Silencio…

Silencio…

silencioAlgo tiene el silencio que nos produce tanta incomodidad. Evaluamos una cita con este criterio, si hubo muchos momentos de silencio no fue tan cómoda como la esperábamos; también nos pasa que sentimos que debemos decir algo cuando hay periodos de silencio en una entrevista laboral o cuando un amigo nos cuenta algo trágico que le pasó o explota en llanto ante nuestra presencia. El silencio nos incomoda, no podemos permanecer mucho tiempo en él.

No sé si te ha pasado, pero cuando paso mucho tiempo sola llega un punto en donde comienzo a hablar en voz alta. Créeme, no tengo ningún tipo de psicopatía, es solo que siento la necesidad de escuchar a alguien, sentir compañía. De esta forma también me acomoda mucho más orar en voz alta, como si conversara con Dios y Él me contestara. Disfruto esas largas conversaciones en donde yo le planteo mis inquietudes y su apacible Espíritu aquieta el mío, ahí creo que es cuando más disfruto el silencio.

Pero existe un silencio que no me gusta, me inquieta y me angustia y es el silencio de Dios. En ocasiones, debo esperar para escuchar su voz y esa espera es terrible, los días se me hacen eternos y muchas veces mis ganas de continuar orando también decaen y se fusionan con la rabia que puedo llegar a sentir por no ver ni escuchar NADA. Espero que a alguien más en el mundo le suceda esto, o nadie más leerá algo que escriba yo (sólo bromeo), pero si eres más de carne que de hueso como lo soy yo creo que te has tenido que enfrentar  a esta situación en más de una ocasión y te aseguro que no te ha gustado. Son estos en los momentos en los que yo digo “amo profundamente a Dios, pero en este preciso momento no me simpatiza”. Seamos realistas, no siempre nos gusta lo que Dios hace, colguemos las máscaras, hay momentos en nuestra vida en que incluso Dios no nos cae bien, lo seguimos amando, pero detestamos lo que está haciendo. Él lo sabe y no le produce ningún tipo de crisis existencial ni enviará un rayo pulverizador para acabar con nuestra vida. Lo hace porque tiene que hacerlo, pero no porque será ése el pick de su popularidad en nuestra vida.

Cuando tengo estos sentimientos y pensamientos, me conforta el hablar con personas que se atreven a quitarse la máscara frente a mí y contarme las luchas y desafíos que se les están presentando. Me alegra saber que en el mundo aún quedan cristianos de carne y hueso como yo, quienes pese al intenso amor que sentimos por Dios a ratos no es nuestra “persona” favorita o sentimos que ese silencio ya casi está cayendo en la crueldad. Cuando no encuentro a nadie así, pienso en Jesús en la cruz, lleno de dolor y de angustia le pregunta al Padre por qué lo ha abandonado. Jesús, el que hacía milagros y sanaba enfermos, ese Jesús le pregunta a Dios por qué lo ha abandonado, estoy segura que en ese momento Su Padre no le estaba simpatizando especialmente.

Sin duda existen cientos de respuestas de porqué Dios se mantiene en silencio a ratos, y por más que yo las racionalice y analice, siguen sin gustarme y hacen que en ocasiones junte una bronca frente a las circunstancias que hacen, incluso, que ande aún más sensible de lo que ya soy. No te voy a decir que estás siendo débil en tu fe por esta razón ni te voy a llenar de versículos que ya conoces y recitas de memoria. Lo único que quiero que sientas es que no estás solo, de seguro cuando Dios calla lo hace en varias partes del mundo, por tanto quiero que seamos capaces de sentir esa compañía aún a través de las fronteras. Cuando Dios calla su voz, también te susurra al oído, muy bajito a veces: “Todo va a estar bien”.

Es cierto. Todo va a estar bien.

Todo.

Autora: Poly Toro

Escrito para www.destellodesugloria.org

COMPARTE


Ahora puedes comentar con tu cuenta de Facebook: