Devocional Cristiano – ¡Socorro! ¡Hay un filisteo en mi vida!
¡Socorro! ¡Hay un filisteo en mi vida!
Salió entonces del campamento de los filisteos un paladín, el cual se llamaba Goliat, de Gat, y tenía de altura seis codos y un palmo.
Entonces habló David a los que estaban junto a él, diciendo: ¿Qué harán al hombre que venciere a este filisteo, y quitare el oprobio de Israel? Porque ¿quién es este filisteo incircunciso, para que provoque a los escuadrones del Dios viviente?
Añadió David: Jehová, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, él también me librará de la mano de este filisteo. Y dijo Saúl a David: Ve, y Jehová esté contigo.
(1 Samuel 17:4; 26 y 37 RV60)
Cada vez que leo una y otra vez la historia de David y Goliat que se describe en I Samuel Cap. 17 no deja de fascinarme. Pero cuando capto el significado de trasfondo que tiene esa historia, no deja de emocionarme profundamente hasta las lágrimas. Y es que esa epopeya hoy es más actual y está más vigente que nunca en cada una de nuestras vidas. “¿Quién es este filisteo incrédulo para provocar a los soldados del Dios Viviente?” Es parafraseando, lo que dijo David.
Y es que cada uno de nosotros tiene un filisteo como Goliat rondando, abatiendo, esparciendo desaliento y provocando a su alrededor. ¿Cuántas veces te propusiste apartarte de un mal hábito en tu vida que te hace sentir avergonzado delante de Dios? ¿Cuántas veces lo intentaste y te sentiste triste, abatido, fracasado porque volviste a caer de nuevo? ¿Cuántas veces has tenido que enfrentar una situación conflictiva y en vez de salir airoso y victorioso, terminaste enredado en una discusión estéril y sin rumbo soportando los insultos, el maltrato y las provocaciones humillantes del “Goliat” de turno?
El rey Saúl quiso ponerle a David su propia coraza de combate, cosa que no solamente no funcionó, sino que le dificultaba las cosas a David. El prefirió vestirse de la Armadura de Dios, que es mucho más liviana y eficaz. David había tenido la oportunidad de probar el poder de Dios en el campo defendiendo a sus ovejas del león y del oso. A la hora de enfrentar a su aguerrido y temible gigante podía descansar y aferrarse tranquilamente no a sus propias fuerzas, sino en el Poder de Dios.
En esta historia veo al menos tres elementos clave: una armadura invisible, una honda y las piedras. Absolutamente nada, cada una de ellas sin las otras dos.
Hoy tenemos esas mismas armas para enfrentar a nuestro gigante: La armadura de Dios (Efesios 6:11-17); la honda de nuestras oraciones (Efesios 6:18) y las piedras lisas y sin aristas de la Gracia y el Perdón de Nuestro amado Señor (I Juan 2:1) dispuesto a abogar por cada uno de nosotros.
Amada/o: Yo tengo un filisteo en mi vida. Me avergüenza, me abate, me hace sentir basura, pero sé que en el Poder de mi Señor, si no es hoy, será mañana; pero aunque caiga una y otra vez mil veces, al final la victoria es mía, me pertenece.
No es un fracaso caer en batalla. Sí lo es, no levantarse para seguir luchando.
Autor: Luis Caccia Guerra
Escrito para www.devocionaldiario.com
Bendito sea el Señor Dios del cielo y de la tierra que tiene misericordia de todos nosotros, y aunque a veces lastimamos Su corazón El siempre nos da la mano y nos vuelve a levantar.
si estamos vestidos con la armadura de DIOS, los filisteos de nuestra vida no nos pueden vencer, como sierva del Señor en el ministerio de oración somos los soldados del ejercito de DIOS con oraciones en el Espiritu por todos los santos, para no caer en tentación y tener a nuestro Perfecto Intercesor de nuestra parte.
Estoy plenamente convencido de que Dios esta de nustro lado, aunque las cosas parescan dificiles al final tendremos la victoria si no desmayamos.