Gaviotas

Gaviotas

gaviotasEn mi país se realiza el Festival Internacional de la Canción y cientos de artistas y turistas llegan a la región para poder disfrutar de la música y del espectáculo que se realiza; como símbolo del éxito que tengan los cantantes o las bandas invitadas, el público- conocido como “el monstruo”- le regala una estatuilla en forma de gaviota, ave emblemática de la zona. Existen gaviotas de plata y gaviotas de oro, dependiendo de lo bueno que sea el show y del ánimo del monstruo.

Hace días atrás me di cuenta que las gaviotas parecen ser más que aves típicas de la zona o ícono de un premio popular, también pueden reflejar una gran verdad con respecto a nuestros propios comportamientos. Sí, nos parecemos un poco a las gaviotas, y no es que  físicamente luzcamos como ellas, sino que también podemos tener ciertas maneras de actuar que pueden asemejarse a los procederes de estas aves. Déjame explicarme mejor.

Observando el mar y unos roqueríos donde rompían las olas vi a un grupo de gaviotas de diferentes colores y tamaños. Una de ellas, que en vez de ser blanca era de color gris (bastante poco atractiva a la vista, la verdad) se sumergía dentro del agua pescando su almuerzo, agitaba sus alas, hundía su pico en el mar y salía victoriosa con un pequeño pescado que llevaba hacia una roca. En esta roca había otra gaviota, una blanca de patas amarillas que esperaba la comida, quitándosela a la gaviota gris y disfrutándola como si hubiese sido conseguida por ella misma. En esta escena había también una tercera gaviota, una de alas negras que comía las sobras o trozos que saltaban del alimento de la de patas amarillas. Todo un panorama para un observador de aves, pero también toda una metáfora para nosotros.

En nuestra vida espiritual cada uno de nosotros puede asumir el rol de cualquiera de las gaviotas que anteriormente señalé. Se puede ser la gaviota gris, que busca directamente el alimento en la fuente (el mar) que simbolizaría a Jesús y que lo lleva al resto de las gaviotas (la gente). Podemos ser la gaviota de patas amarillas que espera a que el alimento sea llevado hasta donde está y no lo comparte con nadie, únicamente se dedica a satisfacer su necesidad, sin observar que alrededor puede haber otras gaviotas tan hambrientas como ella. Y en tercer lugar, podemos ser la gaviota de alas negras que come lo que queda de la porción inicial, recibe las migajas, las sobras; muchas veces nuestra comodidad nos hace actuar de esta misma forma, pudiendo recibir la porción completa desde la fuente, preferimos comer lo que queda, lo que otro está disfrutando mientras nosotros lo estamos mirando sin participar mayormente del festín.

Estoy segura que Jesús desde la fuente misma recogió el producto para compartirlo con la multitud; siendo Él mismo Dios, nunca dejó que lo sirvieran o que lo alimentaran con comida que no proviniera de su mano. Tampoco comió las migajas de nadie, Él mismo fue a pescar su alimento y lo compartió con quienes tenían una profunda necesidad de recibirlo y sobre todo, de comer lo que provenía de Él.  Jesús fue la gaviota gris, no fue la de patas amarillas y tampoco la de las alas negras, Jesús fue esa no tan atractiva gaviota (a vista natural) capaz de mantenerse en contacto directo con quien proveería para Él su alimento eterno.

Y tú ¿cuál de las tres gaviotas estás siendo hoy día? ¿Eres la que se mantiene en constante comunión con Cristo para compartir de Él a otros? ¿Eres la que espera cómodamente que llegue a ti lo que necesites, satisfacer tu necesidad y dejar todo lo que “no te sirve” a un lado? ¿O eres la que come lo que queda pudiendo disfrutar del banquete principal? Si quieres vivir una vida lo más parecida posible a la vida de Jesús, ya sabes lo que tienes que hacer…

Autora: Poly Toro

Escrito para www.destellodesugloria.org

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