Destellito, leyendo una antigua revista, se encontró con una historia que bien podría servir para enseñar. Se trata de un estudiante universitario y uno de sus profesores que acordaron hacer un paseo al campo. Al llegar cerca de un árbol, observaron que allí alguien había dejado sus zapatos y un viejo abrigo. El estudiante propuso esconderlos con el propósito de hacer una broma a su dueño, que no podía ser otro que aquél hombre que trabajaba afanosamente la tierra, cercano a ambos. El profesor no compartió la idea del alumno, y le dijo, —no está bien lo que quieres hacer, tú eres un joven rico, ¿por qué no colocas una moneda de oro en cada zapato, y observamos su reacción? Al rato el trabajador cruzó el campo hacia donde estaban sus prendas. Al colocarse uno de los zapatos notó que algo extraño había en su interior. Menuda sorpresa se llevó cuando comprobó que era una moneda de oro, sorprendido miró hacia todos lados con la idea de saber quién fue la persona que la había dejado allí. Al ponerse el otro zapato, fue lo mismo, había otra moneda de oro al interior del zapato. Al momento, el hombre pobre se arrodilló llorando y con sus brazos hacia el cielo dijo: “Gracias Señor porque eres bueno, yo sabía que mi indigencia estaba en tu memoria, y que solo debía creer que tú me ayudarías en el momento de tu voluntad. Ahora, podré ir a casa a alimentar a mis hijos y a mi esposa antes que mueran de hambre”. El profesor y el estudiante, no pudieron evitar estremecerse ante tal cuadro. Destellito, emocionado comparte de la Biblia, la Palabra de Dios, lo siguiente:
En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir. Hechos 20:35.
Dos Monedas De Oro
¿Dónde estuvo la bienaventuranza en la historia?, en el dar. Sin duda que la sociedad sería mucho más próspera y feliz, si cada persona se dispusiera a dar a los necesitados. Hay que recordar que la Palabra del Señor, declara que la primera intención de la persona por tener un trabajo remunerado, es para ayudar a los que padecen necesidad. Y en verdad hay que reconocer que casi no se cumple. Ser pobre no es causa de risa, ni tampoco es pecado, pero si hay la disposición de alegrar el día de uno, la bienaventuranza será alcanzada. El pueblo de Dios Creador es llamado a imitar a Jesús, y Él nunca rechazó a los pobres, a todos los acogió, ya sea alimentándolos, o sanando sus enfermedades o dolencias, junto con compartir con ellos los buenos deseos del Padre. Como un llamado de atención, Cristo Jesús dijo que los pobres siempre estarían entre los hombres, por lo que existiría la ocasión, para los hijos y para las hijas de Dios Creador, de aminorar sus carencias. ¿Quiere recibir mayor bendición?, entonces dé, aconseja Destellito.