Un Destellito en las manos de Dios
Se cuenta una anécdota vivida por una madre que llevó a su hijo, de seis años, ante Mahatma Gandhi:
—Se lo ruego, Mahatma, dígale a mi hijo que no coma más azúcar, él es diabético, y no me hace caso, arriesgando su vida. Estoy segura que a usted le hará caso porque lo admira mucho.
Gandhi, reflexionó un rato y le dijo: —Lo siento señora, ahora no puedo, traiga a su hijo dentro de quince días.
Sorprendida, la mujer le dio las gracias, e hizo tal cual le había dicho, a los quince días trajo a su hijo ante él. Mahatma, lo miró fijamente, y le dijo enérgicamente, —Chico, deja de comer azúcar, te estás haciendo daño. Agradecida, la mamá le preguntó: —¿Por qué hizo que lo trajera después de quince días para darle el consejo?.
—Porque hace quince días yo comía azúcar. Destellito, una vez que terminó con la historia, tomó el Libro Santo, la Biblia.
Predicar Sin Palabras
Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo. Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis de nosotros. 1a de Corintios 11:1; Efesios 5:1; Filipenses 3: 17.
Gandhi, no se atrevió aconsejar al niño que dejara de comer azúcar, si él lo estaba haciendo. Esto habla de la necesidad, si se profesa la fe, que las acciones hablen por sí solas. Muchos hablan y hablan y su testimonio personal deja que desear. El Apóstol Pablo, entendía con claridad meridiana, el significado de ser cristiano. Estaba tan seguro de su comportamiento que se decía, sin falso orgullo, imitador de Cristo Jesús, con el significado que los creyentes podían perfectamente hacer lo mismo que él hacía, y era como estar imitando al Señor. Pablo, tenía argumentos verdaderos para pedir a los hijos e hijas de Dios, que no solo miraran su proceder sino que también a todos aquellos que se conducían de la misma manera. Mucho más efectiva es la predicación sin palabras, esa que con sólo observar cómo se conduce el creyente, es suficiente, argumentó Destellito.-
Autor: Oscar Olivares Dondero
Escrito para: www.destellodesugloria.org