Una vida nada de común – Devocionales
UNA VIDA NADA DE COMÚN
Si hay algo que se ha repetido en la historia de mi vida, ha sido el estar en el lugar correcto y en el momento correcto. Es como si tuviera un reloj interno que se sincroniza con algún otro reloj de manera tal, que nunca llego antes, ni tampoco llego después. Y esto me ha acompañado a lo largo de mis 26 años. Sin embargo, hubo un momento en mi vida en que pensé que ambos relojes no habían logrado sincronizarse.
Tenía 16 años. Vivía al sur de nuestro país y tenía casi tantos amigos como días vividos…TODO lo hacía con ellos…éramos como una familia que había tenido el placer de escogerse para estar juntos y acompañarse. Pero esa familia un día se quebró, y se quebró porque yo tenía que cambiarme de ciudad y llegar a un lugar nuevo, a conocer nuevas personas y a continuar mis estudios.
El primer mes en mi nueva casa fue maravilloso. Tenía miles de sueños, todo lo que veía me gustaba, todo lo disfrutaba y deseaba que mis amigos pudieran vivirlo junto a mí. Y ahí empezó la amargura. La vida para quienes yo había dejado atrás continuaba, no se había detenido porque yo ya no estaba…había avanzado y en ese avanzar, mi partida ya no era más que un recuerdo…triste, pero recuerdo al fin. Comencé a sentir una soledad que cada vez se hacía más profunda, necesitaba sentirme conectada con alguien, querida, considerada, acompañada…VIVA.
Esa soledad se transformó en tristeza, luego en amargura y finalmente en desánimo, aislamiento, desesperanza, ganas de hacer NADA…características que se mantuvieron en el tiempo y no cambiaron.
Hasta que un día, una compañera del colegio me hizo una invitación muy especial.
Cuando llegué, el edificio no me dijo mucho, pero al entrar y escuchar de lo que hablaban algo se remeció dentro mío. Me senté en silencio en una sala pequeña junto a desconocidas, una de ellas me miró y me preguntó si quería invitar a alguien a vivir en mi corazón. Una GRAN y extraña pregunta a la que yo respondí con un llorozo y entrecortado “sí”. Acababa de volver a sentirme acompañada, considerada…VIVA! Una vez más, mi reloj se había sincronizado teniéndome en el lugar preciso, en el momento preciso.
La soledad ya no existía y comencé a conectarme con personas que fueron capaces de darme un amor a toda prueba, de estar conmigo bajo cualquier circunstancia y de acompañarme en todas mis victorias y derrotas. La vida me sonreía.
Sin embargo, había más. Al tiempo después mi hermana mayor se enfermó de cáncer, a los 5 meses del mismo año, se enferma mi papá y entra en coma por 17 días, para despertar sin poder hablar, ni moverse, ni comer por si mismo. Al parecer, nuevamente había una falla en la sincronización de mi reloj…
Lo que pude ser el peor año de mi historia, se transformó en un año de crecimiento, de fortaleza, de valoración y disfrute de la vida misma. Entendí que en la vida a nadie se le puede evitar el dolor, pero que existe alguien capaz de darte las herramientas necesarias para pasar a través de ese valle de lágrimas. Aprendí que en la vida muchas veces hay que enfrentarse con grandes momentos para tener grandes recuerdos y que todo lo que ocurre tiene una razón de ser, un sentido, una misión, un propósito.
Después de dar ese llorozo y entrecortado “sí”, entendí que no importaba lo que ocurriese, mi reloj se había sincronizado PARA SIEMPRE con los planes que -alguien que me amaba con un amor incondicional- había trazado para mí. Si sentía SU compañía, era capaz de enfrentar lo que viniera, porque en Él estaba mi confianza y esperanza. Sólo en Él, sólo en Jesús.
Te invito a dar un fuerte y seguro “sí”. Del resto, se encargará Él.
Autora: Poly Toro
Escrito para www.destellodesugloria.org