El viene ¡cuando papá no está!
Mamá dime por favor: ¿Quién es ese señor? ¿Por qué nos visita, cuando papá no está? No esquives la mirada, yo sólo pregunto acerca de lo que veo sin comprender. En un rato más, la visita se irá. Te apresurarás a tirar las flores y a bañarte. Empezarás a limpiar la casa, la cama y… ¿y la conciencia mamá? ¿Tu conciencia no está sucia? O eso es lo que procuras limpiar con tus lágrimas y con tu oraciones? Mi papá es bueno, mamá. ¿Tú ya no lo amas? ¿Es porque no te trae flores? Yo veo que él te abraza y también te dice palabras bonitas, aunque tú siempre lo esquivas.
¡Mi papá es un gran hombre! Cuando estoy llorando, ¿has visto cómo me toma en sus brazos y me arrulla hasta que me quedo dormido? Con él me siento seguro y protegido. Al llegar a casa, me regala la mejor de sus sonrisas, sin importar lo difícil que haya sido su día en el trabajo. Papá nunca llega con las manos vacías. Sabe exactamente lo que necesitamos y aún antes de pedírselo, el procura complacernos con afán y ternura. Me duele ver cuando sutilmente rechazas sus besos y sus caricias. Si ya no lo amas ¡díselo mamá! Hablen! Total yo no entiendo las palabras…
Me pregunto, si acaso seré yo la causa de que hayan dejado de amarse. Me pregunto si la situación no mejoraría con mi partida. Quizás… ¡si no hubiese nacido…! Pero yo sé que me aman. Yo sentía sus besos, y las promesas que me hacían, cuando estaba en la pancita. Todo esto ¡es tan difícil para mí! Quizá ese señor que nos visita, te está pintando un mundo maravilloso ahí afuera, donde sólo ustedes dos tendrán cabida. Quizás te promete una rosa, cada día. Dirá que te podrá pintar un sol cada mañana, o te prometerá una radiante luna cada noche, ¡sólo para dos! Yo soy pequeño mamá ¡pero no soy tonto.
Cuando vengan las noches largas y oscuras; cuando vengan los días difíciles ¡buscarás a mi papá! Cuando la alacena esté vacía… cuando por las noches sientas, que el frío de la soledad congela tu alma, porque para otra mujer fue la visita, ¡buscarás a mi papá! El es tan bueno y te ama tanto, que seguro te perdonará; y hasta es probable que esté ahí para abrazarte, contenerte y darnos otra oportunidad como familia. Yo también estaré ahí mamá; pero ya no seré el mismo. ¡No te juzgo! ¡No! Es que todo esto me produce mucha rabia y dolor. Mi autoestima estará considerablemente dañada para entonces.
¡Tengo tanta confusión! Con todo esto, ya no sabré qué modelo debo seguir; si el del hombre bueno y lastimado, o el del ladrón oportunista, que parece haber ganado esta partida. No te extrañes que ya no sonría como antes, ni comparta con los chicos de mi edad. Es que a mi papá, se le habrá roto el corazón y de solo pensarlo me duele… ¡me duele tanto! Cuando todo esto suceda, ¡por favor compréndeme mamá! ¡No me trates como a un rebelde! Piensa que soy el producto de lo que tú, y ese señor plasmaron en mi vida. Pero aún hay una esperanza para ti, mamá. El domingo, escuché al predicador decir estas palabras:
“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él y cenaré con él y él conmigo” (Apocalipsis 3:20)
¡Abre la puerta mamá! ¡No tengas temor! ¡El es un caballero! ¡Siéntate con él a la mesa, y acepta su regalo! Este visitante, no viene con flores para ti. El vino a devolverte la dignidad. ¡El Señor ha venido para que tengas vida, y para que la tengas en abundancia! (Juan 10:10) Acéptalo mamá en tu corazón, y volvamos a ser los tres ¡ésa familia con la que siempre hemos soñado!
Autora: Estela Schüsselin
Escrito para: www.destellodesugloria.org