Decisiones
Y las preguntas no acaban aquí, conforme vayamos madurando y enfrentándonos a otros roles (ser papá, mamá, jefe, pastor, líder, miembro activo de una comunidad, etc.) estas se irán multiplicando exponencialmente, llegando incluso a percibirlas como insostenibles a ratos, lo que resulta totalmente normal, sobre todo cuando estamos en medio de la erupción del volcán.
Precisamente hoy conversábamos de eso con una amiga. Existen momentos en que pareciera que las decisiones fueran tras de nosotros, sí o sí debemos resolver variados asuntos lo que nos lleva a tener que invertir muchísimos recursos emocionales y cognitivos para atender a esta urgencia. No siempre decidimos lo que es más “correcto” pero sí lo más beneficioso para ese momento específico. Cuando no acertamos en la decisión que tomamos, nos transformamos en verdaderos verdugos de nosotros mismos criticando sin clemencia aquello que resolvimos como si tuviéramos una esfera de cristal que nos mostrase todo lo que va a suceder más adelante. Nunca debemos deja de ver la decisión que tomamos a través de los lentes que usábamos en el momento en que determinamos tal o cual cosa, puesto que pasado el tiempo y resuelto el problema, no es muy fácil autocriticarnos y poner en tela de juicio lo que un día determinamos.
No estoy queriendo decir que todo lo que decidimos es acertado, tampoco quiero decir que no debamos analizar las decisiones que tomamos, lo que quiero decir es que es muy fácil auto enjuiciar nuestro actuar cuando ya no tenemos el barro hasta el cuello, es muy sencillo juzgar la decisión de los demás cuando nosotros no estuvimos en sus zapatos el día que decidió algo que marcó su vida.
Bien sabe de esto Jesús. Cuando se encontró con Zaqueo no dudó ni un segundo en decirle que iría a su casa a comer. No titubeó ni un instante. Jesús nunca juzgó las decisiones de los demás, Él los confrontaba con los efectos que éstas habían tenido y les daba una nueva posibilidad. No les cerraba la puerta en la cara y los enviaba a “asumir las consecuencias de sus actos”, pudiendo hacerlo con TODA la autoridad que poseía. Él intervino e intercedió frente a aquellas decisiones cuyos resultados traían consecuencias de muerte. A nadie le consultó las motivaciones de sus decisiones, Él comprendió que tal vez, la decisión tomada era la que resolvía (aparentemente) mejor el conflicto, pero no le preguntó a María Magdalena porqué se prostituía o a Zaqueo porqué robaba…no fue su tema.
Más aún, tanto le importaba asegurarse que pudiésemos tener pistas para decidir mejor, no por Él, sino para que nosotros no tuviéramos que vivir atados por las decisiones que tomáramos, que dejó a Su propio Espíritu dentro nuestro para que sirviera de “colador” de cada paso que diéramos. A veces esto se nos olvida, y volvemos a nuestra antigua manera de decidir sin consultarle a nadie, pero si tomáramos un momento para pedirle a ese Ayudador que nos dé una manito para resolver alguna situación, estoy segura que respetuosamente nos daría su opinión. Si estás interesado en oírla de seguro disminuirás la probabilidad de error. Inténtalo. Si le ha resultado a otros ¿por qué no a ti?
Autora: Poly Toro
Escrito para www.destellodesugloria.org