¿Que cosecharas?

¿QUE COSECHARAS?

Cuando somos niños nuestras preocupaciones son relativamente pocas, y aun en circunstancias de dificultad, económica o familiar, los niños siempre demuestran optimismo y siempre hay un brillo de esperanza en sus ojos, producto de su inocencia.

En la adolescencia las cosas van cambiando, y las responsabilidades aumentan, y es el momento de decisiones difíciles las cuales pueden ser buenas… o malas.

 En la juventud, ya ponemos todo nuestro empeño a proyectar nuestra vida, ya sea una vida responsable, o una irresponsable entregada a los placeres y distracciones de este mundo.

Ya en la madurez, estamos marcados por las decisiones tomadas, y comenzamos a darnos cuenta de nuestros errores y aciertos, pero aún seguimos con la forma de vida que nos hemos propuesto. Pero en la vida de todo ser humano llega el momento de mirar atrás, de hacer un balance, un conteo de frutos. Tarde o temprano nos daremos vuelta, y miraremos los años pasados y que fue de nuestra vida en ellos. Vendrán momentos agradables a nuestra memoria, pero también vendrán momentos de tristezas, y el sabor amargo por lo general es más persistente que los buenos recuerdos. Y viene la pregunta a nuestra mente ¿Qué es lo que he sembrado?

Gálatas 6:7 No os engañéis: Dios no puede ser burlado: que todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. 8 Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna. (Reina Valera ’60)

La Biblia nos dice que hay dos tipos de semilla… la que se siembra para nuestra «carnalidad» y la que se siembra para el «Espíritu». Sembrar para la carne es muy fácil… vivir una vida ignorando a Dios y haciendo nuestra voluntad es sembrar para la carne. Vivir a nuestro antojo sin temor de un Dios, al cual de temprana edad lo hemos aislado fuera de nuestro «círculo de vida»: es sembrar para la carne. Y luego que hemos vivido lo suficiente… miramos que creció en nuestra vida de esa semilla que sembramos… y vemos solo infelicidad, tristeza, pecados y amarguras. Y por últimos vemos que el fin de esa cosecha es CORRUPCIÓN o sea la muerte espiritual. Por lo general hay dos tipos de decisiones la cual toma el ser humano luego de mirar hacia atrás y ver que no hay un provecho espiritual:

1) Trata de recuperar «el tiempo perdido» sembrando aún más para la carne (buscando refugio, en las cosas de este mundo para distraerse)

2) Recapacitando y volviendo a Dios para empezar «una nueva vida en Cristo». Dios le da la oportunidad a todo ser humano, que se arrepienta, tenga la edad que tenga, y busque a Cristo como el salvador de su vida. Quizá la cosecha de nuestra vida sin Dios ha sido desastrosa, pero en Jesús tenemos una nueva oportunidad… tenemos la oportunidad de empezar a sembrar «para el Espíritu».

Hay una estación de Dios para todas las semillas que siembres, ya sean buenas o malas, SEMILLA DE FE. Dios tiene un calendario para cada semilla que sembramos. Su calendario no siempre se corresponde con el nuestro. Algunas veces el «debido tiempo» se asocia a un rápido resultado. Otras a un proceso lento, que pudiera tomarse años, aun toda una vida. Pero podemos estar seguros de tres cosas. Primero, Dios hará que de nuestras semillas brote una cosecha. Segundo, Dios nunca se adelanta o se atrasa; siempre actúa justo a tiempo y de todo corazón en lo que se refiere a nuestro bien. Tercero, nuestra cosecha dependerá en cantidad y calidad de la clase de semillas que sembremos: Las buenas semillas traen buenas cosechas, mientras que las malas semillas traen malas cosechas.

¿Qué hemos de hacer nosotros durante el tiempo de crecimiento de nuestras semillas? 1) No desanimarnos. 2) Determinarnos a mantener nuestra fe viva y activa. 3) Dar y seguir dando; amar y seguir amando. Hay que saber esto: Tu cosecha, la que Dios produce, está garantizada. Continuemos en una actitud de expectación.

El tiempo de sembrar en nuestra vida, EVANGELIZACIÓN MUNDIAL. La ley de la siembra y la cosecha está en el corazón mismo de la evangelización a nivel mundial; usando todo tipo de herramientas. En Juan 4, Jesús designa con un Ahora divino al tiempo de nuestro laborar en la cosecha de almas (Juan 4.35–38). Aquí se nos recuerda que nuestro tiempo de vida es nuestro «tiempo de siembra», y la cosecha de nuestra vida rendirá múltiples frutos de la semilla sembrada, si es que sembramos sabiamente. Esta verdad nos invita a abandonar toda reserva y darle a Dios lo mejor de nuestras vidas, para que Él pueda levantar una rica cosecha. Oseas 8.7 postula el mismo principio, al referirse al poder de «sembrar» para el mal en lugar de para Dios. La verdad se abre paso a través de esta comparación. Si sembrar para el mal (la carne) puede cosechar un torbellino, ¡cuánto más puede el sembrar para el bien (para el Espíritu) dar lugar al gran poder de Dios!, el cual vino como un viento recio y poderoso en el día de Pentecostés. ¿No podría el Espíritu manifestarse como un huracán de poder si nos encuentra sembrando para el Señor? Una vida en manos de Dios constituye una garantía para el crecimiento de su obra a través del mundo.

Hoy puedes empezar una «nueva siembra»… una nueva siembra en Cristo.

Autor: Gustavo J. Iriart

Escrito para www.destellodesugloria.org

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