Un Destellito En Las Manos de Dios
El profesor que tenían era muy duro con los alumnos, y si bien enseñaba de tal manera que era fácil entenderle, castigaba con rudeza los errores o el mal comportamiento, y peor aún si se trataba de no haber hecho las tareas. Cierto día, Ociel llegó a la Escuela sin haber completado los ejercicios que el profesor había dado para hacerlas en casa, como no era la primera vez, lo llamó, —Ociel, venga aquí, dijo, al momento que tomaba su regla metálica, —Las palmas hacia arriba, ordenó, el maestro no se había enterado de la dificultad física que tenía su alumno. —¡No puedo!, le dijo Ociel, el profesor, muy enojado, le insistía, creyendo que el niño se burlaba. Ociel, sin poder más se puso a llorar. Repentinamente, su amigo Segundo se acercó hacia donde se encontraban, y dijo, —Profesor, aquí están mis manos, golpéelas con la regla en lugar de las manos de Ociel, él está enfermo, por eso no puede mostrarle sus palmas. Al ver que la situación se había tornado tensa, el profesor envió a los dos niños a sus asientos.
Ociel y Segundo, En La Escuela
Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Más el herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Isaías 53: 4,5.
Digna de destacar es la historia de Ociel y Segundo, este último vio a su amigo en mucha aflicción, por lo que no dudó en ocupar su lugar para recibir el castigo. Esto sucedió en una escuela del sur de Chile. Algo similar pero de características eternas, y cósmicas sucedió sobre un monte llamado de la Calavera o Gólgota. En ese lugar fue plantada una cruz y sobre ella un hombre, ¡qué digo!, se trataba del Hijo de Dios, con sus manos y pies clavados sobre el madero, y con una corona hecha con espinas, y, ¿qué hacía Jesús allí?, ocupando su lugar querido lector, llevando a cuestas la causa de sus aflicciones, como lo señala Isaías: Sus enfermedades, sus dolores, los azotes que le correspondían a usted, también sus rebeliones y sus pecados, con respecto a lo último, fue molido. La acción de ir a la cruz, le permitió a usted tener la tranquilidad de la vida eterna, y la sanidad para su cuerpo enfermo, dijo finalmente Destellito.-
Autor: Oscar Olivares Dondero
Escrito para: www.destellodesugloria.org