…Como si fuera el último día
Porque fuerte es como la muerte el amor;
Duros como el Seol los celos;
Sus brasas, brasas de fuego, fuerte llama”
Cantares 8:6
Pasamos y pasamos tanto tiempo al lado de esa persona que decimos querer, pero realmente muchas veces no comprendemos que sucedería en nuestras vidas si esa persona llegara a faltar. De una mala manera confiamos y suponemos que esa persona siempre estará allí, pero no nos percatamos que es Dios quien decide hasta que hora, de que día, de que mes, de que año; esa persona estará con nosotros.
Esto es un grito de atención para aquellas personas que no ven a quien tienen a su lado, y una voz de comprensión para esas personas que son la otra cara de la relación.
Es cierto, el amor muchas veces no hace lo que queremos, y muchas veces termina cuando nosotros más lo necesitamos. El amor es impredecible algunas veces porque cuando creemos que ha llegado, se va; pero también es predecible porque sabemos que al irse el dolor llegará.
El amor se vuelve bastante complicado, yo he sido testigo de eso. Las espinas indolentes del sufrimiento tarjaron durante mucho tiempo mi piel y no solo superficialmente, sino también llegaron a socavar mi corazón permitiendo que las fuerzas se escaparan y mi alma estuviera sucumbiendo por la falta de visibilidad en el camino. En esos momentos ver hacia donde se va, no se puede; el dolor nubla, el sufrimiento ciega, y las lágrimas carcomen lentamente las ganas de seguir adelante, ralentiza los pasos y arrodilla la voluntad más decidida.
Tener a alguien no significa que no lo perderemos en algún momento, impredeciblemente el amor es así, pone a prueba hasta el más mínimo indicio de sentimiento, de palabras dichas, de promesas aceptadas. La prueba puede ser corta y fácil, pero también, y la mayoría de veces, es larga y dura.
El tesoro más grande es tener al lado a alguien con quien se puede contar el resto de la vida, aquella persona inigualable y que siempre nos dará lo que nunca muere, el amor necesario cuando ya todo esté abajo y nada nos logre poner arriba.
El amor tiene posibilidades; como la posibilidad infinita de cambiar el rumbo de las cosas, pero nunca lo hará por sí mismo; la decisión irrevocable es de quien se atreva a cambiar el destino. Una decisión que muchos contemplan, pero pocos ejecutan o aceptan.
Entrar por urgencias con un amor postrado en una camilla es bastante doloroso, afrontar el hecho de que ese mismo amor entró en un estado de coma profundo indefinido es aún más doloroso, pero permanecer sentado al lado de él en un cuarto baldío todos los días sin saber cuándo despertará o cuando será despertado, carcome el alma y los pedazos caen mientras el tiempo pasa indolente.
Es difícil tomar la decisión de hacer algo, pero no tiene ninguna excusa cuando aún existe amor.
Los cobardes frente al amor son muchos, pero los valientes y que tiene una felicidad admirable junto a sus parejas pocos, muy pocos. Ya no existen personas que sean capaces de luchar por amor, porque el amor se ha vuelto muy efímero e irrelevante. Hoy, la mentalidad de llegar a viejos y de compartirlo todo, es nada.
Cuando nos gusta alguien o cuando estamos en un noviazgo; pasamos días enteros junto a la mujer o al hombre que le pedimos a Dios que nos diera o que nos dé, pasamos tiempo con esa persona, pero muchas veces no nos constatamos de hacer realmente lo que esa persona quiere, le gusta, ama; no nos tomamos el tiempo de contemplarla, de acariciarla, de besarla, de demostrarle cuanto le amamos, cuanto no complacemos en servirle y dedicarle canciones, palabras, poemas, frases; de salir a caminar, a disfrutara de su presencia. Nos pasamos mucho tiempo pensando en tanta cosas, que al final del día solo tenemos un vago “hola” para la persona que decimos querer con toda nuestra alma, y ya cuando esa persona se va o ya no está, es cuando entendemos a cabalidad todo el tiempo que perdimos preocupándonos por nosotros mismos. ¿Es acaso eso lo que quieres que pase?
