¡No tengo por qué avergonzarme!
Cuando tenemos convicción de esta gran verdad no existe temor alguno que pueda amedrentarnos para testificar de las maravillosas obras del Señor, de su poder y de su magnificencia. Cuán gloriosa es la manifestación del poder de Dios en la vida de aquellos que por su misericordia hemos sido perdonados y redimidos, no existe nada que pueda compararse con el inmenso amor que Él nos ofrece, no existe cosa alguna o persona alguna que pueda suplir el gozo que Él nos regala por medio de su Hijo Jesucristo.
Hoy muchos se avergüenzan de promulgar la palabra de Dios, pero sí alardean del amor que dicen sentir por el Señor; hoy muchos sienten temor de hablar de su Salvador, porque temen ser señalados y por su causa rechazados; hoy muchos prefieren testificarle al mundo conforme las manifestaciones de su carne, que testificar de la nueva vida que en Cristo se vive en el Espíritu; hoy muchos prefieren darle gusto a los hombres de esta sociedad, que perder su aprobación por agradar a Dios en espíritu y en verdad; para muchos es más satisfactorio sentirse aludido por el hombre, que ser aprobado delante de Dios. Hoy muchos no leen las sagradas escrituras porque temen convertirse en verdaderos creyentes, prefieren seguir creyendo mediocremente lo que escuchan acerca de Dios, sin importar si es verdad o no lo que les están diciendo; hoy muchos prefieren vivir cómodamente en este mundo, que incomodarse y vivir según el evangelio para toda una eternidad; hoy muchos dicen confiar en la voluntad de Dios, pero en realidad respetan más su propia opinión y optan por vivir según su propia voluntad; hoy muchos se burlan de la Biblia, pero cuando tienen necesidad sí quieren tener derecho sobre las promesas divinas que en ella se encuentran inscritas; hoy muchos dicen creer en Dios, pero prefieren adorar al diablo con su estilo de vida y sus pecaminosas elecciones. Hoy muchos creen estar con Dios, pero no se han percatado lo apartados que están de su gloria por causa de su pecado.
Si realmente creo en Dios no tengo por qué avergonzarme de su palabra, de su Hijo Jesucristo, del obrar de su Santo Espíritu, de mi nueva vida en Cristo. No importa cuánto me señalen, cuánto se burlen, cuánto me rechacen; no me interesa la aprobación de un hombre común, imperfecto y pecador como yo. Me interesa buscar la aprobación de Dios, de mi creador, de mi Señor.
Que el Señor tenga misericordia de todos nosotros y nos ayude a entender qué significa creer en Él, amarlo y adorarlo como lo debemos hacer, como Él quiere que lo hagamos.
Los hijos de Dios experimentamos la lucha constante contra nuestra carne, el mundo y nuestro adversario el diablo; pero de algo podemos estar seguros, y es que Jesucristo nos dará la fortaleza para resistir y ganar cada batalla que tengamos que enfrentar. En Él somos vencedores, en Él somos más que victoriosos, no tenemos por qué temer, no tenemos por qué avergonzarnos, en Él estamos seguros y con Él avanzaremos conforme su divino propósito. Que así para gloria de su Santo Nombre.
“Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree” Romanos 1:16 (RV1960).
¡No me avergüenzo del evangelio de Cristo, más bien me avergüenzo cuando a causa de mi pecado lo ridiculizo!
Autora: Marisela Ocampo Otálvaro
Escrito para www.destellodesugloria.org