UN ENCUENTRO CON DIOS
(Isaías 6:1)
Dios nos anhela celosamente y desea que tengamos un encuentro personal con él cada día de nuestras vidas. Es por eso que muchas personas se estancan en el camino, porque no se dan cuenta de la importancia de tener nuestro encuentro diario con Dios.
El diccionario define Encuentro como: Acto de coincidir en un punto || Acto de encontrarse (hallarse dos o más personas).
El profeta Isaías tuvo este encuentro personal con Dios. En Isaías 6:1-8 podemos ver lo que sucede cuando nos encontramos con Dios día a día.
Podemos ver la gloria de Dios. (v. 1)
El Profeta Isaías pudo contemplar la sublime presencia de Dios. Un velo fue corrido de sus ojos y pudieron ver algo más allá de lo natural, algo más allá de la lógica y de lo que nuestra mente finita puede llegar a comprender.
En un encuentro con Dios, nuestros ojos espirituales son abiertos y a pesar de las circunstancias, la gloria de Dios se hace mas presente en nuestras vidas que podemos ver la bendición en lugar de solo ver el problema o el obstáculo que nos impide avanzar en nuestro caminar con Dios.
Cuando vemos la gloria de Dios nos damos cuenta que Él es sobre todo lo que hay a nuestro alrededor y que para Él no hay nada imposible.
Se nos revela lo desconocido. (v. 2)
Cuando dentro de la presencia de Dios el velo de nuestros ojos es quitado, podemos ver lo desconocido. La Biblia nos dice que hay cosas grande y ocultas que no conocemos (Jeremías 33:3), éstas cosas que nadie ha visto, ni que nadie a escuchado, ni mucho menos nos hemos imaginado, Dios las tiene preparadas para aquéllos que realmente aman a Dios y lo buscan día a día (1 Corintios 2:9).
Lo que antes era incomprensible o no conocíamos, ahora ya no lo es. Al ser nuestros ojos abiertos por la gloria de Dios, también nuestro entendimiento es abierto, así podemos comprender lo espiritual, lo que es de Dios.
El Espíritu de Dios viene a nuestras vidas y destapa los secretos divinos para fortalecer nuestra vida espiritual.
Podemos experimentar la santidad de Dios. (v. 3)
Dios es Santo, santo, santo. Al experimentar la santidad de Dios en nuestros corazones, nos hace alabarlo y exaltarlo por lo que él es (Salmos 30:4). Nuestro espíritu se une al Espíritu de Dios y es ahí donde comienza un fluir de adoración a Dios, y podemos derramar nuestro corazón de una forma sincera.
Los serafines no paraban de dar voces alabando a Dios, tan grande es la santidad de Dios que el pecado no puede habitar cerca de él.
Somos llenos de su gloria. (vv. 3, 4)
En el verso 3 leemos que “toda la tierra esta llena de su gloria” y en el verso cuatro que “la casa se lleno de humo”. Esto nos habla que Dios llena todo de su esencia, él es Aquel que todo lo llena en todo (Efesios 1:23b).
Esa es una de las cosas que Dios quiere, que seamos llenos de su gloria y majestad, la que provoca en nuestras vidas un cambio genuino. Llenar denota ser lleno hasta arriba, ser lleno en toda la capacidad. Dios quiere que seamos portadores de su gloria, que la gente desee tener lo que él nos ha dado.
Dios nos dice en que andamos mal. (v. 5)
Cuando experimentamos la santidad de Dios, esto provoca algo en nosotros. Sale a la luz lo que está mal, lo que estamos haciendo, hablando o pensando que no le agrada a Dios. Es lo que llamamos “sentirnos redargüidos”.
El Espíritu de Dios nos redarguye, este síntoma es como una alerta que nos avisa que nos estamos desviando del camino de Dios. El Señor produce una tristeza que nos lleva a arrepentirnos y volver a tomar el camino correcto (2 Corintios 7:9).
Lo mejor es pedir perdón a Dios y alejarnos del pecado inmediatamente, para poder seguir disfrutando de cada una de las bendiciones que tiene para cada uno de nosotros. Isaías dijo: “Ay de mi que soy pecador”, reconoció su error delante de Dios y confesó su pecado.
Dios nos santifica. (vv. 6, 7)
Si reconocemos que estamos haciendo mal y le pedimos perdón a Dios de corazón, él nos quita todo espíritu de culpa que haya en nosotros y nos limpia de la maldad del pecado. Esto se llama santificación, Dios nos aparta de lo malo para que seamos exclusivamente de él y para los propósitos de él.
Dios nos quiere santificar de una forma integral en nuestras vidas. Somos seres tripartitos así que la santificación abarca el cuerpo, el alma y el espíritu (1 Tesalonicenses 5:23).
Le da un propósito a nuestras vidas. (v. 8)
El deseo de Dios para cada uno de nosotros es que andemos en buenas obras, las cuales él ya tiene preparadas (Efesios 2:10). Dios también quiere que todo lo que él ha hecho en nosotros sea reflejado en las cosas que hacemos.
“Heme aquí, envíame a mí” es la frase que Dios espera que digamos cada vez que el tenga una misión preparada para nosotros.
Pasar tiempo en la presencia del Dios todopoderoso es la experiencia más gloriosa y sobrenatural que puedas tener. El deleitarnos en su dulce presencia es la mejor arma que el cristiano tiene para poder resistir a cualquier adversidad.
Hoy determina en tu corazón buscar el rostro de Dios cada día de tu vida. Y verás que Dios traerá muchas bendiciones que nunca te has imaginado.
Autor: Juan Manuel Ramos Castro
Escrito para www.destellodesugloria.org