Hay amores y sentimientos que se enfrentan a la dura situación de la distancia, personas que se enamoran sin importar cuán lejos estén y cuanto tiempo pasará para verse, personas que se enamoran de un país a otro; aplaudo a esas personas que son capaces de esperar en el Señor para ver a la persona que aman algún día, aplaudo a esas personas que le oran a Dios y le entregan a esa persona pidiéndole la petición especial de que sea él quien la entregue en sus manos. No desapruebo esos sentimientos y amores en absoluto porque para Dios no hay fronteras, ni límites, ni distancias; los únicos que tenemos eso en nuestras mentes somos nosotros, y por eso es que muchas veces, con nuestros pensamientos, no dejamos actuar a Dios. ¡Quizá tu novia, y tu futura esposa, está en otro país! No cierres tu mente, cree en lo imposible para que Dios lo haga posible.
¡Por favor! Hombres y Mujeres de Dios, una relación, un sentimiento y un amor, son para alimentarlos, no pierdan aquello por lo cual sus parejas se enamoraron, no dejen de ser esas personas especiales que conquistaron a sus novias, no dejen de robar suspiros, nunca dejen de conquistar a la personas que quieres tener; y si la tienen, mucho menos pueden detenerse. El amor nunca se detiene, el amor se alimenta cada día como se alimenta a un bebe recién nacido. El amor siempre necesitará lechita caliente, y siempre querrá que le tomemos en brazos y se lo demos en un biberón.
¡Detente por un momento…! Siente los latidos de tu corazón… respira… y si tienes a esa persona a tu lado, dile cuanto la amas, dile cuán importante es para ti el que este aún hoy a tu lado, mírala a los ojos y dile lo más hermoso que puedas. Y si no está a tu lado, ¡llámala!, haz lo que tengas que hacer pero no dejes pasar este momento sin hacer esto. Dile que le amas, dile que te perdone aún cuando creas que no has hecho nada, pídele perdón solo por el hecho de haber olvidado quien es esa persona a tu lado y que sin ella tu vida se pondría triste. ¡Vamos, que esperas! ¡No me estás escuchando! Toma ese teléfono y llámala ¡ya!, tómala y abrázala; dile que es importante para ti, dile que le das Gracias a Dios por colocar a una persona tan hermosa a tu lado, dile que siempre estarás a su lado, dile que siempre serás su apoyo, dile algo tan profundo y hermoso que de sus ojos salgan lágrimas de alegría y felicidad absoluta, mírala, contémplala, invítala a salir, a comer, a disfrutar de un helado, dale tu tiempo, muere a ti desde ahora y dedícate a esa persona que quieres y amas. Interrumpe lo que estés haciendo y hazle saber cuánto la amas aún o cuanto quieres estar a su lado para siempre. Alimenta hoy ese amor especial, ese sentimiento. Y si por algún motivo estás disgustado con esa persona que quieres, o están enfadados y hace días que no se hablan, toma el teléfono o de la forma que puedas comunicarte con esa persona y si aún la amas, dile cuanta falta te hace, dile cuanto le extrañas, dile lo que sientes si no está a tu lado, dile que pasaría si llegas a perderla. Hazle saber que aun piensas en ella, a pesar de estar enojados. Haz lo que tengas que hacer pero no permitas que este devocional acabe sin hablar con esa persona. Pero si no es posible hacerlo, entonces prométele a Dios que lo harás apenas puedas; pero le pido al Señor Todopoderoso que en el Nombre de Jesús, cada una de las personas que lea este devocional pueda hacerlo en el mismo instante que lo estén leyendo y que no lo dejen para después.
Corre hacia esa persona, no la dejes escapar, no la dejes ir sin decirle que le amas como hace mucho no amabas, que es la persona que quieres toda la vida, que es la persona que le habías estado pidiendo a Dios, que es la persona por la que cada noche le has pedido a Dios que entregue en tus manos… ¡Vamos! ¡Ya! ¡Ya! ¡Ya!
Ama y quiere a esa persona que está a tu lado, porque no sabes cuánto tiempo estará contigo. Toma tus mejores palabras y ve y exprésale con tu alma cuanto le amas…
«He aquí que tú eres hermosa, amiga mía;
He aquí eres bella; tus ojos son como palomas.
He aquí que tú eres hermoso, amado mío, y dulce;
Nuestro lecho es de flores».
Cantares 1:15-16
Valoren a quien tienen a su lado… Como si fuera el último día.
Autor: Juan Carlos Vidal
Escrito para www.devocionaldiario.com