Dios sabe que vales ¡no pidas disculpas por ser único!
“Cuando me amé de verdad comprendí que en cualquier circunstancia, yo estaba en el lugar correcto, en la hora correcta y en el momento exacto, y entonces, pude relajarme. Hoy sé que eso tiene un nombre: Autoestima”
Nuestra estima debe estar basada en quienes somos (ser) y no en nuestros logros (hacer)
Muchas veces nos preguntamos: “¿dónde estoy parado en la vida?, ¿qué sentido tiene mi vida?, ¿cuál es el objetivo que tengo que cumplir?, ¿para qué vivo?” Y no encontramos respuestas, sólo caminamos: si pasa algo, bien y si no pasa nada, también.
No encontramos respuestas, porque no conocemos los sueños que Dios tiene para nuestras vidas. Tenemos la sensación de que deberíamos hacer algo distinto, porque: “estoy para más”, “tendría que ocupar un lugar diferente” pero seguimos encerrados en la misma situación a pesar de no estar satisfechos.
Y es así como tratamos de encontrar el camino para llegar a nuestro destino y buscamos afuera, quién pueda ayudarnos a encontrar nuestro sueño. Y el afuera nos hace sentir inseguros, confundidos y nos distrae del objetivo.
De acuerdo a tu nivel de fe, será tu estima
Viene Jesús caminando, y una mujer griega, viaja cincuenta kilómetros, y llega donde estaba Jesús, y a los gritos le decía: “Mi hija está endemoniada, ayúdame”, ella pensaría: “si yo grito, voy a tener el milagro”, pero Jesús no le respondió palabra, y ella siguió gritando. Entonces Jesús le dice: “yo tengo un pan, pero no es para ti;ese panes para los hijos, no para los perrillos”. Porque en ese entonces se decía que el que no era judío era un perro.
¿Por qué Jesús le empezó a hablar de ella misma a la mujer? Porque la mujer estaba mal, Jesús le hace el giro y le dice, no vamos a hablar de tu hija, no vamos a hablar de la relación rota de tu hija endemoniada, le puso límite, vamos a hablar de ti.
Cuando Dios quiere restaurar una relación, Dios va a trabajar en nosotros primero.
Está bien, dijo ella: “pero cuando los hijos comen el pan, las migas se caen, yo seré un perro, pero con una miga de tu poder me alcanza”, y Jesús la miró y le dijo: “a este punto quería llegar, que sueltes tu mejor fe” porque de acuerdo a tu nivel de fe, será tu nivel de estima.
Cuando adoras a Dios te encuentras contigo mismo
“En su presencia hay plenitud de gozo, delicias a su diestra para siempre”
Cuando me amé de verdad, comencé a librarme de todo lo que no fuese saludable: personas, situaciones y cualquier cosa que me empujara hacia abajo. Al principio mi razón llamó a esa actitud egoísmo.
Hoy se llama: Amor hacia uno mismo.
Cuando Adán y Eva pecaron, tuvieron un hijo “a su imagen”, a partir de allí perdimos la única y verdadera imagen, que era la imagen de Dios por eso hay tantos problemas de estima. Cuando se te restaura la gloria, no tienes más problemas de autoestima, y esa gloria fue restaurada en tu vida por Cristo.
Tu verdadera identidad está en Cristo, tú y él son la misma persona, cuando la gente te ve a ti, lo ve a él, porque eres “la imagen y semejanza de Dios”.
Por eso, tienes que transformarte en un adorador. ¿Recuerdas que al principio Dios se comunicaba con su pueblo en una tienda que se llamaba tabernáculo y más tarde en el templo? En la primera parte, que se llamaba el atrio entraba todo el mundo, en el lugar santo los sacerdotes y en el lugar santísimo, sólo el sumo sacerdote una vez al año.
La entrada al atrio, era más ancha que la del lugar santo, porque esa entrada era Cristo, la única puerta que te lleva a Dios es Jesús de Nazaret. Por esa entrada, entró la samaritana, la mujer adúltera, entraron ladrones y entramos tú y yo; pero la del lugar santo era más angosta, porque al lugar santo entran solamente los adoradores. Es en ese lugar en que realmente te encuentras contigo mismo.
El Salmo 115 dice hablando de los que adoran a los ídolos (entiéndase por “ídolos” todo aquello que ocupa el primer lugar en tu vida, pero que sólo le corresponde a Dios).
“semejantes a ellos son los que los hacen, y cualquiera que confía en ellos”
Porque eso, “tú eres lo que adoras”.
Dios para vestir a Adán y a Eva mató un cordero que prefiguraba a Jesús cuando dijo: “Padre, yo voy a dar mi vida para que ellos vuelvan a ser vestidos”. Él es el cordero que quita la vergüenza, la pobreza, los espinos y los cardos. Quita todas las maldiciones que hay sobre tu vida, y ahora no estás vestido con hojas de la religión, ni de nadie. Ahora la gloria de su sacrificio te ha vuelto a vestir, no es solamente levantar la estima, ¡es recuperar la imagen de Dios en tu vida!
Autora: Silvia Truffa
Escrito para www.destellodesugloria.org