¿Qué es esto de perdonar y olvidar?
El perdón es algo que decides dar por una falta que alguien cometió. Es cuando decides no echar en cara lo que te hicieron o tomar represalias contra la persona que te hizo el daño. El mayor ejemplo del perdón lo dio Jesucristo cuando murió por nuestros pecados y nos reconcilió con el Padre. Pero para experimentar perdón en nuestros corazones definitivamente hay que entregarle a Dios nuestros corazones. El perdón es una actitud que llevamos a cabo, es una decisión, que no siempre es fácil.
Ahora bien la mente es un banco de datos y de referencias donde almacenamos información y recuerdos. Difícilmente olvidamos aquello que hemos aprendido, o las vivencias que nos han marcado y nos han hecho ser quienes somos. Sea esto positivo o negativo. Cuando yo decido perdonar, decido no tomar en cuenta el daño o agravio que se me ha hecho. Y para ser realista, si lo recuerdo. Creo que la frase «perdona y olvida» es metafórica en el sentido de que no es que te vas olvidar de lo que te hicieron. Generalmente lo vas a recordar porque es una experiencia que forma parte de tu vida, pero ya no lo has de recordar con rencor, con dolor, con venganza, con deseos de tomar en tus manos la justicia. Olvidar tal vez signifique que cuando esa persona que obró mal contra ti, necesite de tu ayuda, posiblemente tu escojas la decisión altruista de ayudarlo o ayudarla, a pesar de que esa persona no se comportó contigo de la mejor manera.
Cuando vamos ante la presencia de Dios en oración, le oramos el Padre Nuestro, y una de las partes dice: «Y perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden». Porque todos de una manera u otra fallamos a Dios por más bien que queramos hacer las cosas. A veces una mirada, una actitud, un hecho, cualquier cosa que hicimos sin querer, puede haber estado mal. La Biblia dice que cuando alguien nos hace mal, le hagamos el bien. Porque ascuas de fuego se amontonan sobre las cabezas de esas personas que desean nuestro mal. No seas vencido de lo malo, vence con el bien el mal. Y suena hermoso y filosófico, aquí lo difícil es llevarlo a la práctica. No dejarnos llevar por la corriente o por nuestros instintos. Pero si pedimos perdón y clemencia a Dios, nosotros también tenemos que dar un poquito para adelante, y devolver de esa gracia inmerecida que recibimos.
Ahora bien, ¿saben a quién le hacemos bien cuando escogemos perdonar? ¡A nosotros mismos! Nuestro corazón late mejor, nuestro rostro es más sonriente y pacífico, seguramente más hermoso. Cuando no albergamos sentimientos destructivos en nuestro interior. Cuando le pedimos a Dios que nos ayude a perdonar como el nos perdona y dejamos que él obre en nuestro interior. Yo no sé de qué proporciones son los daños y las heridas que te han causado. Pero sí sé que Dios quiere que vivas una vida plena y feliz, y eso se logra a través del perdón.
Debo también decir que a veces perdonamos a los demás, pero no nos perdonamos a nosotros mismos, por errores que hemos cometido en el pasado. Y eso no está bien, porque si Dios nos perdona que es el Padre, ¿quiénes somos nosotros para no aceptar su perdón en nuestras vidas? Es hora de que te aceptes y te perdones a ti mismo. Es hora de que comiences a amarte, valorar y aceptarte. No pretendas que otros lo hagan, si tu primero no te amas y te valoras, y te aceptas y eres receptivo contigo mismo. Isaías 43:19 dice: «No os acordéis de las cosas pasadas, ni traigáis a memorias las cosas antiguas. He aquí yo hago cosa nueva, pronto saldrá a la luz, ¿no la conoceréis? Otra vez abriré caminos en el desierto y ríos en la soledad.
Ese es uno de los versículos que más atesoro y amo. Porque Dios quiere abrir caminos en medio de nuestros desiertos y ríos en medio de nuestras soledades. Él conoce nuestras batallas y tristezas y promete estar con nosotros para ayudarnos a continuar. El proceso no siempre es fácil. A algunas personas les toma más tiempo que otras, pero lo importante es que puedes comenzar el día de hoy a experimentar el purificador poder del perdón. No importa que a ti sean el que te hayan agraviado, da tu el primer paso. Si la otra persona no lo entiende, ese es su problema, no el tuyo. Y te lo dice alguien que no solamente lo escribe o dice, sino que lo he vivido en carne propia y he visto los resultados. Puedo hablarte y escribirte hoy con el corazón en la mano, Dios ha sanado y todavía sana mis heridas. Cada día hace cosas nuevas y maravillosas en mi vida. He podido perdonar a aquellos que me han herido y hecho daño porque le he permitido a Dios obrar en mi vida. He podido amarme y aceptarme porque Dios me ha hecho a su imagen y semejanza. Soy su creación y su hija.
Te invito a que te dejes apacentar en los delicados pastos que el Señor tiene para que descanses en él. ¡No te Rindas! ¡Tú puedes! ¡Dios y yo vamos a ti!
Autora: Brendaliz Avilés
Proporcionado para: www.destellodesugloria.org