INTRODUCCIÓN: Un vencedor (gr. Nikon/Ho nikón) es alguien que por la gracia de Dios recibida mediante la fe en Cristo ha experimentado el nuevo nacimiento y permanece en constante victoria sobre el pecado, el mundo y Satanás. Esta es una terminología militar que sugiere un combate contra las fuerzas del maligno (Efesios 6: 10-18). A Continuación estudiaremos algunas promesas y bendiciones para los vencedores, tomando como base bíblica las siete iglesias del Apocalipsis, teniendo en cuenta el lenguaje simbólico que se usó. Veamos varias de ellas.
1. LE DARÉ A COMER DEL ÁRBOL DE LA VIDA, EL CUAL ESTÁ EN MEDIO DEL PARAÍSO DE DIOS (APOCALIPSIS 2: 7).
Esta fue la promesa escatológica que el Señor les hizo a los vencedores de la iglesia en Éfeso. “El árbol de la vida” simboliza el sustento espiritual para conservar la vida eterna y sugiere vida abundante. “El árbol de la vida” perdido en el Edén y será restaurado en el cielo (Apocalipsis 22: 2, 14). De hecho toda la frase hace referencia “al árbol de la vida” del que se nos habla en Génesis 2 y 3. “El paraíso” es la palabra persa para jardín; se usaba para designar el jardín celestial de Dios (Lucas 23: 43). El simbolismo sugiere la perfecta fraternidad que disfrutaban Dios y la humanidad en el Edén antes de la caída. Esta promesa también se vuelve a reiterar donde se cierra la revelación escrita (Apocalipsis 22: 2) y hace parte de la séptima y última bienaventuranza que aparecen en este libro (Apocalipsis 22: 14).
2. NO SUFRIRÁ DAÑO DE LA SEGUNDA MUERTE (APOCALIPSIS 2: 11).
Esta fue la promesa escatológica del Señor para los vencedores de la iglesia en Esmirna. “La segunda muerte” tiene que ver con la separación eterna de Dios, se refiere al castigo eterno, el lago de fuego del cual escapará únicamente el fiel vencedor (Daniel 12: 2; Juan 5: 29; Apocalipsis 20: 6, 14, 15; 21: 8). Es el término final último y definitivo para toda la eternidad y era ya de antiguo una frase rabínica: “Que viva Rubén en esta época y no muera de la segunda muerte de la que morirán los malvados en el mundo venidero”. (Deuteronomio 33: 6)(El targum de Jerusalén citado en el NBC, página 1173). Esta expresión “la segunda muerte” literalmente en el griego dice: “No recibirá daño de la segunda muerte” y vuelve a repetirse en Apocalipsis 20: 14.
3. DARÉ A COMER DEL MANÁ ESCONDIDO Y LE DARÉ UNA PIEDRECITA BLANCA Y EN LA PIEDRECITA UN NOMBRE NUEVO ESCRITO, EL CUAL NINGUNO CONOCE SINO AQUEL QUE LO RECIBE (APOCLIPSIS 2: 17).
Esta fue la promesa escatológica del Señor para los vencedores de la iglesia en Pérgamo. De acuerdo con la mitología apócrifa judía, la olla del maná (Éxodo 16: 24, 31-38; Salmos 78: 24; 105: 40; Hebreos 9: 4) en el arca fue escondido por Jeremías o llevada por un ángel al cielo, en el momento de la destrucción de Jerusalén en el año 586 a.C donde permanecería hasta que Cristo viniera. Solo a los fieles y vencedores de Pérgamo que por amor a Cristo, se abstenían de los banquetes idolátricos; el mismo Señor les servirá en el banquete celestial como ha prometido en su Palabra: “Serán alimentados por el Señor en persona”. El “maná escondido” es Cristo mismo (el verdadero pan del cielo), escondido del mundo hasta el tiempo de su aparición (Juan 6: 31-35, 48-55; Apocalipsis 7: 16, 17), simboliza la vida espiritual. Leer también Apocalipsis 3: 12; 14: 1, 19: 12, 13, 16; 22: 4.
