¡Enfócate en el reencuentro!
En una oportunidad, un hombre joven aún, salió de un consultorio médico, en el que acababan de informarle que le quedaban unos pocos meses de vida. ¡Inmediatamente montó en cólera! Tal fue la furia con la que subió a su camioneta, que salió del sanatorio dispuesto a atropellar todo aquello que se le presentase en el camino. Parecía decir: “Ok, yo me iré de este mundo pero me llevaré a unos cuantos conmigo” Al final de su recorrido ¡dejó un tendal de 7 personas muertas!. Hoy, más de una década después, el “loco de la Montero”, como le apodaron a este hombre ¡aún continúa con vida! Un padre de familia, al enterarse que tenía cáncer, no quiso ser gravoso a los suyos ¡y se suicidó!. Evidentemente, no es buena idea que sepamos lo que nos espera, con respecto a la muerte, a menos que estemos preparados para afrontarla.
Pero, ¿cómo prepararnos para algo así? El apóstol Pablo, dijo estás palabras a los filipenses: “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia” (Filipenses 1:22) Luego continúa diciendo: Que él prefiere morir y estar con Cristo, pero que si por causa de la obra, es mejor que se quede, porque ellos lo necesitan, entonces lo hará…(Filip. 1: 22-24). Podríamos espiritualizar estas palabras, pero lo cierto es que este dilema que nos presenta el apóstol, tiene que ver con la muerte física. Evidentemente ¡Pablo la tenía clarísima! Era obvio que él conocía los beneficios de dejar este mundo limitado y en franca destrucción, para irse a las moradas celestiales, que Jesús fue a preparar para todos los que en El confían. Pablo prefería dejar este lugar de injusticias, de luchas, de hambre, de enfermedad, de violencia y dolor, por un mundo de paz, amor y gozo eterno, junto a su Señor. En otras palabras, ¡Pablo anhelaba regresar al seno del Padre Celestial.
El apóstol no era un suicida, ni un depresivo que deseaba dejarse morir. El era un hombre, un siervo de Dios ¡que supo colocar a la muerte en el lugar correcto! El sabía, que como “peregrinos y extranjeros” un día deberíamos volver a la Patria Celestial. Para eso, sería necesario cambiar este ropaje. Muerte, significa precisamente eso: “cambio”… “mudanza”. No es posible entrar allá, en aquella dimensión incorruptible, con un cuerpo corruptible. (1Corintios 15: 50) la muerte nos traslada a otra dimensión; y a menos que seamos arrebatados, las enfermedades, y los accidentes, son algunos de los métodos por medio de los cuales, nos iremos de este mundo. A todos, obviamente que nos resulta muy doloroso el perder a un ser querido, pero el Consolador, el Espíritu Santo de Dios, derrama en nuestros corazones, ese bálsamo de paz y consuelo necesario para superar ese trance y continuar con nuestras vidas. ¡Nos mantendrá siempre la esperanza del glorioso reencuentro, con el Padre y con nuestros seres queridos!
“Yo soy la Resurrección y la Vida, el que cree en mí, aunque esté muerto vivirá.” (Juan 11:25) Amado, no permitas que el temor a tu propia muerte, o a la de algún ser querido, te tenga “arrinconado” ¡Enfócate en el reencuentro! Habla con tu familia de este tema; comprendan que la muerte es algo natural y es parte de la vida misma. ¡Colóquenla en el lugar correcto y estén preparados! Quien primero se va, solo se nos adelanta un poco. ¡Recuerda que será muy grato reencontrarnos allá!
Autora: Estela Schüsselin
Escrito para: www.destellodesugloria.org