Incomodidades
Incomodidades
El día lunes de la semana que recién pasó me pasó algo bien peculiar. No sé si hay algo que te guste muy poco hacer y que tengas que hacerlo pese a que no te agrada. En mi caso es el cocinar y ahora que mi vida ha cambiado mucho me veo en la necesidad/obligación de hacerlo, pese a lo mucho que me desagrada esta actividad (mi pobre esposo hizo un mal negocio conmigo).
Bueno, este lunes después de una jornada agotadora de más de 12 horas de trabajo, fui al supermercado a comprar los ingredientes que me faltaban para preparar el almuerzo para el día siguiente y tenía perfectamente planeado el menú, pero me encontré con la sorpresa de que el ingrediente principal no estaba. Comencé a pensar qué otra alternativa tenía, pero estaba tan bloqueada centrada en mi receta que no veía ninguna otra posibilidad.
Es muy probable que este mismo “bloqueo” se nos produzca cuando el camino se ponga difícil o cuando algo se salga de nuestra planificación (sobre todo si eres MUY apegado a las planificaciones) y no seamos capaces de ver a nuestro alrededor las distintas alternativas que tenemos para lograr el mismo objetivo (como en mi caso cocinar) pero a través de otras vías (otro menú). En el momento de cambiar la vía pueda que se produzca una incomodidad tal que nos resistamos a realizar este cambio y permanezcamos porfiadamente en la ruta que estamos viendo que no nos lleva a nada, y que por más que insistamos, no lograremos nada diferente. Sin embargo, persistimos tozudamente en lo mismo.
Esto también ocurre con nuestra vida espiritual. A ratos Dios luce tremendamente incomprensible e indescifrable y cuando insistimos en hacer las cosas de una determinada forma u orientarnos hacia alguna meta que vemos que se aleja cada día más, nos bloqueamos y porfiamos en continuar allí, viendo y comprobando que “allí” ya no hay nada, nada que me sirva. Es muy probable que ante esto queramos llorar, nos enojemos, nos decepcionemos y desanimemos, pero es importante que algo nos suceda, que algo sintamos…porque sólo sintiendo esta incomodidad podemos permitirnos salir de “allí” y comenzar a ver en perspectiva la situación.
Aquél lunes en el supermercado me di cuenta de lo frágiles que son mis planes y de lo poco perseverante que soy cuando algo no se da como yo lo espero. Pero también me doy cuenta que si no fuera Dios el que me susurra al oído nuevos planes o ideas (en mi caso recetas) nunca saldría adelante. Y no puedo negar que a veces cuando estoy muy cansada y algo mínimo no resulta como se supondría que debiese hacerlo, me molesto y pregunto a Dios por qué no me puede ahorrar ese mal rato o ese cansancio extra, y en Él mismo encuentro la respuesta a ésa pregunta, porque mientras resuelve esos asuntos que son mínimos, repara y acomoda los que son más profundos, los que tienen que ver conmigo y mi forma de relacionarme con él, con el trabajo, con la familia, con el cansancio.
Cuando cosas simples o pequeñas no funcionan como quisiéramos y se nos acumula un número no menor de ellas, esa sensación de saturación permite que detone dentro de mí la necesidad profunda de que Dios lo arregle todo, es como que mi guardia baja y así permito que Su amor y Su consuelo entren a un espíritu y cuerpo agotado, decepcionado o apenado.
A través de pequeñas cosas que nos ocurren (como no encontrar un ingrediente en el supermercado, por ejemplo) Dios hace un trabajo intenso y profundo en nuestras vidas, en donde ese pequeño hecho es la puerta abierta para un devenir de bendiciones que ni se comparan con el mal rato vivido anteriormente.
Autora: Poly Toro
Escrito para www.destellodesugloria.org