La excusa del pecado
Obviamente en el camino hacia agradar a Dios seremos seducidos a fallar y en muchas ocasiones fallaremos, pero hay dos formas de ver la vida cristiana partiendo de esto:
La Primera es ver el pecado como excusa, es decir utilizar las trilladas frases para excusarse de su error: “Soy imperfecto”, “Soy humano”, “Soy débil”, ¿Acaso alguien dudaba de esas tres cosas antes que fallaras?, es obvio que somos imperfecto, es obvio que somos humanos y es obvio que somos por naturaleza débiles ante el pecado, pero ninguna de esas tres excusas u otras que quieras anteponer al reconocimiento de tu error pueden solucionar el hecho ya concretado.
La Biblia es clara en decir cuál es la razón de concretar el pecado: “Al contrario, cuando somos tentados, son nuestros propios deseos los que nos arrastran y dominan. Los malos deseos nos llevan a pecar; y cuando vivimos sólo para hacer lo malo, lo único que nos espera es la muerte eterna” Santiago 1:14-15 (Traducción en lenguaje actual).
Fallamos o pecamos cuando nuestros propios deseos nos dominan, aunque cada uno de nosotros ha sido dotado con DOMINIO PROPIO: “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” 2 Timoteo 1:7 (Reina-Valera 1960). Al leer este pasaje queda en evidencia que la única causa por la que pecamos es porque simplemente queremos hacerlo y no porque seamos imperfecto, humanos o débiles, es simplemente que quisimos hacerlo, pues de haber utilizado el dominio propio que Dios nos dio, hubiésemos decido no fallar.
Tampoco podemos poner como excusa al pecado la gracia de Dios, porque el Apóstol Pablo escribió: “Ahora bien, ¿deberíamos seguir pecando para que Dios nos muestre más y más su gracia maravillosa? ¡Por supuesto que no! Nosotros hemos muerto al pecado, entonces, ¿cómo es posible que sigamos viviendo en pecado?” Romanos 6:1-2 (Nueva Traducción Viviente).
La Segunda es ver el pecado como una razón para buscar más de Dios, es decir, es imposible que no fallemos en este camino hacia la vida eterna, pero hay una enorme diferencia entre fallar con la excusa que somos imperfectos y fallar con el dolor de saber que bien pudiste haber sido fiel.
Cuando fallamos y sentimos dolor de lo que hicimos es una señal pura de que el Espíritu Santo de Dios esta redarguyendo nuestra vida, como consecuencia debería haber en nosotros un anhelo más profundo de buscar más de Dios para no volver a fallar.
El Apóstol Pablo animaba a Timoteo de la siguiente manera: “Tú, pues, hijo mío, esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús”. 2 Timoteo 2:1 (Reina-Valera 1960).
Y es que fallarle a Dios tendría que provocar en nosotros un deseo de mejorar, un deseo de ser fieles a Dios, un deseo de no volver a cometer el mismo error, un deseo de superarnos en esa área que en esta ocasión nos fue un tropezadero.
El Apóstol Pablo sentía la necesidad de Dios en su debilidad y escribe lo siguiente: “Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.” 2 Corintios 12:9 (Reina-Valera 1960). Me llama la atención la palabra: “de buena gana” y es que cuando lejos de excusarnos de nuestras debilidades, buscamos de buena gana el favor de Dios podemos llegar a ser más fuertes, pues Dios se perfecciona en nuestras debilidades.
Ahora bien, podemos vivir nuestra vida cristiana de dos maneras: Excusándonos por nuestras fallas o reconociendo nuestra debilidad y buscando más de Dios cada día.
Una vida mediocre en el evangelio es aquella que no le pone atención a su vida constante de pecado, porque simplemente cree que es normal y que todos lo hacen, pero la realidad es que Dios nos llamo cuando andábamos en nuestros delitos y pecados, nos perdono, nos restauro y ahora desea que cada día luchemos por agradarlo no haciendo lo que antes hacíamos, sino buscado su favor a través de lo estipulado en su Palabra.
La Biblia lo dice claramente:
“Dios ha demostrado cuánto ama a todo el mundo, pues les ha ofrecido la posibilidad de salvarse del castigo que merecen. Ese amor de Dios nos enseña que debemos dejar de hacer el mal, y no desear lo malo de este mundo. También nos enseña que, en este mundo, debemos ser honestos y fieles a Dios, y pensar bien lo que hacemos. Así debemos vivir, mientras llega ese día feliz y maravilloso que todos esperamos, cuando se manifestará nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo. Él quiso morir para rescatarnos de todo lo malo y para purificarnos de nuestros pecados. Al hacerlo, nos convirtió en su pueblo, en un pueblo decidido a hacer el bien”.
Tito 2:11-14 (Traducción en lenguaje actual)
¡Vivamos cada día decididos a honrar a Dios!
Autor: Enrique Monterroza
Escrito originalmente para www.destellodesugloria.org
Autorizado para publicarse simultáneamente en: www.devocionaldiario.com – www.enriquemonterroza.com y https://reflexionesydevocionales.blogspot.com