Tú eres un hijo del Rey
Adonías, cuya madre fue Jaguit, ambicionaba ser rey, y por lo tanto se levantó en armas. Consiguió carros de combate, caballos y cincuenta guardias de escolta. Adonías era más joven que Absalón, y muy bien parecido. Como David, su padre, nunca lo había contrariado ni le había pedido cuentas de lo que hacía, Adonías se confabuló con Joab hijo de Sarvia y con el sacerdote Abiatar, y éstos le dieron su apoyo. Quienes no lo apoyaron fueron el sacerdote Sadoc, Benaías hijo de Joyadá, el profeta Natán, Simí y Reguí, y la guardia personal de David. 1 Reyes 1:5-8
El enemigo querrá hacer todo lo posible para lograr su objetivo, aún enviar a personas a que usurpen tu lugar, quizá el ministerio que Dios te ha dado, tu trabajo, tu familia, y querrá parecer inofensivo y a la vez pondrá a otras personas en tu contra.
—Mi señor juró por el Señor su Dios a esta servidora suya —contestó Betsabé—, que mi hijo Salomón sucedería en el trono a Su Majestad. Pero ahora resulta que Adonías se ha proclamado rey a espaldas de Su Majestad. Ha sacrificado una gran cantidad de toros, terneros engordados y ovejas, y ha invitado a todos los hijos del rey, al sacerdote Abiatar y a Joab, general del ejército; sin embargo, no invitó a Salomón, que es un fiel servidor de Su Majestad. 1 Reyes1:17.19
Tú eres un hijo de Dios, una hija de Dios, por lo tanto nunca permitas que ese enemigo que ha venido a robar, a matar y a destruir te robe lo que es tuyo en el orden de Dios, primero salvación, tu paz, tu libertad, porque muchas veces el viene a poner pensamientos y llegas a creer y pensar que es mentira lo que Dios te ha dado, muchas veces lo puede hacer a través de pensamientos o de sentimientos que puede sembrar para robarte la Fe, para hacerte “creer” que Dios no te ha dado nada, pero en el fondo aunque estés pasando por un desierto el enemigo sabe que Dios te ha prometido cosas grandes, pero él quiere que pierdas la fe, y recuerda que sin fe es imposible agradar a Dios.
Le dijo:—Mi señor y rey, ¿acaso ha decretado usted que Adonías lo suceda en el trono? pregunto esto porque él ha ido hoy a sacrificar una gran cantidad de toros, terneros engordados y ovejas. Además, ha invitado a todos los hijos de Su Majestad, a los comandantes del ejército y al sacerdote Abiatar, y allí están todos ellos comiendo y bebiendo, y gritando en su presencia: “¡Viva el rey Adonías!”Sin embargo, no me invitó a mí, que estoy al servicio de Su Majestad, ni al sacerdote Sadoc, ni a Benaías hijo de Joyadá, ni a Salomón, que es un fiel servidor de Su Majestad. ¿Será posible que mi señor y rey haya hecho esto sin dignarse comunicarles a sus servidores quién lo sucederá en el trono? 1 Reyes 1:24-27
Quizá el Señor no te ha enviado esa enfermedad, ese problema, eso que estás pasando y el enemigo quiere hacerte creer que a Dios le place tu situación, quiere que pienses que ya no obtendrás sus beneficios de ser su hijo o su hija, pero cuando crea que ya te destruyó, Dios sacará su bandera demostrando que Sus promesas son fieles, y que Él no es hombre para mentir y que lo que te ha prometido te lo dará SI CREES, y no dudas en su fidelidad.
Entonces el rey le hizo este juramento:—Tan cierto como que vive el Señor, que me ha librado de toda angustia, te aseguro que hoy cumpliré lo que te juré por el Señor, el Dios de Israel. Yo te prometí que tu hijo Salomón me sucederá en el trono y reinará en mi lugar. Betsabé se inclinó ante el rey y, postrándose rostro en tierra, exclamó:—¡Que viva para siempre mi señor el rey David! 1 Reyes 1:29-31
Cuando Dios pelea por ti y cuando es Él quien te ha llamado te defenderá de quien quiera ocupar tu lugar que Él te ha dado para Su Gloria, para Su Obra, y para Su exaltación, Él dirá Mi Hijo amado eres tú en quien tengo complacencia como lo hizo con nuestro Señor Jesús; que cuando el enemigo creyó haberlo derrotado, Dios exhibió públicamente a los principados y a las potestades y sentó a su diestra a su hijo, después de todo lo que pasó y que aún así nunca dudó de su Padre.
Después de eso, regresen con él para que ocupe el trono en mi lugar y me suceda como rey, pues he dispuesto que sea él quien gobierne a Israel y a Judá.¡Que así sea! —le respondió Benaías hijo de Joyadá—. ¡Que así lo confirme el Señor, Dios de Su Majestad! Que así como el Señor estuvo con Su Majestad, esté también con Salomón; ¡y que engrandezca su trono aún más que el trono de mi señor el rey David!El sacerdote Sadoc, el profeta Natán y Benaías hijo de Joyadá, y los quereteos y los peleteos, montaron a Salomón en la mula del rey David y lo escoltaron mientras bajaban hasta Guijón. Allí el sacerdote Sadoc tomó el cuerno de aceite que estaba en el santuario, y ungió a Salomón. Tocaron entonces la trompeta, y todo el pueblo gritó: «¡Viva el rey Salomón!» 1 Reyes 1:35-39.
Dios te dará más de lo que imaginas, y no por nuestros propios méritos o capacidades, sino en la medida que nosotros le seamos fieles Él nos recompensará, no por lo que podamos exigirle a Dios que nos dé, sino que Dios mira los corazones obedientes a Él y Él los recompensa.
Adonías, por temor a Salomón, se refugió en el santuario, en donde se agarró de los cuernos del altar. No faltó quien fuera a decirle a Salomón:—Adonías tiene miedo de Su Majestad y está agarrado de los cuernos del altar. Ha dicho: “¡Quiero que hoy mismo jure el rey Salomón que no condenará a muerte a este servidor suyo!”Salomón respondió:—Si demuestra que es un hombre de honor, no perderá ni un cabello de su cabeza; pero si se le sorprende en alguna maldad, será condenado a muerte. Acto seguido, el rey Salomón mandó que lo trajeran. Cuando Adonías llegó, se inclinó ante el rey Salomón, y éste le ordenó que se fuera a su casa. 1 Reyes 1:50-53
Nosotros como hijos de Dios le hemos de dejar la venganza a Dios, recuerda que nuestra pelea es de rodillas, y Dios mismo hará que teman nuestros enemigos, y que aunque haya gente que envidie lo que Dios te ha dado, Dios hará que ellos mismos vean el respaldo de Él contigo.
Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: «¡Abba! ¡Padre!» El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria.
Romanos 8:15-17.
Autora: Karina Gazo
Escrito para www.destellodesugloria.org