Miembros de Cristo, amémonos los unos a los otros
MIEMBROS DE CRISTO, AMÉMONOS LOS UNOS A LOS OTROS
Cuando Jesucristo murió en la cruz el Antiguo Pacto fue abolido y el Nuevo Pacto se hizo vigente y por ende el mandamiento de amarnos los unos a los otros cobró valor, pues Él siendo el Hijo de Dios, Santo, sin mancha y sin arruga alguna lo dio TODO para darnos vida eterna. De inmediato el amar a nuestro prójimo dejo de ser un compromiso legalista y pasó a ser el propósito principal de nuestra existencia.
Hermanos, Dios nos ha dado libertad en Cristo Jesús y esta libertad es irrevocable; sin embargo, a veces nosotros los mismos que nos decimos ser llamados hijos de Dios y hemos experimentado esa libertad, en lugar de usarla para lo que Dios nos pide que la usemos nos creemos con el derecho muchas veces de andar por ahí juzgando a los demás y lo peor de todo a los mismos miembros del cuerpo de Cristo. No sé si ustedes son tan imperfectos como yo, pero por mi parte tengo que reconocer que he caído en este pecado varias ocasiones y doy gracias a Dios por su misericordia, su perdón y el gran privilegio que me ha dado al comprender que nunca valdrá la pena actuar de esta manera tan carnal y pecaminosa. “Pues ustedes, mis hermanos, han sido llamados a vivir en libertad; pero no usen esa libertad para satisfacer los deseos de la naturaleza pecaminosa. Al contrario, usen la libertad para servirse unos a otros por amor. Pues toda la ley puede resumirse en un solo mandato: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”, pero si están siempre mordiéndose y devorándose unos a otros, ¡tengan cuidado! Corren peligro de destruirse unos a otros”. Gálatas 5:13-15 (Nueva Traducción Viviente).
Comparto esta enseñanza con el único propósito de que puedan disfrutar de la libertad que Cristo Jesús nos ha dado sin ningún merecimiento; además, para comprender el verdadero significado de amarnos incondicionalmente como Él nos ama: Entendí que no debo ocupar mi tiempo en percibir y mucho menos señalar a las personas por lo que hacen o dejan de hacer; Dios no me ha llamado a ser juez, solo Él es JUEZ y a Él cada uno de nosotros en su momento daremos cuentas de TODO lo que hacemos. Comprendí que para cumplir con el mandato que Cristo nos dejó, primeramente tenemos que reconocer que nunca seremos mejores que los demás “Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno. Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros”. Romanos 12:3-5 (RV 1960).
Muchas veces podremos hacer cosas con la intensión de edificar el cuerpo de Cristo, pero a la hora de la verdad salimos haciéndole daño a sus miembros, a nuestros mismos hermanos. La pregunta es entonces, ¿Si no nos amamos y nos perdonamos entre nosotros mismos, entonces cómo vamos a hacer para que otras personas que nunca han conocido a Cristo, entiendan y crean en lo que por amor Él hizo en la cruz por nosotros? Tenemos el gran regalo de la libertad que Él nos ha concedido por su infinita gracia y misericordia; sin embargo, debemos tener siempre presente que no dejamos de ser esclavos, pues todo aquel que verdaderamente ama al Padre decide ser esclavo de Jesucristo por la eternidad.
Por último otra lección maravillosa que mi Padre me ha regalado: “No te metas en discusiones necias sobre listas de linajes espirituales o en riñas y peleas acerca de la obediencia a las leyes judías. Todo esto es inútil y una pérdida de tiempo. Tito 3:9 (Nueva Traducción Viviente). Que tampoco se nos olvide que nosotros no somos nada sin Él y que mucho menos podemos hacer algo como Él lo hace; es decir, nosotros no tenemos el poder que Él tiene para convencer a las personas de pecado, justicia y juicio, esa es una obra que sólo el Espíritu Santo puede hacer. Nosotros reconozcamos cuál es nuestra función en Cristo Jesús y hagamos lo que verdaderamente Él nos ha mandado a hacer, a amarnos los unos a los otros como Él nos ha amado.
“Amémonos los unos a los otros sin importar cuánto nos fallan o fallemos, así nos ama Dios, Él está dispuesto a perdonarnos, siempre y cuando haya un arrepentimiento sincero de corazón”
Autora: Marisela Ocampo Otálvaro
Escrito para www.destellodesugloria.org