Tolerancia
Antes de que te saques los pelos y te ataques por mi cita, déjame contextualizarte un poco más para comprender la lógica de este comentario. Si hablamos de postmodernidad, debemos entender que hablamos de un momento histórico que trae consigo una manera de pensar, una manera de vivir y distintas tendencias que se instalan en nuestra cultura. Por ejemplo, el relativismo es una de sus herencias, nada es blanco o negro y todo depende del ojo de quien ve y de las ideas que tenga sobre el mundo. Esta visión puede que nos agrade o puede que nos cause comezón, pero es una realidad evidente en nuestra sociedad actual. No obstante, a lo que se refería el conferencista es que como pueblo cristiano figurábamos como los intolerantes por excelencia, puesto que las cosas eran “pecado” o “no pecado” y con esa misma categoría clasificábamos el comportamiento de nosotros mismos, y más aún, el de los demás.
Me inquieta el hecho de que esta es una realidad. A diario me relaciono con jóvenes que critican el comportamiento de otros por no ser “consecuente” o no estar “a la altura de las circunstancias”, lo que me inquieta aún más. Me ocupa el hecho de que nos convirtamos en “policías morales” sintiendo que tenemos el derecho y la autoridad para juzgar actos e intenciones ajenas. Más me ocupa el hecho de que no seamos capaces de relacionarnos con “el mundo” porque “ellos” (y siempre en un todo despectivo) no viven la vida de la manera en que yo “el super espiritual” la vivo. Me preocupa el hecho de que más de una vez me encuentre yo misma cerrando mis oídos a las ideas que no cuadran con mi “perfecta” filosofía de vida y no pueda conocer otras realidades y visiones que en vez de sentir que atacan mi visión de la vida, me ayudan a sustentarla y defenderla con aún más vigor; no la defiendo para convencer a otros, la defiendo porque es lo que PARA MÍ ha sido una realidad.
A través de mi profesión de psicóloga me he encontrado con infinitas historias, visiones y formas de entender al mundo y en todas ellas trato (aunque muchas veces me cuesta MUCHO trabajo) de encontrar el punto en común, siempre hay algo que nos une: el amor, la esperanza, la amistad, el compañerismo, la libertad… ¡Algo! Y ese algo es el que nunca debemos perder de vista.
Tengo la convicción grabada a fuego de que el trabajo de nosotros en este mundo no es juzgar intenciones ni razones, nuestro trabajo es compartir la buena noticia, y esa buena noticia se llama Jesús. Nada más. Esa es nuestra misión. El Espíritu Santo se encarga del resto, no tú ni yo, Él lo hace a Su tiempo y en Su medida.
Aprendamos y luchemos por ser tolerantes ante las diferencias, esto no es caer en un relativismo moral o ser “light”, esto se trata de respeto, de amar en la diferencia para transmitir el amor que Cristo me entregó. Cuando Él me escogió y te escogió éramos (espantosamente) diferentes a lo que cualquier moralista pudiera definir como lo óptimo, y así y todo Dios apostó por nosotros. A veces nos falta seguir ese ejemplo, ser capaces de abrir nuestra mentalidad y comprender que en el mundo existen millones y millones de personas radicalmente distintas a nosotras; sin embargo, Cristo murió por cada uno de nosotros, sin excepción y sin reparos, sólo LO HIZO.
“Ensancha el sitio de tu tienda, y las cortinas de tus habitaciones sean extendidas; no seas escasa; alarga tus cuerdas, y refuerza tus estacas. Porque te extenderás a la mano derecha y a la mano izquierda; y tu descendencia heredará naciones, y habitará las ciudades asoladas”
Isaías 54:2-3 (RVR1960)
Autora: Poly Toro
Escrito para www.destellodesugloria.org