Devocional Cristiano – El Insomnio del rey

El Insomnio del rey

corona-asuero«Como canales de agua es el corazón del rey en la mano del Señor; Él lo dirige donde le place».
Proverbios 21:1

Todo estaba listo. Ya había sido enviado el decreto a todo lo largo y ancho del reino del gran Rey Asuero: los judíos iban a ser exterminados. El rey había accedido al pedido de su favorito. Dándole el anillo real, como muestra de que aprobaba lo que él dispusiera escribir, puso el destino del pueblo judío en sus manos “para que hagas con él lo que te parezca bien” (Ester 3:11 b). Dicen las Escrituras, que fueron llamados los escribas del rey y conforme a todo lo que Amán había ordenado, fue enviado a los sátrapas del rey y a los gobernadores de las provincias, escrito a nombre del rey y sellado con su sello.

Es decir, que Amán dictó las disposiciones y providencias, que según él creía, incidirían en la vida de los judíos, claro está, conforme a su odio y a sus mejores intereses.

Pero, ¿quién era Amán? El libro de Ester nos lo presenta de repente, así como de súbito presenta su encumbramiento. Dice el capítulo 3, versículo 1 del libro de Ester que “Después de esto el rey Asuero engrandeció a Amán, hijo de Hamedata agagueo, y lo ensalzó y estableció su autoridad sobre todos los príncipes que estaban con él”.
Era un príncipe igual que todos los que estaban con él, pero el rey decidió encumbrarlo. El rey Asuero ha sido considerado como un rey caprichoso y voluble. Dado que las Escrituras no nos hablan de condiciones o de talentos especiales de Amán, podemos especular un poco e imaginarnos que influyeron en su encumbramiento, las veleidades y caprichos de un soberano de quien se dice que en una ocasión ordenó azotar el mar porque destruyó un puente que había mandado a construir.

Por otro lado, se ha hablado de Amán, diciendo que posiblemente su odio hacia los judíos tenía que ver con conflictos ancestrales de sus antepasados con el pueblo de Dios. Flavio Josefo lo sitúa como descendiente de los amalecitas, específicamente del rey Agag (de ahí, dicen, lo de “agagueo”). Esto puede inferirse, debido a que aunque él se sentía ofendido por Mardoqueo, el judío, porque no se inclinaba ante él (Ester 3:5), tramó destruir a todos los judíos. Sea esto cierto o no, la verdad es que el diálogo sostenido entre el rey y Amán, sugiere que además del odio, éste tenía una gran ambición sobre los bienes de los judíos, ya que ofreció diez mil talentos al rey por la destrucción de sus enemigos (Ester 3:9). Evidentemente, esos talentos no iban a salir de su tesoro particular, lo que a todas luces pensaba hacer Amán, era exterminar a los judíos, confiscar sus bienes, darle una parte al rey y quedarse con la mayoría del botín.
Gran plan, pensaría Amán. Además de esto, la reina Ester, la nueva y hermosa reina, lo había invitado a un banquete. Estaba feliz. Sólo había un problemita que lo molestaba: ¡la presencia de Mardoqueo, que no se inclinaba ante él, a la puerta del palacio, precisamente por donde tenía que pasar todos los días!

Cuando comentó la situación delante de su mujer y sus amigos, le aconsejaron que levantara una horca y le pidiera al rey que ahorcara a Mardoqueo en ella.

El consejo le pareció maravilloso a Amán, que hizo levantar la horca y se dirigió al palacio a realizar la petición. La arrogancia de Amán no permitía que pensara que el rey se podría negar. Ahora su felicidad sería completa. Lo que ignoraba era que Dios, el verdadero Soberano, estaba dirigiendo todo hacia la liberación de Su pueblo y hacia la destrucción del favorito del rey Asuero.

