Una experiencia verdadera con Dios
Antes de tener la oportunidad que Dios me está dando, de conocerlo como lo estoy conociendo, era simplemente una mujer con un título profesional, llena de conocimientos y argumentos teóricos creados por los hombres; conocimientos y argumentos que en nada me edificaban como lo ha hecho la palabra de Dios; y no estoy queriendo decir que el instruirse y prepararse sea malo, por supuesto que no, al contrario es una estrategia que deberíamos tener siempre en cuenta para complementar nuestra formación y crecimiento personal.
Sin embargo, cuando nuestra mente se empieza a llenar de información podemos correr el riesgo de anteponerla al conocimiento de Dios, nuestro ego se puede inflar y podemos empezar a creernos sabios e inteligentes por el sólo hecho de “saber mucho”, tal vez nuestro corazón puede llenarse de orgullo y altivez y hasta se nos puede olvidar que todo lo que sabemos nos es dado por la Gracia de Dios y no por nuestros propios esfuerzos. ¡Ay de los que se consideran sabios, de los que se creen inteligentes! Isaías 5:21 (Nueva Versión Internacional).
Cuando empecé a tener una verdadera experiencia con Dios, fue entonces cuando comprendí la diferencia entre saber de Dios y experimentar a Dios. Como lo era yo, muchas personas dicen tener a Dios en su vida, dicen creer en Él y en su Hijo Amado Jesús; pueden incluso saberse de memoria las escrituras, pero sin que ellas hayan hecho algún efecto de transformación en sus vidas y ahí, es donde está la diferencia, podemos saber mucho de Dios pero mientras su palabra no se active en nuestras vidas, cambiando todo aquello que hay que cambiar, sacando lo que no pertenece a Él y más bien adoptando sus mandamientos para que tengan un efecto renovador en nuestras vidas, podremos seguir diciendo que “sabemos de Dios” pero no podremos decir “que lo experimentamos”.
Siempre que me acerco a Dios, le pido que me regale una porción de su sabiduría, una porción de su entendimiento y doble porción de humildad; para que no caiga en el error de jactarme y enorgullecer mi corazón del conocimiento que sólo a Él pertenece. Esto en primer lugar, y en segundo lugar, le pido que sea Él quien active su palabra en mi vida para que cada día mi corazón sea cambiado y transformado por Él. “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva la firmeza de mi espíritu”. Salmo 51:10 (Nueva Versión Internacional).
Te invito a que experimentes a Dios, lee su palabra y pídele que la haga viva en tu vida a través de su Espíritu Santo, para que cada día seas más sabio y más inteligente, para que seas una mejor persona, pues no es el conocimiento lo que te hacer ser una gran persona, es una experiencia verdadera con Dios.
¡Él está anhelando tener una experiencia contigo ahora mismo!
Autora: Marisela Ocampo Otálvaro
Escrito para www.destellodesugloria.org