nos comeríamos el de ella, ¡pero ella lo escondió! Rey, eso no es justo, ¡haz que ella entregue a su niño también!

¡Eso surtió efecto! El rey desgarró su vestido y con coraje vociferó: “Eliseo, ¡te cortaremos la cabeza! Nos hiciste creer que Dios contestaría tus oraciones. Nos dijiste que ocurriría un milagro, ¡pero ahora es muy tarde!” Cuando el rey halló a Eliseo orando con los ancianos, él gritó: “¿Para que he de esperar mas a Jehová?” (2 Reyes 6:33). En otras palabras, ¡es muy tarde, el plazo llegó y pasó, y Dios no cumplió su palabra! La oración no va a ayudar. ¡Es tiempo de tomar el asunto en nuestras manos!

Mientras el rey estaba desmayando – abandonando su fe – la respuesta estaba a la puerta. Eliseo le respondió: “Mañana a estas horas valdrá el seah de flor de harina un ciclo, y dos seahs de cebada un ciclo, a la puerta de Samaria.” (2da. de Reyes 7:1). Da pena que el rey no esperara 24 horas más antes de explotar. Lo que él no sabía era que Dios estaba obrando rápidamente, ¡creando un milagro!

En el campamento de los sirios, un zumbido milagroso llenó la atmósfera – el sonido retumbante de un gran ejército de carruajes que iba hacia ellos. El pánico se apoderó de los sirios, y dejaron todo abandonado y huyeron para salvar sus vidas.

De manera que los samaritanos trajeron carretas llenas de la comida que dejaron los sirios. Vegetales, harina de la mejor y barriles de cebada entraron por las puertas de la ciudad. Mirando esto, el rey tenía que estar avergonzado al pensar en lo que había dicho: “¡Dios no cumplió su palabra!”

Amados, ¡esto me ha sucedido a mí por lo menos una docena de veces! Me he dado por vencido y he dicho: “Bien, esto no ha sido la voluntad de Dios. Es una situación imposible.” Y en muchas ocasiones, ¡la respuesta llegó dentro de una hora de haber pronunciado esas palabras!

¡Esto es exactamente lo que puede estar pasándote a ti! Te has dado por vencido y ya no estás perseverando. Pero Dios está obrando, ¡y su respuesta está a punto de llegar!

3. Somos probados por nuestras caídas y fracasos.

No quiero decir que los cristianos que vuelven a sus antiguos pecados y al mundo, están siendo probados. No, ¡esos son náufragos!

Pero Pedro advirtió: “Así que vosotros, oh amados, sabiéndolo de antemano, guardaos, no sea que arrastrados por el error de los inicuos, caigáis de vuestra firmeza” (2 Pedro 3:17). Pedro está advirtiendo a los creyentes que están creciendo en santidad y están dispuestos a seguir al Señor.

Algunos de ustedes pueden haber caído en alguna ocasión a pesar de todo el progreso que han hecho con el Señor. Si les pregunto que causó la caída puede que me contesten: “Hermano David, ¡fue en un momento de ira! Fue provocado por mi propia familia, ¡y exploté! No lo entiendo, creí que estaba más dulce, un poco más semejante a Jesús. Pero alguien presionó el botón equivocado, ¡y perdí el control!”

Si en ti hay una raíz de amargura, Dios hará de tu hogar un lugar de prueba. Serás provocado una y otra vez hasta que todo la ira que hay escondida en ti sea revelada, ¡y arrancada por el Espíritu Santo! Tu dirás: “¡Soy un ser humano! ¿Cuánto debo aguantar? No importa si fuiste provocado, o si tenías la razón. ¡La provocación sencillamente comprobó tu necesidad de ser liberado!

Las Escrituras dicen: “Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia.” (Efesios 4:31). Dios seguirá probándonos hasta que digamos: ¡Hay un espíritu en mí que tiene que irse! No verás crecimiento en Cristo, paz en tu hogar o en el trabajo, hasta que puedas decir “tienes razón Señor, ¡sácalo de mí!”

Si estás siendo probado en esta área – o en cualquiera otra, puedes estar pensando: “Me siento tan indigno. ¿Cuánto terreno habré perdido? ¿Me ama aún el Señor?

Amado santo, si en verdad te has arrepentido, no has perdido terreno. Dios pone sus amorosos brazos sobre ti y te dice: “Yo permití que eso pasara para que vieras lo que hay en tu corazón. Pero estas progresando. Has dicho que quieres caminar junto a mí, y yo te estoy enseñando. Yo sé lo que hay dentro de ti y permitiré que seas provocado hasta que te deshagas de todo eso.

¿Estas siendo probado? Si es así, sólo ora: “Señor, has puesto tu dedo en algunas áreas de mi vida. Sácalas de mi corazón. Dame el valor, Señor, para no retroceder – ¡voy hacia adelante contigo!

Autor: David Wilkerson

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