¡Señor, Dios de mi salvación, sácame de esta fosa!
Es entonces cuando nuestro corazón empieza a clamar con desesperación la Presencia del Señor en nuestras vidas para que esa situación que estamos viviendo y que es tan dolorosa para nosotros desaparezca para siempre. Es como si de lo más profundo de nuestro ser surgiera un grito de auxilio, en el que nuestra voz se ahoga y nuestra alma se quebranta, es un grito que expresa ¡ya no puedo más, te necesito Señor, qué más quieres que te diga, sin ti no soy capaz de salir de esta fosa en la que me encuentro, ayúdame por favor!
Señor, Dios de mi salvación, día y noche clamo en presencia tuya. Que llegue ante ti mi oración; dígnate escuchar mi súplica. Salmo 88:1-2 (Nueva Versión Internacional).
De repente en este momento, se empieza a abrir una puerta a través de cual el Señor nos mira y tiene misericordia de nosotros, no porque estemos sufriendo mucho porque Él no se mueve por la lástima, Él se mueve cuando rendimos totalmente nuestro corazón ante Él y reconocemos que ya no hay nada que nosotros podamos hacer, que todo depende absolutamente de su Poder y de su Presencia en nuestras vidas, que sin Él no llegaremos muy lejos y nunca podremos salir de la fosa en la que nos encontramos.
Cuando rendimos nuestro cuerpo, nuestra alma y nuestro espíritu ante Él, todo empieza a cambiar, la calma empieza a llegar y la luz comienza a brillar en nuestras vidas. Él se agrada de nuestra rendición, Él está esperando que clamemos por su Presencia, Él anhela que pidamos a gritos su compañía y su permanencia en nuestros corazones. Una vez comprendemos el significado de mantenerlo en nuestro corazón, es cuando su fluir sobrenatural empieza a manifestarse sorprendentemente en nuestras vidas, la fosa en la que estábamos ya no existe y la angustia que sentíamos desparece porque toda nuestra confianza reposa en Él.
“Pero tú, Señor, Dios mío, me rescataste de la fosa” Jonás 2:6. (Nueva Versión Internacional).
Así que, no nos angustiemos y más bien confiemos en Él, Él tiene la capacidad de cargar con nuestras tristezas y nuestro dolor, con nuestras dificultades por duras que sean; dejemos todo en sus manos y descansemos en Él, Él se encargará de ayudarnos en todo aquello que para nosotros es imposible hacer.
Dile entonces: “Señor, Padre Amado, te rindo mi ser, mi cuerpo, mi alma y mi espíritu, has conmigo como quieras, mi vida te pertenece, ayúdame tu que tienes el Poder a salir de esta fosa en la que me encuentro, rescátame oh Dios de mi Salvación, porque en ti, sólo en ti pongo mi esperanza. Gracias Señor por no tener en cuenta mis pecados, gracias Señor por tu misericordia, en el nombre de Jesús. Amén”.
¡No importa la fosa en la que te encuentres, Él tiene el Poder de rescatarte, confía en Él y Él vendrá en tu ayuda!
Autor: Marisela Ocampo Otálvaro
Escrito para www.destellodesugloria.org