Que Dios halle en mí…

Que Dios halle en mí… 

Quiero que Dios halle en mí un corazón fiel.

Un corazón dispuesto a Su soberanía; que le alabe, aun con lágrimas, pero de confianza, en las más tensas y difíciles circunstancias; Y que comparta su regocijo en los momentos de victoria, al Señor cantando y de alegría saltando. 

Un corazón que, a pesar de sus debilidades y falencias diarias, esté firme y dispuesto a perseverar en agradarle a Dios, no importando cuantas veces sea necesario intentarlo o cuánto tiempo persistir hasta lograrlo, porque ¡todo! lo puedo en Cristo que me fortalece.

Un corazón que nunca se rinda en complacer a mi Señor.

Que suspire anheladamente Su salvación en todo momento por encima de los deseos más palpitantes de su alma.

Un corazón que mire al cielo esperando en su Señor tal cual como los animales esperan la mano de su amo para que les de su comida a su tiempo.

Un corazón que, en medio de su palpitar, alce sus ojos al cielo y diga: «Señor, confío en ti. Me abandono a ti. Acallo mi alma y mi lógica y espero en ti pacientemente»

Un corazón donde esté escrita, como tablas de piedra, la ley de Dios viviente;

Un corazón sellado por Dios, el cual queda totalmente incapacitado para inclinarse a la maldad.

Un corazón que lo mire primero a Él cuando el Señor le muestre algo grande por llegar y su alma salte con emoción expectante.

Dios sigue siendo fiel, derrochando en gran manera Su amor hacia mí, y aunque yo haya sido infiel, Él permanece fiel, Él me sigue amando tal cual como soy, no por lo que haga; y aunque me falte aun mucho por cambiar y corregirme, SOY ACEPTA EN EL AMADO, SOLO POR SU GRACIA Y GRAN AMOR, y porque Él me amó a mí primero, eso me lleva a amarle; y con lagrimas de ternura, corresponderle a Su gran amor, SIÉNDOLE IGUALMENTE A ÉL FIEL.

Nosotros no le somos fieles al señor para que él nos ame. Sino que por su gran amor derrochado en nosotros, y por su gran fidelidad, nos derrite tanto pero tanto, que queremos corresponderle a ese amor en fidelidad y servicio. Todo porque ¡él nos amó primero!

Su fidelidad me conmueve desde mis entrañas y me lleva cada vez más a rendir todo mi ser, en la condición que esté, como un total sacrificio vivo, santo y agradable a él, dispuesto a que mi señor haga lo que quiera de mí.

Autora: Erika María Zambrano

Escrito para www.destellodesugloria.org

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