ERRORES DE LOS CRISTIANOS DEL SIGLO XXI (Parte 4)
Lectura: Santiago
Por favor cambia tu mente a la forma de la de un niño para que puedas entender la Palabra que Dios tiene para ti hoy.
El libro de Santiago es un libro lleno de exhortaciones para la iglesia. Sus palabras tienen una vigencia permanente para la iglesia de cualquier época y, por tanto, tienen un gran significado para nosotros. El autor sabe señalar muy bien los errores que cometemos, así como la manera como debemos enfocarnos en su solución. A continuación, me gustaría que reflexionáramos sobre estos errores y hagamos una reflexión interna para no volverlos a cometer:
- Malas palabras y conversaciones (Santiago 3:1-12)
Santiago nos enseña la importancia de controlar nuestras palabras. Lo hace haciendo alusión a una serie de metáforas muy interesantes con relación a la lengua:
- La compara con el pequeño timón de un barco que es capaz de controlar toda la nave.
- La compara con el freno en la boca de los caballos que es capaz de controlar al animal.
- La compara con un pequeño fuego, capaz de crear un gran incendio.
Nuestras palabras pueden hacer mucho daño o pueden hacer mucho bien. Con nuestras palabras podemos ofender a nuestros hermanos, podemos dañarlos, podemos humillarlos, podemos irritarlos, podemos enfurecerlos.
En muchas iglesias no se maneja la cordialidad que debería manejarse entre hermanos en Cristo. Podemos encontrar reuniones de liderazgo llenas de egoísmo, resentimiento, murmuración e insultos. ¿Cómo puede ser posible que una reunión de liderazgo cristiano cuente con un ambiente tenso de pleitos y peleas?
Por nuestra falta de tacto y sabiduría, podemos alejar a las personas que visitan nuestras iglesias. Podemos herir susceptibilidades o tocar temas delicados de una forma tosca e insensible.
Nuestras palabras han mostrado al mundo la imagen de una iglesia lejana, una iglesia incapaz de sentir los dolores de las personas, tosca, ruda e insensible; donde no encontrarán un consejo para su situación sino una palabra de crítica. Eso ha pasado por culpa de nuestras palabras, por la forma como nos expresamos.
Otro grande problema que hemos desatado con nuestras palabras es la murmuración. Nos hemos vuelto expertos en criticar el comportamiento de los demás y luego los ocultamos bajo una fachada de santidad. Más triste aún, es encontrar como se crean espacios con el único objetivo de hablar mal de algún hermano de la iglesia; incluso de inventar historias o chismes y promover que se amplíen por toda la congregación.
Debería provocarnos una enorme tristeza esta situación y deberíamos comenzar a cambiar. Si nuestras palabras se usaban para criticar, dañar o murmurar; empecemos a usarlas para ayudar, guiar y apoyar.
- Celos (Santiago 3:14)
Cristo nos enseñó la grandeza que hay en el servicio. Es claro que en muchas iglesias se maneja una estructura jerárquica por temas de organización para todas las tareas que se desarrollan; eso no me parece mal, lo que sí está mal, en cambio, es que comiencen los celos a partir de ver cómo alguien tiene una “mayor posición” en la congregación.
No tiene sentido que tengamos o promovamos los celos cuando todos somos siervos del mismo Dios. Es triste ver como en el imaginario cristiano tenemos que quien predica es mayor que quien sirve ubicando a las personas en los asientos y cuidando de ellas con su oración y diligencia; o que quien está en la alabanza es mayor que quien visita a los enfermos. ¿Quién nos enseñó esta mentira?
Cada uno tiene un rol en la iglesia de Dios, a cada uno Dios dio dones y talentos para desarrollar una actividad determinada y valiosa. No tenemos razón para tener celos de nadie, ni alguien puede jactarse en ser mayor que otro porque realiza alguna actividad determinada.
- Contención y orgullo (Santiago 3:16)
Hay personas que creen tener mucho conocimiento de Dios y de la Palabra, y pueden tenerlo, pero se jactan y humillan a los demás por este conocimiento, entrando en debates innecesarios y haciendo comentarios hirientes para alimentar su ego. Esto no es sabiduría, no es la sabiduría que da Dios; porque la sabiduría que Él da se muestra en nuestras buenas acciones y humildad.
¿Por qué habríamos de glorificarnos por algo?, Si es por el conocimiento que tengamos, ¿No pertenece a Dios?, Si es por el servicio que hacemos en la iglesia, ¿No es para Dios?, ¿No nos ha dado Él los talentos y capacidad para hacerlo?, Si es por la riqueza que tengamos, ¿No nos ha dado Dios el poder para conseguirla?, ¿No viene de Dios y a Él pertenece?
En cuanto a los pleitos, estos en nada edifican. Hay pleitos en las iglesias por cuestiones doctrinales que se alejan de ser sanos. Es cierto que pueden ser necesarios los debates respecto a ciertos temas, pero todos deben estar sujetos a la humildad y al respeto; no al orgullo ni los celos.
También entramos en debates inútiles con personas que profesan creencias diferentes a las nuestras. Una cosa es dar nuestro punto de vista sobre algo soportado con la Palabra de Dios, como Jesús lo hizo en múltiples ocasiones con los fariseos de su tiempo, otra muy diferente es entrar en debates largos e inútiles basados en el orgullo mas no en el conocimiento de la Palabra.
QUE DIOS TE BENDIGA
“Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos,
Ni estuvo en camino de pecadores,
Ni en silla de escarnecedores se ha sentado;
Sino que en la ley de Jehová está su delicia,
Y en su ley medita de día y de noche.
Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas,
Que da su fruto en su tiempo,
Y su hoja no cae;
Y todo lo que hace, prosperará”
Salmo 1:1-3
Autor: Juan Felipe Caro Valencia
Escrito para www.destellodesugloria.org