Retroceder nunca, rendirse jamás

Retroceder nunca rendirse jamás

Escrito por Lilo de Sierra

“Pon la mirada en lo que tienes delante; fija la vista en lo que está frente a ti.  Endereza las sendas por donde andas; allana todos tus caminos.  No te desvíes ni a diestra ni a siniestra; apártate de la maldad.”

(Proverbios 4:25-27 NVI)

Desde que estaba en el colegio, me incliné por mi gusto hacia la música. Me gustaba cantar y mi voz aunque agradable, tiene un enemigo muy cruel y desalmado a la hora de presentarme en tarima ante cualquier tipo de público… mi memoria.

Le escuché decir una vez a mis familiares, que así también era mi papá. Que se le dificultaba memorizar las letras y pues crecí con esa debilidad en mi corazón.

He intentado en varias oportunidades vencer mis temores respecto a esto, porque independientemente de ese pequeñísimo defecto creo haber sido privilegiada con una excelente voz.

Hace un año y medio, participé en un concurso a nivel empresarial, mi presentación la vio el país entero vía streaming, las expectativas eran muy altas, mi corazón palpitaba en mi pecho, habíamos ensayado, la pinta era más que perfecta, me había caracterizado uno de los más prestigiosos estilistas de Bogotá y obvio había quedado divina, ni yo me reconocía, pero al final, olvidé el inicio de la canción, hice el “oso” y salí avergonzada de aquel lugar.

Ese fin de semana, la vergüenza era mi corona, no podía mirar a los ojos a mi familia y la culpa me perseguía todo el tiempo, fueron tres días pensando en qué explicaciones daría a mis compañeros de trabajo acerca de aquel bochornoso incidente y de solo pensar que debía reintegrarme nuevamente a mis labores cotidianas, me enfermé de la ansiedad y angustia de enfrentar el señalamiento de quienes trabajaban conmigo y se sintieron defraudados.

No faltaron los comentarios mal intencionados, pero fueron más las palabras de aliento que llegaron a mis oídos ese día. Sin embargo, decidí no volver a cantar más, para evitar pasar de nuevo por la pena y el qué dirán de los demás.

Por un instante, olvidé que mis dones y talentos no me pertenecen. Éstos fueron conferidos por Dios, para glorificarlo a Él y es Él quien decide el cómo, cuándo, dónde y porqué debo usarlos.

Hemos organizado en la Compañía, diferentes grupos de oración para compartir la palabra de Dios con los colaboradores. En uno de esos segmentos, me invitaron a participar activamente de la alabanza, quedé sorprendida y estupefacta con la propuesta y el primer pensamiento que se me vino a la cabeza, fue me voy a equivocar y no soy capaz, sin embargo, en mi corazón sé que quien me llama a servirle es DIOS mismo, y que Él espera de mí obediencia.

Llevo 2 presentaciones y en las dos me he equivocado, pero lejos de sentirme derrotada, El Señor me ha infundido fuerzas para seguir a pesar de mis fallas, y me invita a perseverar y ser constante en perfeccionar mi talento para ser utilizado para su obra.

Ya no se trata de lucirme para ser reconocida, admirada o sentirme protagonista de una novela en donde mi egocentrismo y vanidad salen a flote. Se trata de Él, quien me ama como soy, quien confía en mí y me ha comisionado para llevar su palabra hasta el último rincón del mundo.

Hemos sido elegidos, para cumplir un propósito. Lo más fácil es renunciar y no seguirlo intentando. Ver las dificultades como oportunidades de mejora, es la clave para que Dios se perfeccione con nuestra debilidad. Levántate cada mañana con la firme convicción de que vale la pena librar la batalla, sin rendirse, volver atrás o darle la espalda a tu llamado, tales cosas te paralizan e impiden tu crecimiento.

“Hermanos, no pienso que yo mismo lo haya logrado ya. Más bien, una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y esforzándome por alcanzar lo que está delante, sigo avanzando hacia la meta para ganar el premio que Dios ofrece mediante su llamamiento celestial en Cristo Jesús.

(Filipenses 3:13-14 NVI)

 

Escrito para www.destellodesugloria.org

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