Dicen las Escrituras que aquella noche el rey no podía dormir. ¡El rey tenía insomnio! (Ester 6:1). Asuero ordenó que se leyeran las crónicas del reino y se halló que el judío Mardoqueo había hecho un gran servicio al imperio y no había recibido ninguna recompensa. Amán había entrado a pedir el ahorcamiento de Mardoqueo, pero sin dejarlo hablar, el rey le preguntó que qué debería hacerse a quien el rey quisiera honrar. Amán, pensando que el asunto era con él, contestó con una fórmula que le haría quedar más firme y honrado que nunca en su posición y planteó lo que ya conocemos: que debería ser subido a un caballo real, con un manto real y que se proclamara por toda la ciudad la que gozaba del favor real. De manera inmediata, Asuero mandó que se hiciera así con Mardoqueo y encargó precisamente a Amán de ello, provocando en él una gran depresión originada por su ego herido.

La historia no termina ahí, cuando Amán fue al segundo banquete con la reina y el rey, su plan fue descubierto. Ester confesó que era judía y que ella y su pueblo iban a ser destruidos. El rey se llenó de ira y cuando supo que el culpable de todo era Amán. Este último vio cómo pasaba de las alturas al abismo, del principado al cadalso. Asuero dispuso que lo ahorcaran en la misma horca que había levantado para Mardoqueo. (Ester 7:3-10)

Examinando los acontecimientos, tenemos que llegar a la conclusión que el Señor dirige las cosas de manera que, aunque los hombres piensen que están construyendo su futuro, sólo sucede lo que Dios ha determinado de antemano que suceda. Sólo tenemos que analizar cómo en una noche, o mejor dicho en un momento, toda la trama que había sido montada para destruir a los judíos, cayó hecha pedazos.

Vamos a resaltar sólo tres puntos:

1. Al rey se le fue el sueño. Aparentemente Asuero no tenía ningún problema en esos tiempos, estaba tranquilo en su palacio, pero esa noche, tuvo insomnio, no podía dormir. Dios es quien da el sueño. Sencillamente, esa noche, el Señor no le concedió al rey Asuero que durmiera.

2. Asuero pidió las crónicas del reino. Es posible que estuviera pensando que oyendo la lectura de las aburridas crónicas, le viniera el sueño, pero precisamente, un soberano de 127 provincias, con todo el poder y la disponibilidad, ¿no tenía otra cosa con qué entretenerse? ¡claro que la tenía!, pudo haber hecho llamar a músicos, bailarinas, bufones y ordenar bailes, juegos y cuantas cosas quisiera para que le entretuvieran mientras le duraba el insomnio; pero no, pidió las crónicas, sencillamente porque esa fue la voluntad del Señor

3. Precisamente, dentro de tantos rollos, fue hallado el que se refería a la acción de Mardoqueo. Para hacernos una idea de la cantidad de rollos que existentes en ese momento, debemos saber que Asuero era un rey de la dinastía aqueménide y que no era el primero. Habían pasado varios reyes antes que él y algunos de ellos habían durado más de veinte años (sólo su padre, Darío I, duró 36 años reinando). Es decir, que la acumulación de rollos de escritos debió ser impresionante. Todos los acontecimientos, desde los de cierta relevancia, hasta los más importantes del reino se escribían y se guardaban. Dentro de todos estos rollos, tomar precisamente el que hablaba de Mardoqueo no fue una casualidad.

Entonces, sólo nos queda reconocer que El Dios Todopoderoso, Eterno y Sabio, dispone todas las cosas de acuerdo a Su voluntad y que nada, nada, por más pequeño e insignificante que parezca, está sujeto al azar, sino sometido sus designios.

Esto debe darnos tranquilidad. Nada de lo que nos acontece sale por casualidad. Todo está dentro de los planes de un Dios que quiere nuestro bien y que lo ha demostrado con su trato con sus criaturas y especialmente con sus hijos.

Nota: Todas las citas son de la Biblia de las Américas.

Autor: Guaroa T. Gautreau

Escrito para www.devocionaldiario.com

COMPARTE


Ahora puedes comentar con tu cuenta de Facebook: