El único que no nos abandona en medio de la crisis
El único que no nos abandona en medio de la crisis
Es usual escuchar en estos tiempos un evangelio fantasioso que busca tranquilizar el alma con palabras o declaraciones positivas, llenas de motivación. No estoy queriendo decir que esto sea malo, “La muerte y la vida están en poder de la lengua, y el que la ama comerá de sus frutos” (Reina Valera 1960). Con lo que no estoy de acuerdo, es con que se pretenda disfrazar o todavía peor, negar la realidad que nos rodea y creer que con el uso de frases cliché como lo son las declaraciones positivas y repetitivas se pueda violentar la soberanía de Dios.
He escuchado a varios “ministros” decir que los cristianos no tenemos porqué pasar por escases, enfermarnos, enojarnos o entristecernos, entre otras. Para algunos de ellos, cuando una persona que dice ser hijo(a) de Dios está viviendo este tipo de situaciones, es porque probablemente está en pecado y/o bajo maldición, o simplemente: “eso le pasó por irse de la iglesia”.
Ese panorama perfecto que muchas veces nos han vendido, incluso en algunas congregaciones que se dicen cristianas, es una falsa ilusión, una fantasía de la cual tenemos que despertar.
No podemos convertir la fe que decimos profesar en Cristo Jesús, en un mecanismo meramente psíquico, en una falsa esperanza que actúa como un alucinógeno que mientras está activo en la mente del ser humano ofrece paz, pero sólo hasta que pase su efecto porque luego vuelve la desesperación; entonces, se requiere nuevamente del distractor que entretiene la mente para que la realidad que se vive sea menos difícil de asimilar.
Si nos pusiéramos en la tarea de estudiar nuestro cerebro podríamos asombrarnos del gran potencial que tenemos para crear aquello que queramos creer, sólo que actuar de esta manera nos llevaría a vivir una fe netamente intelectual, auto-impuesta y pasajera, una fe cimentada en la Programación Neurolingüística. Tristemente encontramos falsos predicadores que enseñan la palabra de Dios basados en este tipo de teorías, que no es más que la sicología que ofrece el mundo como un escape engañoso para aquellos que prefieren vivir en un paraíso irreal, donde el dolor o el sufrimiento no tienen lugar porque se considera algo anormal e inmerecido, especialmente si se trata de los hijos de Dios. Meditemos en lo siguiente: ¿De qué nos serviría una fe que no está alineada a la voluntad de Dios, una fe que no se tiene en Cristo Jesús? Este tipo de fe funciona para algunas personas y muchos de sus sueños se hacen realidad, si no me creen, miren a su alrededor; sin embargo, qué sentido tiene que logren “todo” en este mundo si eternamente todo lo perderán. Para qué vivir “feliz” en este mundo si eternamente se sufrirá. La fe que se tiene en algo o alguien distinto a Jesucristo, es una falsa fe que tarde que temprano se acaba y traerá consigo dolor, mientras que la fe en Cristo siempre permanece no importa si son buenos o “malos” momentos los que se estén viviendo. Los hijos de Dios tienen interés en las cosas del cielo no en las de la tierra.
Qué tan importante es estudiar la palabra de Dios y pedirle a Él que nos enseñe su bendita sabiduría. Mientras que la sicología y tantas otras filosofías que sobreabundan en esta sociedad perversa y corrupta, pretenden distorsionar la soberanía y omnisciencia de Dios; las enseñanzas de Cristo Jesús nos aterriza en la realidad y verdad absoluta, una verdad que no todas las veces es agradable pero sin importar ello nos llena de la firme esperanza que encontramos en nuestro Señor y Salvador.
