¡Alégrate!… ¡Dios mismo, te puso allí!
Mi esposo, debería presentarse en la Municipalidad de la capital, para realizar un test sicotécnico, a fin de ser evaluado para ver si le otorgaban el empleo. Al día siguiente, se presentó para rendir y una vez concluido el examen, me llamó por teléfono, para darme la noticia. Con la voz entrecortada, ¡me confirmó que el empleo era suyo!. Yo no entendí en un principio, sus lágrimas. Creía que eran de emoción; pero luego de un prolongado silencio, me contó que el trabajo consistía en ser ¡Administrador de un cementerio! ¡Estaba muy decepcionado! Su currículum, que era muy rico en cuanto a la preparación académica y a su experiencia laboral, incluía entre otras cosas, ¡el haber sido becado a los Estados Unidos! Además, había alcanzado un alto puntaje en el examen de admisión. ¿Por qué Dios le abriría una puerta tan estrecha y humillante? ¡No que sea malo, trabajar en un cementerio! El trabajo honrado, cualquiera que sea, ¡siempre será digno! Es que mi esposo no entendía, para qué Dios permitió que alcanzara tanta preparación, si no tenía para él un empleo mejor ¡Aquello era un golpe bajo para su orgullo!
Pero un día, comprendimos que la razón por la que Dios le puso en ese lugar, era sencillamente ¡Porque Dios lo necesitaba, exactamente allí! Mi esposo siempre le decía a Dios, que quería servirle, así que el cementerio, era un lugar muy especial, para eso. Ahí se encuentra gente, que necesita ser consolada, porque a diario despiden a un ser querido; además ¡ese es el sitio, en el que los satanistas hacen sus rituales! Para mi esposo, fue mucho más sencillo desempeñarse en aquel trabajo, una vez que asumió, ¡que fue puesto allí, como un instrumento de Dios! En el cementerio, no sólo había muertos, sino que también se encontraban allí, muchas personas que trabajaban como floristas, o encargados de construcción y mantenimiento, y ¡hasta una cantidad de niños, que acarreaban el agua para las flores! Más que como administrador, ¡mi esposo comenzó a desempeñarse en el cementerio, como evangelista! Una vez a la semana, comenzamos a hacer reuniones en ese lugar, donde cantábamos alabanzas entre los panteones, predicábamos la palabra y orábamos por las necesidades de las personas. Los niños aguateros, se sentaban sobre los sepulcros, a pintar algún dibujo sobre una historia bíblica. Y cantábamos durante lo que llamamos “La hora feliz” ¡Dios hizo milagros de sanidad entre las floristas! y le otorgó la salvación a un hombre que hacía años había decidido vivir en ese sitio, luego de perder a su familia y todos sus bienes. ¡Fue muy grande la siembra de la Preciosa palabra de Dios, en aquel cementerio! ¡El se glorificó en ese lugar! Amado hermano:
Aprende a “mirar con los ojos de Dios, y hasta sentir con su corazón”. Aprecia el lugar en donde estás, y ve que es un buen terreno para la siembra. ¡Alégrate! ¡Dios mismo, te puso allí!
Autora: Estela Schüsselin
Escrito para: www.destellodesugloria.org