¡Nadie te lo está pidiendo!

¡Nadie te lo está pidiendo!

No sé si te ha pasado (¡espero que sí o me voy a sentir tremendamente mal!), pero muchas veces nos volvemos tremendamente exigentes con nosotros mismos. Tanto así, que terminamos poniendo responsabilidades y expectativas muy por sobre lo que somos capaces y estamos dispuestos a cumplir. Cuando eres cristiano y amas a Dios “con pasión y con locura”, como dice un buen amigo, quieres cumplir absolutamente con TODO lo necesario para que Él esté orgulloso de ti y tú puedas sentir que eres un buen testimonio de santidad e integridad para el mundo. Hasta aquí vamos bien. Nadie quiere fallarle a Dios y es ese amor que tenemos por Él el que nos lleva a estar dispuestos a MUCHO o a TODO por Su obra.

Pero, ¿qué pasa cuándo nos equivocamos?, ¿qué pasa cuando descubrimos que no podemos cumplir con las exigencias autoimpuestas?. Nos decepcionamos de nosotros mismos, nos sentimos culpables por fallarle a Dios y no haber dado la talla. Y lo más paradójico de todo, es que a Dios no le importan tus parámetros. A Él le importas TÚ y tu corazón, nada más.

Cuando leemos lo anterior, nuestra propia mente trata de restarle valor a ese pensamiento. ¿Cómo es posible que a Dios no le importe que a mí me importe fallarle?  (Léelo de nuevo, para que lo entiendas mejor). Y la respuesta es: No, no le importa lo que tú opines de ti, Él ya tiene su propia opinión, y esa es que eres su hijo/hija amada y que te ama tal como eres, porque así mismito te creó.

Muchas veces “adornamos” tanto a Dios, que olvidamos su simple y a la vez compleja naturaleza: Dios ES amor. Y como dice la palabra de Dios “el amor cubrirá todas las faltas”. Por lo tanto es SU amor- y no nuestros méritos o el portarnos bien- lo que hace que nosotros a sus ojos seamos perfectos. Él sabe que nos vamos a equivocar, que vamos a fallar y que vamos a querer tirar todo por la borda en algún momento; y aún sabiéndolo, te escogió a ti y a mí como Sus hijos, para que tuviéramos una vida feliz, una vida plena, una vida libre.

La próxima vez que saques tu regla para medirte y auto condenarte por no haber cumplido con algún plan o alguna exigencia autoimpuesta, recuerda que NADIE te lo está pidiendo. Ni siquiera Dios. Él quiere que lo ames, y como consecuencia de ese amor, que lo obedezcas y hagas las cosas de acuerdo al plan que Él tiene para ti, pero si te equivocas, la vuelta será más larga para llegar hasta él, pero llegarás de todas formas. Y si no, Dios tendrá un plan B, C, D…Z para ti.

Disfruta la libertad que Dios te da, Su amor incondicional y totalmente GRATUITO disponible las 24 horas del día para ti. Vive en libertad, como el diseño divino que Dios hizo para ti. Despójate del juicio y aprende a disfrutar de esa valoración positiva incondicional que Dios te regala cada día y todos los días, hasta el fin…

Autora: Poly Toro

Escrito para www.destellodesugloria.org

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