Culpando a Dios

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Es increíble la forma tan sencilla con la que se nos hace fácil reclamar a Dios por las cosas que nos suceden. Y es que la mayoría de nosotros culpamos directa o indirectamente a Dios por las cosas malas que vienen a nuestra vida. Parecería por momentos que nada malo nos tiene que pasar, porque si nos pasa lo primero que decimos o pensamos es: ¿Por qué lo permitiste Dios?

A veces nos cuesta trabajo entender que hay cosas que pasan en nuestra vida porque simplemente tienen que pasar, porque al igual que millones y millones de personas tenemos las mismas posibilidades que nos ocurran. Pero lo increíble del reclamo que muchas veces hacemos a Dios es que hay cosas que nos suceden por nuestras mismas decisiones, pero somos muy buenos para terminar echándole las culpas a Dios.

Adán es el modelo perfecto para echar la culpa a Dios de un error que el mismo cometió. Luego de comer del fruto prohibido y esconderse de Dios, Adán culpo a “indirectamente” a Dios de lo sucedido al responder: “El hombre contestó: —La mujer que tú me diste fue quien me dio del fruto, y yo lo comí.” Génesis 3:12 Nueva Traducción Viviente (NTV). En pocas palabras había dos culpables de su desobediencia, por una parte la mujer quien fue quien le dio el fruto, y en segundo lugar Dios por haberle dado a la mujer. Es como decir: “Si tú no me hubieras dado a esa mujer, yo no habría desobedecido”.

Es triste cuando no reconocemos nuestros propios errores. Es triste cuando nos pasamos toda la vida culpando a otros de nuestras propias decisiones y lo es a un más culpar a Dios de algo que nosotros mismos provocamos,  pues la mayoría de nosotros nos metemos en líos y terminamos recriminándole a Dios porque permitió que cayéramos en eso, cuando en realidad nosotros fuimos lo que lo buscamos.

Desconozco el momento en el que te encuentras, posiblemente estés enfrentando una consecuencia de una mala decisión. Quizá en algún momento has culpado a Dios de tus malos resultados olvidando que si estás allí es porque tú mismo quizá te lo buscaste o porque simplemente como cualquier otra persona en el mundo tenías que pasar por problemas difíciles.

No podemos pasar reclamando a Dios por el estado en que nos encontramos, en su lugar deberíamos fortalecer nuestra fe para comprender que si estamos allí es porque a lo mejor es una consecuencia de nuestras decisiones o porque simplemente es un obstáculo más en la vida que se nos presenta y el cual seguramente saltaremos. Al pasar por esa clase de situaciones le estamos dando la oportunidad a Dios de demostrar su poder una vez más y de esa forma también crecer en fe en nuestra vida espiritual.

Hoy quiero invitarte a que independientemente del momento que estés atravesando puedas exaltar a Dios, puedas adorarlo, alabarlo, glorificarlo. No hay mejor forma de enfrentar las situaciones difíciles de la vida sino es buscando a Dios y rindiéndonos a Él. Cuando buscamos a Dios en lugar de escondernos lo encontramos. Cuando reconocemos nuestros errores en lugar de culparlo todo el panorama cambia y la misericordia de Dios se muestra a nuestras vidas.

Todos podemos equivocarnos en algún momento de la vida al culpar a Dios de un error nuestro, pero no todos tienen la suficiente humildad para reconocer que se equivocaron al culpar a Dios de algo que nunca tuvo la culpa. Se necesita verdadera humildad para reconocer que si estoy atravesando una muy dura situación como consecuencia de mis decisiones es porque no hay otro culpable que nosotros mismos, pero al mismo tiempo es lindo saber que al ser humildes y sinceros la gracia y misericordia de Dios puede fluir libremente sobre nuestra vida y rescatarnos del lugar en donde nos encontremos.

David escribió los siguientes salmos:

“El Señor es bueno y hace lo correcto;
les muestra el buen camino a los que andan descarriados.
Guía a los humildes para que hagan lo correcto;
les enseña su camino.
El Señor guía con fidelidad y amor inagotable
a todos los que obedecen su pacto y cumplen sus exigencias.
Por el honor de tu nombre, oh Señor,
perdona mis pecados, que son muchos.
¿Quiénes son los que temen al Señor?
Él les mostrará el sendero que deben elegir.
Vivirán en prosperidad,
y sus hijos heredarán la tierra.”

Salmos 25:8-13 Nueva Traducción Viviente (NTV)

El reconocer nuestros errores, el ser sinceros delante de Dios, la humildad con la que lleguemos delante de su presencia, todo eso es lo que el hijo de Dios necesita para encontrarse con Dios y conseguir su favor.

¡En lugar de culparlo, busquémoslo con corazón íntegro y honesto!

“Que la integridad y la honestidad me protejan,
porque en ti pongo mi esperanza.

Salmos 25:21 Nueva Traducción Viviente (NTV)

por Enrique Monterroza

Escrito originalmente para www.destellodesugloria.org

Autorizado para publicarse simultáneamente en: www.devocionaldiario.comwww.enriquemonterroza.com y https://reflexionesydevocionales.blogspot.com

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