¡Seamos guarda de nuestro hermano!

¡Seamos guarda de nuestro hermano!

“Cansado del camino, sediento de ti! Un desierto he cruzado, sin fuerzas he quedado, vengo a ti. Luché como soldado, y a veces sufrí; y aunque la lucha he ganado, mi armadura he desgastado,  vengo a ti…” Qué hermosa la letra de esta canción y ¡qué triste realidad encierra!

A veces me pregunto, cómo es posible que teniendo la tremenda bendición de formar parte de la gran familia de Dios, sin embargo ¡nos llegamos a sentir a veces tan solos con nuestras cargas y dificultades! Estuve visitando a hermanos y amigos que son compañeros de milicia, con quienes no nos veíamos desde hacía algún tiempo, por la gran distancia en que nos encontramos unos de otros. Con suma tristeza, tengo que admitir que me encontré con personas muy cansadas, tristes y con necesidades no sólo de afecto, sino de lo más indispensable para suplir sus propias carencias y las de su familia. Solitarios… ¡muy cargados! Y en algunos casos, hasta con enfermedades que no estaban siendo tratadas, quizás por escasez de recursos. Alguna vez me he sentido también así, sin fuerzas y con mi armadura muy desgastada, como dice la canción. Es cierto que aquella preciosa promesa que nos hizo el Señor: “Vengan a mí todos los que están trabajados y cargados, que yo los haré descansar” (Mateo 11:28) ¡está aún vigente! Y no sólo es para los hijos de Dios, sino también y básicamente para los obreros del Reino. Aún así, necesitamos  del apoyo y de la contención del hermano, del amigo; el abrazo que nos transmita confianza y protección; las lágrimas que vertidas en la presencia del Señor ¡se mezclen en un solo llanto intercesor!

Cada día, al arrodillarnos delante de Dios, descargamos en su altar, todo lo que le pesa a   nuestro corazón; sin embargo, como seres humanos, necesitamos de un hombro tangible, real en el cual apoyar nuestra cabeza. Necesitamos la palmada del amigo, del hermano en la espalda; el oído presto para recibir nuestras inquietudes y la palabra de ánimo, que nos levante. Aquella palabra que venga a recordarnos que las promesas de Dios, son en JESUCRISTO “un sí y un amén”. Que Dios no dejará de cumplir ninguna de las palabras  que han sido enviadas sobre nuestra vida y la de los nuestra familia. Que aunque el diablo esté como león rugiente buscando a quien devorar, sin embargo  debemos resistirle, permaneciendo firmes en la fe, sabiendo que estos mismos padecimientos se van cumpliendo en nuestros hermanos en todo el mundo. (2Pedro 5:9) Es cierto,  que básicamente fuimos llamados a ganar almas para el Reino. Es nuestra prioridad, llevar la Palabra de salvación a los perdidos. No obstante, como familia de fe que somos, es nuestro deber  velar también por “la casa de Israel” ¡Interesarnos en ver cómo están los hermanos! Esto habla al mundo de amor, de unidad y de responsabilidad familiar.” No nos cansemos pues de hacer el bien….Según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, principalmente a los de la familia de la fe” (gálatas 6:9-10)

En un momento dado, Dios le preguntó a Caín acerca del paradero de su hermano Abel, a lo que este le respondió: “No sé, ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?”…(Génesis 4:9) ¡Amén!..¡Yo creo que sí soy guarda de mi hermano! ¡No juez! pero guarda ¡sí! porque esto tiene que ver con el manejo familiar…Nehemías, deja de manifiesto el gran amor y el interés que tenía por los suyos. En el capítulo 1 del libro del mismo nombre, Nehemías se interesa y pregunta por la condición de los hermanos que habían sido deportados a Babilonia y por los que regresaban del cautiverio. Cuando oyó el reporte de boca de Hananí y del grupo de hermanos que estaba con él, dice que se sentó, lloró, hizo duelo, ayunó y oró por ellos. (Nehemías cap. 1) No sólo se quedó con la oración, que ya es bastante, sino que se dispuso a accionar a favor de su pueblo y de sus hermanos.  Esta es la regla de oro: “Así que todas las cosa que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos…” (Mateo 7:12)

Amados, somos  soldados del ejército de Dios. ¡No dejemos solo, ni herido en el campo de batalla, al compañero de lucha que ha recibido una estocada de parte del maligno! Que cuando nuestro papá Dios nos pregunte por él, le demos una respuesta, digna de un hijo suyo…

Amado ¡Seamos guarda de nuestro hermano!

Autora: Estela Schüsselin

Escrito para: www.destellodesugloria.org

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