Por otro lado los jurados votaban equitativamente depositando una “piedrecita blanca” (para absolver) o negra (para condenar) en una urna, las piedras especiales se usaban también como trofeos para varios propósitos, tales como para premiar a los vencedores en los juegos. En este caso una “piedrecita blanca” significa el triunfo de la fe sobre lo que trata de destruir la devoción a Cristo. También los romanos la usaban como “téssera hospitalis” (señal para el huésped): servía como billete de personal identificación al ser invitado a un banquete; se partía en dos con la mano; en una de las mitades figuraba el nombre del anfitrión (Jesús) y el del invitado (creyentes). Al llegar éste al lugar del banquete, presentaba su mitad y el anfitrión la juntaba con la otra mitad, con lo que la identificación quedaba garantizada.
En cuanto a “un nombre nuevo” inscrito en la piedrecita blanca, se refiere al carácter peculiar de cada individuo dado por Cristo y moldeado por la gracia y el poder de Dios, para un llamamiento y un servicio peculiares (Isaías 62: 2; Apocalipsis 22: 4). De la misma manera que Dios cambió el nombre de Abraham (padre excelso) por Abraham (padre de multitudes) y el de Jacod (suplantador) por Israel (el que lucha con Dios), así también cada creyente puede tener “un nuevo nombre”, propio y valioso, que los demás desconocen. ¡Que consuelo tan grande para un discípulo de Cristo! Aunque seamos unos desconocidos para el mundo, Dios nos ha puesto “un nombre nuevo”, bien conocidos de Él, y que nos caracteriza personalmente. ¡ALELUYA!
- AUTORIDAD SOBRE LAS NACIONES Y LA REGIRÁ CON VARA DE HIERRO (CON FIRMEZA) Y SERÁN QUEBRANTADAS COMO VASO DE ALFARERO; COMO YO TAMBIÉN LA HE RECIBIDO DE MI PADRE Y LE DARÉ LA ESTRELLA DE LA MAÑANA (APOCALIPSIS 2: 26-28).
Este fue el la promesa escatológica a los vencedores de la iglesia en Tiatira. Esta declaratoria detalla la forma en que el vencedor ejercerá tal autoridad y fue el privilegio concedido a Cristo en el Salmos 2: 7-9. Los vencedores compartirán el triunfo de Cristo sobre todo el mal y quienes lo practican, y su reinado Mesiánico (Salmos 2: 8, 9), cuando ejerza su oficio durante el milenio, que será un reino y un reinado, en que los súbditos obedecerán puntualmente las órdenes del Rey, de grado o por la fuerza que fue inaugurado con su primera venida (Isaías 1: 6). Se vuelve a confirmar la datación de tal gobierno durante el milenio en Apocalipsis 12: 5; 19: 15. Entonces será cuando los que tomaron parte en la primera resurrección participarán de lleno del poder regio de Cristo (Mateo 19: 28; Apocalipsis 20: 4, 6).
“La estrella (lucero) de la mañana” es el mismo Jesús, anunciando el amanecer de un nuevo día, es nuestra última recompensa (2 Pedro 1: 19; Apocalipsis 22: 16) e indica asimismo una participación en la gloria del Señor resucitado. Es un don igualmente escatológico que, como en 1 Corintios 15: 41, implica las dotes gloriosas del cuerpo del creyente tras de la primera resurrección (Apocalipsis 1: 16; 22: 16).
- SERÁ VESTIDO DE VESTIDURA BLANCA Y NO BORRARÉ SU NOMBRE DEL LIBRO DE LA VIDA, CONFESARÉ SU NOMBRE DELANTE DE MI PADRE Y DELANTE DE SUS ÁNGELES (APOCALIPSIS 3: 5).
Esta fue la promesa escatológica a los vencedores de la iglesia en Sardis. Son las túnicas de los justos en Jesucristo, y por lo tanto de gozo victorioso. Es claro que será borrado del libro de la vida el nombre de cualquier persona que haya nacido de nuevo pero que más tarde se había negado a perseverar en la fe y a vencer. El que sea borrado el nombre del libro de la vida (el registro eterno de los redimidos por Dios) significa la pérdida de la vida eterna y la condenación al lago de fuego en el juicio final (Éxodo 32: 32; Malaquías 3: 16; Lucas 10: 20; Filipenses 4: 3; Apocalipsis 13: 8; 17: 8; 20: 12, 15).
