¡Música Maestro!

¡Música Maestro!

musica maestroEuterpe, así llamaban los griegos a la inspiración musical. Como si un ser místico, en este caso las musas, fueran las causantes de la creación artística. Pero los griegos ignoraban que mucho antes de que ellos surgieran como cultura, ya el ser humano hacía música, y no precisamente por la acción de un ser místico, sino por las propias herramientas con que nuestro Dios armó a su más grande creación terrenal: la comunicación y los sentimientos.

La música nos ha acompañado desde siempre, ha sido el sello de garantía para nuestro proceso de desarrollo como especie. La Historia del hombre ha sido, también, la Historia de la música.

¿Cómo pudiéramos imaginar la vida sin ella? La gran virtud de la música como arte es esa; la capacidad que tiene para insertarse en distintos espacios de nuestra vida. Es una vía de comunicación para transmitir sentimientos. Así ha servido para expresarle a la Patria; a los padres; a los hijos; al amor de la juventud; a la naturaleza; y a todo lo que existe, lo mucho que significan para nosotros.

Música, solo eso puede inundar el oído de quien ama, de quien sufre, de quien goza, de quien busca una esperanza, de quien vive.

Como más aun para Aquel que un día vino a morir por nosotros, hecho a la justicia inmortal, por los injustos se sacrificó; todo lo que podamos sentir, todo lo que las palabras no puedan expresan. Entonces con música alabémosle, adorémosle, porque es digno de nuestro agradecimiento y reconocimiento. Que lleguen a las Alturas sublimes del Trono de nuestro Rey Jesucristo, este talento puesto en nosotros, como un olor fragante de sacrificio a los pies de nuestro Señor.

Hoy nuestras iglesias cada domingo exaltan el nombre de nuestro Dios, glorificándole mediante melodiosas alabanzas. También, al compás de la música, nuestras congregaciones permiten una intimación relacional del creyente con nuestro Señor.

He aquí las dos grandes funciones de los ministerios musicales: alabar y permitir la adoración al Señor.

Si me preguntarán cuál ha sido el momento en que se marcó un hito en mi vida cristiana no dudaría en afirmar que fue este. Me encontraba yo asistiendo a un evento que hay en mi país de jóvenes cristianos. Hasta ese día había escuchado yo montones de canciones y sermones, y aunque ya me había decidido por el Señor sabía que algo más me faltaba. Pues bien ese día mientras escuchaba la canción de Jaime Murrell “Yo quiero más de ti”, interpretada por el grupo de alabanzas de jóvenes de la Iglesia donde se celebraba el evento, el Señor tocó mi corazón. Recordé la frase del Bautista en Juan 3:30 “Es necesario que él crezca, pero que yo mengue”.

Mis ojos se llenaron de lágrimas y sentí por primera vez en mi corazón la presencia del Santo Espíritu de Dios. Ese día el Espíritu me dio testimonio de que yo era un hijo de Dios. (Romanos 8:16).

La importancia que reviste el trabajo del Ministerio Musical hoy en la Iglesia es realmente incuestionable. A través de la música podemos alabar y adorar el nombre de Dios de una manera participativa y amena. Es innegable que cualquier creyente puede aprenderse una canción y conectarlo con Dios, cosa que no es fácil hacer con un sermón, que pasados unos días la mayor parte del contenido del mismo se olvida.

La música además lleva a la Congregación a un grado de éxtasis en la adoración que demoraría más a través de otros medios. Es fácil lograr el estímulo y motivación evangélico a través de la música. En mi caso personal, fue la música la que me marcó, pues al domingo siguiente alcé mi mano para recibir el Bautizo.

Tampoco podemos ignorar que el enemigo se ensaña con el Ministerio Musical, y es motivo de controversias en las Iglesias. De ahí a que la importancia no sea solo del trabajo de éste hacia la Congregación, sino también el apoyo espiritual que ésta otra le pueda brindar.

Unidos todos, por el mismo sentir, que es la adoración al Rey de Reyes y Señor de Señores. A Dios toda la gloria, la honra y el poder, por medio de la música, la forma más sublime del hombre de comunicar lo que siente.

Ahora bien surgen algunas interrogantes respecto al uso y selección de la música en la Iglesia. Existen algunas piezas musicales modernas que gozan de la aceptación de los jóvenes, con ritmos armoniosos más dinámicos y movidos. Tampoco podemos desterrar de una vez y para siempre los Himnos que han sido cantados en las Iglesias desde épocas de antaño. Siempre recordaré el Himno No. 364 del Himnario Bautista Día en Día, el cual era mi preferido.

Entonces para saber cuáles músicas deben ser tocadas en las Iglesias, no hay más que preguntarle al Esposo, qué opina Él y solo Él. La Palabra establece que cualquier decisión en nuestras vidas, aun las que importen solo a nuestras responsabilidades seculares, deben tener en cuenta que igualmente son para Dios. Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; (Colosenses 3:23).

Entonces esta máxima se aplica aun más en los negocios de la Casa de Dios, su Iglesia amada. La propia Escritura determina la función de la música en el Cuerpo de Cristo, como canal para la exhortación a los creyentes hacia la adoración y alabanza a Dios. En el Libro de los Salmos, libro musical por excelencia, encontramos los pasajes siguientes que corroboran lo afirmado.