El Señor lo dijo claramente: “en el mundo tendremos crisis, pruebas y tristezas”, no somos del mundo, pero seguimos en este mundo y mientras que así sea no estaremos exentos del sufrimiento o la dificultad, ¿acaso piensan que algo bueno se puede esperar del mundo? Jesús dijo: “Les he dicho todo lo anterior para que en mí tengan paz. Aquí en el mundo tendrán muchas pruebas y tristezas; pero anímense, porque Yo he vencido al mundo”. Juan 16:33 (Nueva Traducción Viviente). Esta gran verdad no es para que nos amedrentemos, esa no fue la intensión de Jesús. Él nos hizo el favor de avisarnos y advertirnos acerca de una realidad innegable e ineludible, primero, para que entendamos que es en medio de la crisis donde más se fortalece nuestra fe (la fe verdadera que nace del Espíritu y no del esfuerzo mental) la fe en Cristo Jesús y en la firme esperanza de ver su gloria, “Sin embargo, lo que ahora sufrimos no es nada comparado con la gloria que Él nos revelará más adelante. Pues toda la creación espera con anhelo el día futuro en que Dios revelará quiénes son verdaderamente sus hijos”. Romanos 8:18-19 (Nueva Traducción Viviente). Y segundo, Jesús nos alertó para que no nos dejemos engañar por los falsos apostatas que buscan vendernos las bendiciones de Dios por medio de sacrificios obsoletos o penitencias absurdas, cuando el único precio ya fue pagado por Jesús en la cruz. Todo lo que tenemos es por la gracia de Dios, y todo lo que Él nos quiera dar lo recibiremos conforme su gracia y sus propósitos y nada ni nadie lo impedirá. De nada nos podemos jactar, Él es soberano.
“Jesucristo es el único que no nos abandona en medio de la crisis”, Él nos alienta para que aun en las pruebas tengamos paz, la paz que sobrepasa todo entendimiento. “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia”. Santiago 1:2-3 (Reina Valera 1960).
Cuando estemos en crisis, pidámosle a Dios que aparte de nosotros todo temor, recordemos que Jesús tiene el control de nuestras vidas y que todo lo que sucede trae algo bueno por más difícil que aparente ser, porque en Él todo tiene un buen propósito. “… ¿Aceptaremos sólo las cosas buenas que vienen de la mano de Dios y nunca lo malo?…” Job 2:10 (Nueva Traducción Viviente). En medio de la dificultad, vayamos a la presencia de Dios y pidámosle sabiduría para entender sus tiempos. La respuesta al porqué de las crisis que enfrentamos la dará el Señor, Él nos revelará si somos o no responsables, si lo que estamos viviendo es consecuencia de nuestras malas decisiones o son otras causas; lo certero es que independientemente del porqué, nuestro carácter en Cristo se fortalecerá si nuestra fe permanece en Él y decidimos obedecer su voluntad. “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada”. Santiago 1:5 (Reina Valera 1960).
¿Saben cuál es el mejor regalo de las crisis? Tener la convicción de que somos de Cristo para siempre, que jamás podrán arrebatarnos de su mano, que nada ni nadie podrá separarnos de su amor. Ni la escases, ni la enfermedad, ni la tristeza, ni el sufrimiento, ni la persecución ¡ninguna circunstancia por más tormentosa que parezca! No importa lo que otros piensen o digan, no importa cómo nos puedan ver, no importa que nos dejen solos cuando estamos en crisis, lo que importa es que Jesucristo nunca nos ha abandonado y nunca lo hará. ¡Gloria a su nombre!
“¿Acaso hay algo que pueda separarnos del amor de Cristo? ¿Será que Él ya no nos ama si tenemos problemas o aflicciones, si somos perseguidos o pasamos hambre o estamos en la miseria o en peligro o bajo amenaza de muerte? Estoy convencido de que nada podrá jamás separarnos del amor de Dios. Ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni demonios, ni nuestros temores de hoy ni nuestras preocupaciones de mañana. Ni siquiera los poderes del infierno pueden separarnos del amor de Dios. Ningún poder en las alturas ni en las profundidades, de hecho, nada en toda la creación podrá jamás separarnos del amor de Dios, que está revelado en Cristo Jesús nuestro Señor”. Romanos 8:35,38-39 (Nueva Traducción Viviente).
¡Jesucristo, glorificado sea tu nombre!
Autora: Marisela Ocampo Otálvaro
Escrito para www.destellodesugloria.org