Temas y Devocionales Cristianos

La incredulidad te puede aguar la fiesta

La incredulidad te puede aguar la fiesta

Hay veces en la vida que tenemos que esperar mucho por una respuesta de Dios, no entendemos por qué no llega cuando nosotros lo deseamos, sino que llega en otro momento, en otro tiempo, bajo circunstancias que jamás nos imaginábamos. Ahora, también nos puede pasar que entendemos menos aún, cuando nos portamos muy bien y cumplimos lo mejor que podemos con todo lo que le agrada a Dios, pero parecería que eso tampoco es suficiente como para obtener la respuesta tan anhelada. Sentimos una especie de frustración, y muy dentro nuestro pensamos: «¿por qué hay gente que no cumple tan bien como nosotros con los mandamientos de Dios y sin embargo ellos se ven tan felices?» y lo que es peor aún, ¡tienen lo que nosotros tanto desearíamos tener, pero aún eso no ha llegado a nuestra vida!

Les voy a contar la historia de un matrimonio que deseaba tener un bebé desde que eran jóvenes, pero el bebé llegó en un tiempo inesperado, cuando ellos eran ancianos. El hombre se llamaba Zacarías y su mujer Elisabeth, dice la Biblia que ellos eran irreprensibles delante de Dios o sea era gente a la cual no se le podía reprochar nada, porque eran justos, dentro de su casa y fuera de ella. Zacarías era sacerdote, y un día tuvo el privilegio de que le tocó en suerte ofrecer el incienso, entrando en el santuario del Señor, este privilegio se ejercía solamente ¡una vez durante la vida entera de un sacerdote! Imagínense qué honor para Zacarías ejecutar esa función, era algo realmente muy especial. Ahora eso no fue lo único especial que le sucedió, le pasó algo más, algo SOBRENATURAL. Ese día, se le apareció un ángel y se puso en pie a la derecha del altar del incienso y Zacarías al verlo se puso muy nervioso y hasta tuvo miedo. Pero el ángel le dijo:

«NO TEMAS; PORQUE TU ORACIÓN HA SIDO OÍDA, y tu mujer Elisabeth te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan».

¡Esa respuesta tan esperada, por tanto tiempo había llegado! Sin embargo Zacarías no tuvo mejor idea que hacer una pregunta, de esas que nunca hay que hacer bajo estas circunstancias, él preguntó: «¿En qué conoceré esto? Porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad avanzada». Es como si Zacarías le hubiese dicho al ángel: «No sé si te diste cuenta la edad que tengo, porque mírame cómo estoy yo, bueno mi mujer está parecida a mí. O sea, ya estamos muy viejos para creer que vamos a ser padres». El ángel inmediatamente le contestó:

«Yo soy Gabriel, que estoy delante de Dios; y he sido enviado a hablarte, y darte estas buenas noticias. Y ahora quedarás mudo y no podrás hablar, hasta el día en que esto se haga, por cuanto NO CREÍSTE a mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo».

Fijémonos en la respuesta del ángel, lo primero que dijo fue: «Yo soy Gabriel, que estoy delante de Dios…» A veces no tenemos en cuenta que cuando nos presentamos a hablar con Dios, ÉL ESTÁ ESCUCHANDO, Dios escuchó CADA ORACIÓN de Zacarías y Elisabeth. A veces no tenemos conciencia de que Dios está allí, porque sencillamente no lo vemos con nuestros ojos, pero justamente de eso se trata la Fe. Es como si Gabriel le hubiese dicho:

«Yo soy uno de los ángeles que vive delante de la Presencia de Dios todo el tiempo y cuando doy una palabra no estoy jugando, estoy cumpliendo una orden de Dios». Tal fue la incredulidad de Zacarías que no le dejó opción al ángel, lo tuvo que dejar mudo por incrédulo.

Pensemos lo que pudo haber sentido Zacarías en ese momento. Ese era el Día Más Especial De Toda Su Vida y él lo convirtió en un tiempo de incomodidad, de tristeza y de vergüenza. Durante todo el tiempo del embarazo de su esposa, él no pudo hablar, no pudo reírse junto con ella, no pudo contarles a todos sus amigos de la gran noticia, no pudo orar declarando con sus labios la gratitud que sentía por la bendición recibida, no pudo alabar a Dios como le hubiera gustado, en fin no pudo hacer un montón de cosas que hubieran sido tan lindas disfrutarlas junto a Elisabeth.

Ahora, pensemos en nosotros, en cuántas veces le hemos pedido cosas a Dios que todavía no han llegado, y que en el fondo de nuestro corazón, ya las desechamos, ya no insistimos más delante de Él, porque pensamos que Él seguramente «se habrá olvidado de eso» o quizás «se habrá cansado de escucharnos».

Pero lo que realmente pasó, es que, ya no creemos que Dios esté interesado en nuestra petición. Pero quiero decirles que yo misma he orado por años, por diferentes cosas y aún lo sigo haciendo, porque cuando leo historias como éstas, recuerdo que Dios NUNCA SE OLVIDA DE LO QUE LE PEDIMOS, en algún momento vendrá la respuesta, pero hay un requisito fundamental para recibir la respuesta tan anhelada, y es CREER, porque ¡al que cree todo le es posible!

Me imagino que estarás pensando que a veces la respuesta de Dios puede ser sí, no, o espera. Pero eso se lo tenemos que dejar a él, él es nuestro Padre, y él tiene la última palabra.

Pero nosotros como hijos tenemos que declarar Fe hasta el final, tenemos que pedirle todo, ya que él mismo nos autorizó a hacerlo. Así, cuando llegue la respuesta tan ansiada podamos hacer una gran fiesta y nuestra boca se llenará de risa y nuestra lengua de alabanza. ¡Y en esa gran fiesta la música se va a hacer oír, porque hasta los ángeles del cielo festejarán junto con nosotros!

Celebrar es la capacidad de ver que tu mañana, Dios lo ha diseñado mejor que tu presente. Por eso no permitamos que nuestra incredulidad, nos eche a perder la fiesta, que en lugar de festejar, sólo nos quedemos observando cómo festejan los otros. Cuando Dios ya tenía preparada la celebración con todos los gritos de júbilo y los fuegos artificiales.

Llegó el gran día en que nació el bebé, lo llamaron Juan el Bautista, con él, se instauró un tiempo nuevo, diferente a todos los anteriores, porque él era el precursor del Señor Jesucristo, era el que anunciaba que el tiempo de la gracia de Dios había llegado, en donde todos los hombres, podrían acercarse a Él, sin distinción de raza, religión o nacionalidad. Su nombre significa “Dios es misericordioso y es el que bautiza”. Esto era lo que Dios tenía preparado para Zacarías y Elisabeth; por eso cuando Dios te hable por medio de su palabra, o de un hermano, no dudes, recibe esa palabra y aférrate a ella. Así podrás celebrar junto con todos los santos y cantar bien fuerte, una canción que dice:

“En el altar ofrenda yo seré

En el altar mi vida te daré

Bajo la sombra de tus alas

Donde tu amor siempre me sacia

Buscando tu Presencia viviré

En el altar espero

Que se abran los cielos

Y el milagro de tu gloria venga a mí,

En el altar espero

Que se abran los cielos

Y que la gracia de tu trono caiga en mí.

Buscando tu presencia viviré…”

Autora: Silvia Truffa

Escrito para www.destellodesugloria.org