Para la adoración:

“Dad a Jehová la gloria debida a su nombre; Adorad a Jehová en la hermosura de la santidad.” (Salmo 29:2).

Adorad a Jehová en la hermosura de la santidad; Temed delante de él, toda la tierra.” (Salmo 96:9)

Para la alabanza:

“Los que teméis a Jehová, alabadle; Glorificadle, descendencia toda de Jacob, Y temedle vosotros, descendencia toda de Israel.” (Salmo 22:23).

 “Entrad por sus puertas con acción de gracias, Por sus atrios con alabanza; Alabadle, bendecid su nombre.” (Salmo 100:4)

Pero no solo sirve la música para conectar a la congregación, o sea al conjunto de creyentes ya consolidados, en la exhortación para glorificar el nombre de Dios. Es igualmente hoy una de las herramientas evangelísticas mas poderosas. Un antecedente para ello lo encontramos en la Escritura, en el Libro de los Hechos capítulo 16, del verso 11 al 40. Encontrándose Pablo y Silas en la ciudad de Filipo, habían creído quizás que su obra misionera en aquel lugar se vería truncada, pues ambos fueron metidos en la cárcel, luego del acostumbrado azote, como castigo corporal adjunto.

Pero el Apóstol y su ayudante no desmayaron en la oración en medio de la celda fría, y dice la Palabra, lo siguiente: “Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los oían”, (verso 25)

En medio del dolor físico y el tormento de aquel lugar, estos valerosos hermanos continuaron clamando a Dios, no se pusieron a quejarse y pedir cuentas al Señor, sobre lo mal que al parecer les estaba yendo. Ellos sabían que algo grande ocurriría.

Y así aconteció. La música alabando y adorando a Dios, combinado con la oración poderosa de los justos, conmovería aquel lugar. “Entonces sobrevino de repente un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se sacudían; y al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron”, (verso 26).

Después del suceso, el carcelero, hombre áspero y poco dado a las misericordias con los presos, cae sobre sí de rodillas; y se humilla, cual pecador que era; delante de los pies del Señor, que aun no conocía, pero cuyo poder lo había deslumbrado. Esa misma noche la luz del Evangelio se abría paso en medio de aquella celda oscura.

“El entonces, pidiendo luz, se precipitó adentro, y temblando, se postró a los pies de Pablo y de Silas; y sacándolos, les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo? Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa. Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa. Y él, tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas; y en seguida se bautizó él con todos los suyos”, (versos 29 al 33).

La música había permitido una relación tal del Santo Espíritu con los creyentes, que Dios se movió entre ellos, mostrando su poder y Gloria sobrenatural, no solo controlando los fenómenos físicos, sino además convenciendo a las almas del pecado.

Pero de igual manera la música hoy debe ser un tema al cual hay que darle profundo seguimiento por parte de pastores y líderes. Además de ser causa de polémicas increíbles en la Iglesia, como ya dijimos, es también la manera en que muchos perdidos se alejan más de la puerta a la Salvación. Y es que parece que nuestro adversario es gran conocedor de la misma, según apunta el Libro de Ezequiel 28:13-15

En Edén, en el huerto de Dios estuviste; de toda piedra preciosa era tu vestidura; de cornerina, topacio, jaspe, crisólito, berilo y ónice; de zafiro, carbunclo, esmeralda y oro; los primores de tus tamboriles y flautas estuvieron preparados para ti en el día de tu creación. Tú, querubín grande, protector, yo te puse en el santo monte de Dios, allí estuviste; en medio de las piedras de fuego te paseabas. Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad.”

No es casual que la música se asocie con la creación de este ser en su tiempo perfecto, hasta que ambicionó ser como Dios. La realidad hoy la vivimos, muchísimos excelentes músicos seculares, han tenido maneras brillantes de llegar a la fama, llegando incluso a desafiar al Dios mismo de la creación. Desde Mozart, hasta Paganini, incluyendo a Wagner, y otros más del período gótico, hasta los recientes John Lennon, Jimmy Hendrix, Freddy Mercury, entre otros.

Pudiéramos hacer una lista interminable de excelentes conocedores de la música, verdaderos virtuosos, que terminaron sus días rodeados de vergüenza y horror. Pero lo peor alejados del Dios vivo, y sirviendo como instrumentos del enemigo para que otros también se perdieran.

En la Iglesia sucede otro tanto. Considero, a mi entender, que muchas llamadas canciones cristianas simplemente las cantamos porque nos gustan sin saber si realmente la letra sigue las enseñanzas bíblicas. Esa debe ser nuestra primera misión a la hora de seleccionar una música para el culto, si es que somos llamados por el Señor a ejercer como líderes del ministerio musical. Como afirmara el Apóstol Pablo y citamos una vez más: “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres”; (Colosenses 3:23).

Cantemos así con gozo, que sea alabado y glorificado, el nombre de nuestro Dios, digamos con fervor, ¡Música, Maestro! ¡Para la Gloria de Dios, que es la dicha nuestra!

Autor: Ignacio L. Prieto

Escrito para www.destellodesugloria.org

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