Punto de quiebre

Punto de quiebre

Escrito por Lilo de Sierra

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“Las lágrimas que derramamos cuando sembramos la semilla, se volverán cantos de alegría cuando cosechemos el trigo”.

(Salmos 126 TLA)

Me quiebro, grita mi alma angustiada; golpeada por la fuerza de un tsunami de emociones; duele, sangra, lloro y no puedo callar las voces en mi mente que me desaniman a continuar luchando por mi sueño. Arrodillada frente a mi cama, clamé y pedí al Dios del cielo una oportunidad, repetí una y mil veces que no quería defraudarlo y que si Él decía sí, haría todo lo que estuviera a mi alcance por cumplirle.

El tiempo pasa y siento que he fracasado. No puedo más, decidí creer, amar, luchar, pero me rindo ante el ímpetu de mi propio orgullo, que con desdén disfruta mi derrota. Luna llena testigo de cada lágrima, cada palabra susurrada clamando perdón y fuego en mi interior; pero el silencio desgarrador, la indiferencia y la rudeza del viento que amenazaba con derribarme han logrado su cometido.

Decido callar, mil palabras sin sentido no lograran evitar que el frío gobierne mi corazón. Jesús me vio, me amo cuando nadie más lo hizo, en medio de mi imperfección me hizo sentir valiosa ante sus ojos y esa es la esperanza que llena hoy mi mente y todo mi ser. Volver a sentir ese primer amor, tener la seguridad de ser especial y única para aquel que me acepta tal cual soy, es lo único que me sostiene en pie.

Me encuentro en el punto cero, desesperada y sin esperanza. Lo veo venir y me postro ante su presencia porque necesito de su poder sanador en éste preciso instante. Ya no hay gozo pero volveré a cantar, porque el Príncipe de paz marcha victorioso hacia mí.

Anhelo recuperar el tiempo perdido, nada tiene sentido si Él no está conmigo. Lo amo, lo necesito, mi plan cumplido está, el propósito de haber pasado por su vida ya fue consumado. Ha llegado la hora de continuar, de descansar, de dar un paso al costado para permitirle crecer y llegar a ser lo que el Señor ya tiene planeado para él en el futuro. Tiene razón cuando dice que no paro de quejarme, que no soy nadie para juzgar y señalar; soy solo una mujer en TODO el sentido de la palabra que hoy decide callar para dejarlo obrar. No tengo el poder de cambiar mi realidad, soy solo una simple mortal y mi felicidad está entre sus brazos.

Es maravilloso el camino recorrido. Sé que Dios me escucha y me entiende, está cerca de mí, me cuida y evita que sufra daño alguno. (Salmos 34.17). No me creo más de lo que Él ha hecho de mí. Una mujer sincera, honesta, con principios; he perseverado, pero he olvidado mi primer amor. He permitido que el sol del desierto que hoy hay dentro de mí, seque mis ilusiones.

Decido creer una vez más, esforzarme por hacer de nuestra relación una que honre mi amor por ti. Lo que soy te pertenece, visualizo mi presente y mi futuro junto a ti, hasta el final de mis días y después de partir. Tengo fe, me aferro a mis promesas sabiendo que hay condiciones que debo cumplir y asumo mi responsabilidad. Lo intentaré hasta que tú digas ya no más, estaré atenta a tus instrucciones, a actuar conforme a tu voluntad, solo dame la fuerza que necesito para vencer mi propio yo.

“Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso”.

(1 Corintios 13. 1-3 TLA)

Escrito para www.destellodesugloria.org

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