La vida en diferido

La vida en diferido

Como a la mayoría de los argentinos, me gusta ver los partidos cuando juega la Selección Nacional. El tema es que por mi trabajo, (paso la mayor parte del día en la productora) a veces no puedo verlos en vivo.
Lo que hago entonces, es tratar de no enterarme del resultado y le pido a los que me rodean que no me cuenten nada. Entonces, cuando termina el día, llego a casa, y disfruto del partido en diferido.
Vibro cuando la pelota entra al área, me emociono con las jugadas, me enojo con el árbitro, sufro cuando el partido no se define y festejo cuando la pelota se clava en el ángulo. Aunque todo haya ocurrido hace varias horas, para mí todo es nuevo, lleno de adrenalina. Al no saber cómo termina el partido, el desfasaje de tiempo no logra quitarme la emoción del partido. El tema es que ya todo ocurrió. Ese penal no lo están cobrando ahora, ni hay millones de argentinos comiéndose las uñas porque el partido de va al alargue. Todo lo que yo veo en la televisión, ya pasó hace varias horas. Si ganamos o perdimos, es imposible cambiarlo. Aún así, al desconocer el final, me produce el vértigo que puede sentir cualquier hincha de la Selección.
Pasa exactamente lo mismo con nuestra vida: pensamos que estamos en vivo, pero la vivimos en diferido. Todo lo que hagamos, ya sucedió en la eternidad. Sólo que Dios nos deja disfrutar de la repetición, aunque creamos que está ocurriendo ahora.
La Biblia menciona que los tiempos están en sus manos y que antes que le hombre pecara, el pecado ya estaba resuelto en la eternidad. Es otras palabras, el sacrificio en la cruz, no fue el «plan B» del Creador, El ya sabía lo que iba a ocurrir y preparó la solución.
Quiero que lo pienses un poco: aunque tengas catorce años, Dios ya sabe con quien te casaste, conoce a tus hijos y hasta te vio bajar al sepulcro el día de tu muerte; ese es el «vivo». Sólo que ahora te permite disfrutar del partido en diferido. Vas a emocionarte con tu casamiento, vas a llorar cuando alces a tu hijo y te vas a entristecer cuando las cosas no salgan tan bien como esperabas. Pero nada de todo eso, es nuevo en la dimensión de lo eterno. Ya todo ocurrió, El sabe lo que harás con tu libre albedrío y hasta cómo terminan tus días.
«Porque pensamiento de bien tengo para ti, y no de mal», remata el Señor. Después de detenerte en esa verdad: ¿Te volverías a preocupar por algo? ¿Te llenarías de angustia por un penal errado? Claro que no, porque en Sus manos están los tiempos.
Pensar que cuando era adolescente me la pasé preocupado por mi futuro. Pensaba que nunca iba a casarme, que iba a ser un fracasado y que había nacido por accidente. De haber sabido que mi vida estaba en diferido, lo habría pasado de otra forma. Me hubiese esforzado por buscar a Dios, pero sabiendo que El ya había estado en mi futuro, y que nada podía salir mal. Hubiese confiado más en el Señor. Me doy cuenta que pude haber pasado una juventud mas relajada, de haber sabido que vivía en diferido.
Es bueno recordar esta pequeña apreciación la próxima vez que estés sufriendo por alguna crisis o un tema no resuelto. Todo lo que puedas preocuparte, no va a cambiar lo que ya sucedió en la eternidad. Y según lo que te prometió Dios, todo tu futuro es muy bueno y alentador. Así que relájate y disfruta.

Autor: Dante Gebel
Editorial Edición G

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