La pasión de Cristo…¿Cuándo comenzó?
Cuando vi este filme, al igual que la mayoría de los espectadores, no pude contener mis lágrimas. Además de las escenas de Jesús, siendo torturado terriblemente como mencioné antes; y ver a una madre sufrir, al presenciar horrorizada, la crueldad que se descargaba sobre su hijo inocente..y (¡ni aún se justificaba si fuese culpable!), le desgarra a uno el corazón. Jesús era un hijo ejemplar, desde todo punto de vista. Su único pecado, era recorrer las polvorientas calles, de norte a sur y de este a oeste, sanando, liberando, perdonando y cambiando vidas, como hizo con el gadareno. Ese hombre se presentó ante Jesús, desnudo, sucio y atado con pesadas cadenas y los pies sujetados con grillos. Cuando salió de su bendita presencia, lo hizo limpio, vestido y en su juicio cabal…¡Sano y libre para la gloria del Padre!
Lo que yo no sabía al momento de ver la película, y quizás muchos no lo saben aún, es que la verdadera agonía de Jesús, la “Pasión de Cristo”, no empezó allí con los latigazos. La palabra “Agonía”, viene del griego, y significa: “Dolor extremo” ¿En qué momento, Jesús comenzó a agonizar?..¿Cuándo El comenzó a sentir ese dolor extremo en su cuerpo y en su alma? Yo creo que fue, desde el mismo momento, en que supo el verdadero propósito de su vida. Creo que su agonía comenzó cuando comprendió que: Antes de morir por la humanidad, ¡era su propia humanidad la que debía morir en él! ¡Morir a su “yo”!…a la tentación de resistirse al objetivo por el que vino a la Tierra. Su agonía llegó a un punto crítico, cuando oraba en Getsemaní “Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor, como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra” (Lucas22:44) Estaba muriendo allí, mientras batallaba en las rodillas. ¡Estaba combatiendo contra su humanidad!..(Hebreos 12:4)
Agonizaba, cuando en un intento por salvarse del trago amargo, exclamó: “Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42) A veces creo que, tomamos la Pasión de Cristo, de una manera muy superficial. Somos más “almáticos” que espirituales. Sentimos dolor y hasta lloramos por El cuando, una vez al año y coincidiendo con la Semana Santa, vemos películas que nos tocan las fibras más íntimas de nuestro corazón. Deberíamos ser menos “sensibleros” y comprender que su verdadera agonía, comenzó cuando comprendió, que para vivir ¡le era necesario morir!. Y más aún, pasar por una muerte horrenda y extremadamente humillante, para darnos vida a ti y a mí. Ojalá podamos tener nuestro propio Getsemaní, combatiendo allí en las rodillas, hasta que la voluntad del Padre, pueda prevalecer, sobre la nuestra. Que el dolor, la tristeza y la soledad, nos lleve a orar ¡para no entrar en tentación!. Que no tratemos de evadirnos, durmiendo, como hicieron los discípulos que le acompañaban en Getsemaní (Lucas 22:46) Seguramente, este también será para nosotros, un proceso doloroso en extremo; ¡una verdadera agonía! pero hagamos como El…¡oremos más intensamente!
Si sentimos que nuestras fuerzas nos abandonan ¡entonces confiemos! Porque, ciertamente, ¡un ángel aparecerá para fortalecernos como lo hizo con Jesús! (Lucas 22:43)
Autora: Estela Schüselin
Escrito para: www.destellodesugloria.org