«Perdóname Dios mío»
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Perdóname, Dios mío
Todos le hemos fallado a Dios en algún momento de nuestra vida,
esos momentos en donde por alguna razón somos débiles ante la tentación y terminamos accediendo a ella.
No me vas a negar que si realmente amas a Dios cuando acabas de fallarle te sientes muy mal, en ocasiones sentimos hasta vergüenza de pedirle perdón por eso que sabemos que no fue de su agrado porque consideramos que a lo mejor está aburrido o cansado de nuestros fallos, sin embargo, Dios no es así, su voluntad hacia nuestra vida es que cada día podamos tener la determinación y la voluntad de ser mejores para Él y para ello no hay mejor forma que hacerlo que reconociendo nuestras debilidades delante de Él y permitiéndole que nos ayude.
El Salmos 51 fue escrito por David después de que el profeta Natán lo hubiera reprendido por haber cometido adulterio con Betsabé.
David reconoció su error y con las palabras más sinceras comenzó a hablar con Dios diciendo:
SALMO 51
Nueva Traducción Viviente (NTV)
1 Ten misericordia de mí, oh Dios,
debido a tu amor inagotable;
a causa de tu gran compasión,
borra la mancha de mis pecados.
2 Lávame de la culpa hasta que quede limpio
y purifícame de mis pecados.
3 Pues reconozco mis rebeliones;
día y noche me persiguen.
4 Contra ti y solo contra ti he pecado;
he hecho lo que es malo ante tus ojos.
Quedará demostrado que tienes razón en lo que dices
y que tu juicio contra mí es justo.
5 Pues soy pecador de nacimiento,
así es, desde el momento en que me concibió mi madre.
6 Pero tú deseas honradez desde el vientre
y aun allí me enseñas sabiduría.
7 Purifícame de mis pecados, y quedaré limpio;
lávame, y quedaré más blanco que la nieve.
8 Devuélveme la alegría;
deja que me goce
ahora que me has quebrantado.
9 No sigas mirando mis pecados;
quita la mancha de mi culpa.
10 Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio
y renueva un espíritu fiel dentro de mí.
11 No me expulses de tu presencia
y no me quites tu Espíritu Santo.
12 Restaura en mí la alegría de tu salvación
y haz que esté dispuesto a obedecerte.
13 Entonces enseñaré a los rebeldes tus caminos,
y ellos se volverán a ti.
14 Perdóname por derramar sangre, oh Dios que salva;
entonces con alegría cantaré de tu perdón.
15 Desata mis labios, oh Señor,
para que mi boca pueda alabarte.
16 Tú no deseas sacrificios; de lo contrario, te ofrecería uno.
Tampoco quieres una ofrenda quemada.
17 El sacrificio que sí deseas es un espíritu quebrantado;
tú no rechazarás un corazón arrepentido y quebrantado, oh Dios.
No sé cuál haya sido tu pecado, por muy grande que lo consideres debes entender que Dios te quiere perdonar, pero para ello es necesario confesarlo con tu boca y arrepentirte de corazón para comenzar a vivir como Dios quiere que vivas.
Cuando somos sinceros con Dios, Él renueva nuestras fuerzas y nos da valor para decir NO a aquellas cosas que no le agradan.
Hoy te invito que al igual que David allí donde estás puedas hablar con Dios con las palabras más sinceras y sencillas que salgan de tu corazón hacia tu boca.
¡Hoy Dios te quiere perdonar!
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Escrito por Enrique Monterroza