Y tú, ¿Tienes verdaderos amigos?

Y tú, ¿Tienes verdaderos amigos?

“1Unos días después, Jesús volvió a Capernaún y se difundió la noticia de que estaba en la casa. 2 Se reunió tanta gente, que no había más lugar ni siquiera delante de la puerta, y él les anunciaba la Palabra. 3 Le trajeron entonces a un paralítico, llevándolo entre cuatro hombres. 4 Y como no podían acercarlo a él, a causa de la multitud, levantaron el techo sobre el lugar donde Jesús estaba, y haciendo un agujero descolgaron la camilla con el paralítico. 5 Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: “Hijo, tus pecados te son perdonados”.6 Unos escribas que estaban sentados allí pensaban en su interior: 7 “¿Qué está diciendo este hombre? ¡Está blasfemando! ¿Quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios?”8 Jesús, advirtiendo en seguida que pensaban así, les dijo: “¿Qué están pensando?9 ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: “Tus pecados te son perdonados”, o “Levántate, toma tu camilla y camina”? 10 Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados 11 —dijo al paralítico— yo te lo mando, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa”. 12 Él se levantó en seguida, tomó su camilla y salió a la vista de todos. La gente quedó asombrada y glorificaba a Dios, diciendo: “Nunca hemos visto nada igual”.

(Marcos 2:1-12)

Siempre que he escuchado esta historia, me teletransporto a Capernaún y me imagino la escena de aquél día: Jesús dentro de una casa lleeeeeeeeena de gente escuchando Sus enseñanzas (¡casi como un día domingo en el centro comercial o intentando avanzar hacia el escenario en el recital de un grupo de rock!), afuera más gente con deseos de entrar tratando de abrirse paso en la multitud y más lejos, cuatro locos acarreando a un paralítico acostado en una especie de camilla inventada por ellos mismos. ¿Se lo imaginan?, el pobre paralítico ni se debe haber enterado de lo que sus locos amigos querían hacer. Más que el escenario, me gusta imaginar la conversación previa que deben haber tenido, ¿a quién se le habrá ocurrido la idea? ¿Qué habrán dicho los otros? ¿Habrán estado todos de acuerdo, o sólo uno logró convencerlos a todos? Y finalmente… ¿Cómo se les ocurrió que el techo era la mejor forma de acercarse a Jesús? Todas estas preguntas me las hago de curiosa nada más, pero el haber estado presente en la planificación de esta travesía debe haber sido muy divertido.

Esta parábola se utiliza muchas veces para hablar de la amistad y de lo que los verdaderos amigos harían por nosotros si estuviéramos en una situación crítica cómo ésta. Sin embargo, al extrapolarlo a nuestra época, resulta casi irracional pensar en replicar esto. Primero, porque Jesús no está en la Tierra como para llevar a nuestro amigo con necesidad físicamente a dónde Él esté, y segundo, porque sin duda no sería necesario abrir el techo o hacer otro tipo de maniobra casi de circo para llevar a nuestro “paralítico” a Su presencia, hoy hay sillas de ruedas, muletas, y una serie de otros avances médicos que nos permitirían hacer las cosas más fáciles.

Y es que claro, en pleno siglo XXI presentar esta parábola como un ejemplo- literal- de lo que es la amistad se ve muy lejano de la realidad de una generación joven como la nuestra.  Lo más probable es que ninguno de nosotros tenga un amigo paralítico (y si lo tuviera…lo último que pensaría sería en tirarlo del techo…) pero ¿qué pasaría si  yo te dijera que hay muchas formas de ser paralítico y que esta historia no ha pasado de moda? Ser paralítico es más que no tener movilidad en las extremidades inferiores, puede ser una condición espiritual o también, una imposibilidad que no te permite avanzar. Gracias a Dios, yo puedo caminar, correr, bailar, pasear, vitrinear, hacer de todo con mis dos piernas, pero hace ya más de dos años, yo era paralítica. Y no precisamente porque no podía caminar, sino porque vivía un momento muy difícil en mi vida personal y espiritual. Era paralítica porque no podía avanzar, porque mi fe estaba siendo escasa y porque tenía mucho dolor en mi corazón y muchas preguntas sin contestar, lo único que sabía era que Dios TENÍA que ser Soberano…no había más opciones.