- LO HARÉ COLUMNA EN EL TEMPLO DE MI DIOS Y NUNCA MAS SALDRÁ DE ALLÍ Y ESCRIBIRÉ SOBRE ÉL EL NOMBRE DE MI DIOS, Y EL NOMBRE DE LA CIUDAD DE MI DIOS, LA NUEVA JERUSALÉN, LA CUAL DESCIENDE DEL CIELO CON MI DIOS, Y MI NOMBRE NUEVO (APOCALIPSIS 3: 12).
Esta fue la promesa escatológica a los vencedores de la iglesia en Filadelfia. A menudo una ciudad honraba a algún ciudadano noble erigiendo una columna en un templo donde se escribía su nombre. Así honrará el señor a quienes le son permanentemente fieles y vencedores. Indica la identificación con Dios, la posesión divina, la ciudadanía espiritual y una reflexión sobre el carácter de Cristo. Así como los seguidores de la bestia llevan la marca de su amo (Apocalipsis 13: 16, 17), también los seguidores del cielo llevan el distintivo y el signo de su dueño: Cristo.
- LE DARÉ QUE SE SIENTE CONMIGO EN MI TRONO, ASÍ COMO YO HE VENCIDO Y ME HE SENTADO CON MI PADRE EN SU TRONO (APOCALIPSIS 3: 21).
Esta fue la promesa escatológica a los vencedores de la iglesia en Laodicea. Compartirá con cristo la gloria de su reino y ayudará a gobernarlo. Una y otra vez sugiere el Nuevo Testamento que en las innumerables multitudes de seres celestiales estarán bien organizado con muchos puestos de variada responsabilidad y que a cada uno se le asignará la tarea para así ser apto (Lucas 19: 17-19). “Es el trono de Dios” y del cordero que han d compartir los que tengan parte en la primera resurrección (Apocalipsis 20: 4; 22: 1, 5). Con esta columna intima entre el creyente y Cristo, la cual empieza ya en esta vida, pero se hará manifiesta en la segunda venida del Señor (1 Juan 3: 2), se realizará lo que leemos en Juan 14: 23; 15: 5; 1 Juan 2: 24.
8. HEREDARÁ TODAS LAS COSAS Y YO SERÉ SU DIOS Y ÉL SERÁ MI HIJO (APOCALIPSIS 21: 7)
Esta son las promesas y las bendiciones del hombre de fe, en contraste con el destino funesto de los incrédulos y otros más (Apocalipsis 21: 1-8)). Son dos bendiciones que en realidad, se funden en una y están reservadas para el que “venza”. Ocho veces, con ésta, son las que, en Apocalipsis ocurre y aparece (en nominativo o en dativo) la expresión griega “ho nikón” o “nikón” (vencer) en participio de presente: “El que venciere, el que vence o el que venza”.
La repetición (al que venciere) se aplica en este libro (Apocalipsis), donde domina la lucha por mantenerse firme en la fe, por muy dura que sea la aflicción que cause física y moralmente la persecución precisamente por causa de es misma fe (1 Juan 5: 4). La promesa consiste en al que “venza” con viento y marea es que “heredará las cosas”, es decir, todas las que se han dicho y se dirán acerca de la felicidad eterna.
La expresión: “Yo seré para él Dios y él será para mí hijo” (literal); se repite mucho en el Antiguo Testamento; en general, con respecto a Israel (Éxodo 4: 22; Deuteronomio 14: 1; Oseas 1: 10). Pero se repite de modo especial en 2 Samuel 7: 14, dentro del pacto que hizo Dios con David (Romanos 8: 17; 1 Corintios 3: 22), en que se confirma esta herencia universal, reservada a los creyentes (1 Pedro 1: 4). Esta bendita suerte de los elegidos (Apocalipsis 21: 7) contrasta con el fatal destino de los malvados: “Los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.” (El infierno) (Apocalipsis 21: 8).
CONCLUSIÓN:
Gloria a Dios por todas estas promesas de bendición para los vencedores. Vamos a vencer en el nombre de nuestro Señor Jesucristo hoy y siempre; a pesar de las situaciones, circunstancias difíciles, adversas, negativas y desfavorables. ¡AMEN QUE SÍ!
Autor: PrediCantor Garys Leandro
Preparado especial y originalmente para: www.destellodesugloria.org