Todas las pérdidas nos dejan tres regalos

Todas las pérdidas nos dejan tres regalos

tres regalosCuando alguien pasa por el dolor hay que dejar que sienta lo que está sintiendo. Hay que darle permiso de sentir lo que siente. No hay que acercarse con el “piloto automático” y decirle: “Ya no sufre”, “ahora está mejor”, “Dios se lo llevó”. Lo último que se pierde cuando nos morimos es el oído. Hay que apagar el piloto automático y abrir los oídos, es algo que yo tengo que caminar (por el dolor) hay que acompañar solamente oyendo. No decir nada. Adaptarnos al dolor del otro; cuando alguien pasa por dolor, todo el mundo lo visita, lo llama etc. No tenemos que esperar que el doliente se adapte a nosotros  sino al revés, si él ríe yo me río y si él llora, lloramos. Tenemos que adaptarnos a ese dolor. Cuando murió Lázaro Jesús lloró, pero no cuando murió Juan el Bautista, porque cada situación es distinta. Tenemos que aprender a bendecir a la gente.

Todas las pérdidas nos dejan tres regalos:

Recuperamos la sabiduría de la prioridad

Ahora lo que antes era muy  importante ya no lo es tanto, y lo que nos parecían cosas tontas ahora tienen un sentido muy grande.

Eclesiastés 7 dice: “mejor es ir al velatorio que a la fiesta” ¿Por qué? Porque cuando vas a la fiesta te “estupidizás”, pero en el velatorio empezás a pensar, a priorizar, tomás conciencia de lo corta que es la vida, qué cosas son realmente importantes y qué cosas son secundarias. El conectarte con el dolor de la gente  te enseña a enfocarte.

La siembra que recibí

 ¿Qué me dejó la persona que partió? Qué semillas me sembró, ¡eso es muy valioso! Juan el Bautista en su mejor momento predicaba a viva voz. Pero cuando estuvo preso le agarraron las dudas y mandó a preguntar a Jesús, si él realmente era el Cristo, el Cordero de Dios, que habría de venir. En situaciones difíciles dudamos. Jesús le mandó a decir: “díganle que él me preparó el camino y yo estoy en ese camino honrando su memoria”. ¡Los que partieron me abrieron un camino!

Un refugio

Un lugar momentáneo, para un momento difícil. Va a haber gente que me sostendrá. Gente que fue maltratada y que ahora están de pie. Gente de oro, que Dios me va a poner en el camino, aunque quizás no saben ni leer  ni escribir. Hay “Simones de Cirene” que me van a acompañar porque ellos transformaron el dolor en un don para ayudar a otros.

Jesús sabía que se iba a morir, Judas se fue. Toma el pan y la copa y les dijo: ¡recuerden cuánto los amo! Sírvanse entre ustedes, voy a volver por ustedes! Los acompañó en el peor momento de su vida. Él estuvo en nuestro pasado, está en nuestro presente y estará en nuestro futuro.

“No perdemos a nadie cuando sabemos dónde está”

consideremos estas tres resurrecciones:

La nena recién muerta, que era la hija de Jairo, el jefe de una sinagoga.

Un joven que hacía un día que había muerto.

Lázaro hacía cuatro días.

No importa cuánto tiempo se ha muerto algo en tu vida, hace un día, un año,  o 20 años. Todo lo caído se vuelve a levantar. El Señor se para en medio del dolor y todo lo que estaba muerto va a volver a tener vida otra vez “¡Porque él es la resurrección  la vida!”

  • La nena se murió en la cama
  • El joven estaba en el féretro
  • Lázaro estaba en la tumba

No importa el lugar donde estés con el dolor. ¡Dios te va a bendecir en donde estés!

  • La nena tenía 12 años
  • El joven no sabemos
  • Lázaro ya era adulto

No importa la edad que tengas, la bendición de Dios te va a llegar. No hay nadie con mentalidad de reino que diga: “soy viejo” para hacer tal cosa; o “soy muy joven y tonto”. ¡La vida de Dios se va a manifestar a cualquier edad!

  • La nena tenía los padres
  • El joven sólo la madre
  • Lázaro no tenía padres

Padre: declaramos sobre toda nuestra familia, que toda maldición se cambiará en bendición, toda derrota en victoria, toda soledad en compañía, todo abandono en fuerza, toda miseria en abundancia, donde vayamos daremos de beber y entrenaremos a los próximos conquistadores y todo lo que hagamos nos saldrá bien. Si Cristo no hubiera resucitado seríamos gente sin propósito, pero como resucitó, Él es la garantía de que todo lo que se murió en nuestra vida ¡volverá a vivir!

Autora: Silvia Truffa

Escrito para www.destellodesugloria.org

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