Los días 29, 30 y 31 de Octubre  del año 2009, se realizó en mi Iglesia una Convención Nacional cuyo slogan era: “Consolidando Sobrenaturalmente”, uno de los oradores invitados era un hombre de Dios con una unción profética conocida a nivel mundial y con la capacidad- otorgada por Dios- de traer las manifestaciones sobrenaturales al más estilo hollywoodense, casi como para quedar con la boca abierta durante horas. ¡Al lado de él, hasta el más espiritual se ve carnal!

Yo venía de regreso de un viaje de emergencia que había tenido que realizar a Punta Arenas, mi papá estaba muy grave en la UCI con un pronóstico negativo, sin esperanzas. Algo dentro de mí me decía que iba a tener que pelear por mi milagro, pero ya no quedaban fuerzas para guerrear. Esos días me tocó trabajar como protocolo del evento, por lo tanto hubo momentos en que no estuve en los mensajes y siempre me sentaba muy lejos del escenario.

 Esos días fueron extraordinarios, pero hubo uno de ellos que jamás olvidaré. Se terminaba la reunión, todos debíamos irnos, yo estaba lista para regresar a mi casa cuando una de mis mejores amigas y su novio (de ese entonces) me llaman desesperadamente al lugar en el que ellos estaban. Me acerqué preocupada y me dicen: “Vamos a pedirle al hombre de Dios que ore por tu papá”, de pronto veo que de las gradas baja otro de mis amigos, y de pronto, otro de ellos está esperándonos más adelante. Cuatro de mis amigos esperaban para ayudarme a llegar al profeta para que orara por mi papá. ¿Creen que fue fácil? ¡Nooooooooooooooooo!  Al parecer, a mayor unción, mayor restricción, porque era una hazaña intentar siquiera ver de cerca al orador. Esperamos delante del escenario con mis amigos, yo temblaba entera y apenas entendía lo que estaba pasando. En un abrir y cerrar de ojos el profeta se estaba yendo. No sé cómo ni en qué momento ¡me vi en los aires! El novio de mi amiga me tomó en brazos (¿o fue mi otro amigo?) y cual balón de fútbol americano me pasaron de un brazo a otro para llegar finalmente al lugar por dónde saldría el profeta. Una vez allí, seguí sin entender nada, toda tiritona como una jalea.Se acercaba el profeta, y nosotros ahí…

Todo fue tan rápido, mi amiga lo tomó y le dijo, entre desesperación y lágrimas: “Necesitamos que ore por el papá de nuestra amiga que se está muriendo”. Él nos miró y dijo: “por la fe de estos jóvenes, tu padre es sanado” y se fue. ¿Les parece una versión moderna de la parábola del paralítico? Si la Cenicienta tiene una versión contemporánea ¿Cómo las enseñanzas de Dios no van a seguir vigentes?

Me prometí a mí misma y a mis amigos, que me encargaría de que todos supieran esta historia. Desde ese día, la enseñanza que esos 4 amigos del paralítico dejaron en la Palabra tuvo un nuevo sentido para mí. Los actos de amor que pueden hacer los amigos por nosotros nunca pasan de moda. Busquen amigos que sean capaces de “cargarlos” y llevarlos a la presencia de Dios. Busquen amigos que sean capaces de amarlos y obligarlos a perseguir sus milagros, frente a cualquier obstáculo o barrera. Busquen amigos como estos locos que me llevaron a conquistar mi milagro. Nunca se van a olvidar de ellos.

“En todo tiempo ama el amigo, y es como un hermano en tiempo de angustia”

Proverbios 17:17

Autora: Poly Toro

Escrito para www.destellodesugloria.org

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