Un Destellito en las manos de Dios
Los Pastores de Belén
En cierta ocasión, comenzó a relatar Destellito, estaba Dios Creador sentado en su trono, meditando cómo hacer para que los hombres y mujeres de la Tierra, tuvieran no sólo un buen regalo de Navidad, sino que también cada acción fuera motivada por un buen espíritu navideño, que les permitiera comprender claramente su significado, para solucionar el asunto, convocó a una reunión extraordinaria de Arcángeles, para que le aportaran con algunas ideas.
—Yo pienso que podríamos colocar en cada uno de los habitantes, una porción del espíritu nuestro, ya que provocaría en ellos, el deseo de cantar día y noche en adoración—, dijo uno.
—No es buena tu idea-dijo Dios-, porque no quiero que los hombres me adoren porque se sienten obligados—, agregó.
—Señor, ¿puedo preguntar algo?—, consultó otro. Dios lo miró y le hizo saber que podía hacer la pregunta.
—Nos creaste con la capacidad de adorar, cantar, y servir siempre, nos resulta imposible negarnos a ti—, dijo.
— ¿Y?—, preguntó Miguel.
—Controla tu impaciencia y déjalo que pregunte—, lo amonestó Dios.
—Si también creaste al hombre y a la mujer, ¿por qué ellos no son como nosotros? ¿Por qué unos te adoran y muchos otros no?, preguntó el Arcángel.
— ¡Para eso es ésta reunión, Arcángeles!, en estos mismos momentos se está ejecutando un plan, que permitirá que los hombres tengan la oportunidad de conocer el Reino de los Cielos, para que lleguen a ser, no como ustedes que son ángeles, sino que mis hijos amados.
Los Arcángeles se miraron extrañados, ellos no podían entender tanta preocupación de Dios Padre, por unos seres que eran de corazón malo, y que no habían sabido valorar haber sido creados por Él.
— ¿Alguien tiene otra idea?—, preguntó el Señor.
— Que uno de nosotros vaya y les declare las maravillas de Dios—, sugirió otro de ellos. — ¡No van a oír!, ¡Se los aseguro!- dijo enfático Miguel- ¿No te acuerdas lo que sucedió en el Monte Sinaí?—, agregó.
Planteado el asunto por Dios, todos se pusieron a pensar más detenidamente. Él quería que los hombres se inspiraran para festejar la Navidad, comprendiendo el motivo para celebrarla.
— ¡Voy a hacer un anuncio! ¡Eso mismo…voy a hacer un anuncio que remecerá a toda la creación!—, dijo Dios alborozado. Las miradas de todos se fijaron en el Señor.
— ¡Gabriel…!—, al oír su nombre, Gabriel voló presto hacia el Trono de Dios. Los demás Arcángeles, curiosos se acercaron. Gabriel, se cubrió con sus alas, y se dispuso a escuchar las instrucciones.
—Vas a ir a la región donde está la pequeña ciudad de Belén. Allí hay unos pastores, que están sin dormir cuidando sus rebaños de los malhechores. Te harás acompañar de algunas legiones de ángeles, y les darás a conocer fielmente lo que te diré—, ordenó Dios, y Gabriel, acompañado por varias huestes de ángeles, se dispuso a cumplir el mandato.
En ese mismo momento, había mucha actividad en un establo de Belén, no tan lejos de donde se encontraban los pastores, ya que una pareja que llevaba poco tiempo de casados, y por no hallar alojamiento, debió pasar la noche allí, tiempo en que la joven María, que se encontraba acompañada por José, su esposo, dio a luz un niño, al que llamaron Jesús. Dios Creador quiso que ese nacimiento se celebrara en grande. Se comenzaba a gestar el espíritu navideño.
Mientras tanto, los pastores, ajenos a lo que estaba por suceder, luchaban por no dormir, ya que eran responsables del rebaño, debían estar atentos a los lobos y otros animales que merodeaban por allí.
De pronto, un fuerte resplandor, parecido al sol cuando está al mediodía, hizo desaparecer la oscuridad, y los pastores, muy asustados, se vieron cubiertos por esa poderosa luz, sin comprender lo que estaba sucediendo, y se preguntaban unos a otros que sería aquello, hasta que vieron un ángel poderoso flotando en medio del resplandor, que les dijo:
— ¡No se asusten, he venido para darles una muy buena noticia!, ésta buena noticia no sólo es para ustedes, ¡sino para todo el pueblo!—, dijo Gabriel, el Arcángel.
— ¿Y cuál es esa buena noticia?—, preguntó uno de los pastores, superando el temor que lo invadía.
El cielo parecía cubierto por millones de estrellas, que iluminaban por sí mismas, eran las legiones de ángeles que aún no se manifestaban, como si la mano de Dios las hubiese colocado allí.
-¡Nació en Belén, la ciudad del rey David, un Salvador, que es Cristo, el Señor! -, dijo el ángel. Los pastores no podían creer lo que estaban viendo y oyendo.
— ¿Y cómo lo encontraremos para ir a adorarle?—, preguntó otro de los pastores.
—Lo encontrarán acostado en un pesebre y envuelto en pañales—, respondió el Arcángel Gabriel.
Cuando los pastores, todavía conmocionados profundamente, se dispusieron a buscar el lugar donde había nacido el Cristo, aparecen ante ellos sorpresivamente, millones de ángeles cantando a una sola voz:
“¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!”.
Los pastores, felices y demostrando mucha alegría, apresuraron sus pasos hasta el pesebre donde se encontraba Jesús, y contaron a los que allí estaban, la maravillosa experiencia que habían tenido en el campo, pensando cada uno que significado tendría todo aquello.-
La Navidad es un día para festejarlo, y el real espíritu navideño, no es aquél que le otorga más importancia a la calidad del regalo, sino que a través de ese regalo, mirar hacia el pesebre y unirse a los pastores, para entregar las buenas noticias a aquellos que lo necesitan, dijo finalmente Destellito.
Autor: Oscar Olivares Dondero
Escrito para: www.destellodesugloria.org