Pensamientos negativos que alteran tu identidad
Desde mi niñez, por asuntos personales y familiares crecí con un concepto muy bajo sobre mí. En el colegio, hacia lo mayormente posible por pasar desapercibida, trataba de no relacionarme y no hablar con otros sobre mí porque pensaba que era una perdida de tiempo para ellos. En mi mente volaban pensamientos de inutilidad, de tristeza, y hasta destructivos, llegando a asentarse como nidos en mi cabeza que me acompañaban a todos lados.
El divorcio de mis padres, empeoró mi realidad, mi padre había sido la persona que mas había amado hasta ese momento, y el no convivir con él me torturaba. Aun cuando lo lograba ver algunas veces, la relación padre-hija nunca llegó a ser la misma. Su atención se concentró en definir “su nueva vida”, la cual me excluía totalmente, y con el tiempo no podía ir de visita a mi casa, pues allí estaba “el enemigo”. Y es que la separación se había convertido en una guerra a muerte, en donde mis padres luchaban individualmente por sus propias razones. Así que, ya no tenía sus besos cada mañana antes de irse al trabajo, ya no escuchaba su voz que me decía “tú eres mi reinita”, ya no contaba con la seguridad que tenía depositada en él, y que apartando mis inseguridades, me hacía sentir protegida.
Así comenzó a rondar en mi vida la soledad, un sentir que traía consigo amargura, y que acentuaba cada vez más aquellos pensamientos destructivos que daban vuelta sobre mi cabeza. Por mucho tiempo mi identidad estaba definida por estos pensamientos: “no valgo nada”, “no soy buena para nada”, “no soy agradable para nadie”, “no soy buena compañía”, “nadie me quiere” y el mayor de todos: “¡no sirvo!”. Mi personalidad se desarrolló híper-susceptible, tímida, cerrada y solitaria. A pesar de todo, pude lograr varias metas, obtuve un título universitario, logre desempeñarme en varios cargos profesionales, pude viajar, conocer mucha gente, pero nunca logré que esos pensamientos dejaran de dar vuelta sobre mi cabeza. Era agotador, agonizante, sentía que me ahogaba, esos pensamientos eran como latigazos, golpes a mi alma que hasta susurraban algunas veces una salida: mi destrucción.
La depresión se puede definir como un trastorno del estado de ánimo, transitorio o permanente, caracterizado por sentimientos de abatimiento, infelicidad y culpabilidad, además de provocar una incapacidad total o parcial para disfrutar de las cosas y de los acontecimientos de la vida cotidiana. De acuerdo con la OMS, en el mundo existen 121 millones de personas que llegan a padecer de depresión. No solo es un mal común en estos tiempos, sino también una de las armas más utilizadas por satanás en contra del hombre.
Comencé a pensar que yo padecía de depresión, pues no importaba mis logros profesionales, materiales, académicos y hasta personales, siempre tenía que luchar con esos pensamientos negativos y con el poco valor que le otorgaba a mi vida.
Decidí luchar, asistí a unas pocas terapias psicológicas, practicaba ejercicios pues había leído en algún artículo que esto ayudaba a la liberación de endorfinas, las cuales producen un efecto analgésico y de bienestar; era cierto, mientras practicaba algún deporte me sentía bien. Me inscribí en diversas actividades académicas y otras recreativas para ocupar mi tiempo y no darle cabida al ocio, pues este era la puerta para esos pensamientos. Comencé a relacionarme mas, compartir con mis colegas, amigos, compañeros de trabajo, etc. Sin embargo, aun sentía esa sensación de soledad, todo estaba bien, pero seguía faltando algo. Entonces, Dios comenzó a abrir mis sentidos espirituales, y pude comprender cosas que antes no podía entender, empecé a buscarlo cada vez más y decidí seguirlo. Al comienzo sentí una paz increíble y sobrenatural, eso era lo que le hacía falta a mi vida. Pero con la llegada de la paz vino también la oposición, se reavivaron los pensamientos negativos, esta vez cuestionando mi cambio espiritual, “no eres buena para ser cristiana”, “no eres suficiente para ayudar a otros”, “simplemente no sirves”, era una lucha interna que me sometía a la tristeza, comencé a buscar consejería cristiana, algunas personas le asignaron la responsabilidad de esa lucha a satanás y sus demonios, alegando que esos espíritus malignos me querían mantener en depresión, ellos citaban muchas veces lo siguiente : Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Efesios 6:12 Reina Valera 1960. Por ello, aconsejaban una lucha en contra de ese enemigo, reprendiéndolo, diciéndole que se fuera de mi vida, pero aun así el problema persistía. Hasta que alguien, cuyas palabras aseguró que fueron dirigidas por Dios, me dijo: tu problema es que no sabes quien eres, ¿acaso no sabes que eres hija de Dios?, ¿qué importa si tu padre terrenal se marchó alguna vez, si tu Padre celestial te dice que aunque tu padre y tu madre te dejaran, Él nunca te abandonara?, ¿qué importa que algunas personas que pudiste haber amado se alejaron de ti, si Dios te ama tanto que entregó a su hijo Jesús a morir por ti?, ¿qué importa lo que tus compañeros de trabajo piensen de ti, o el poco valor que tu jefe le de a tu trabajo?, la posición profesional y los títulos solo tienen valor terrenal, tu mayor título es el de ser linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable. 1 Pedro 2:9 Reina Valera 1960. Allí empecé a entender sobre mi identidad en Cristo. Todos los versículos que nos describen en la Biblia como escogidos por Dios, nuevas criaturas en Cristo y como Hijos de Dios, me confrontaban fuertemente pero no los había creído totalmente. Y esa era la raíz de mi problema, no creía en mi verdadera identidad. Desde pequeña hasta gran parte de mi adultez consideraba que esos pensamientos negativos me definían. Hoy, he descubierto que esos pensamientos no son reales, satanás tiene algo de responsabilidad sobre eso, pues es cierto que anda como león rugiente buscando a quien devorar (1 Pedro 5:8), pero esa lucha me hizo entender que el mayor enemigo que tuve, fui yo misma. Di por ciertas esas falsas afirmaciones sobre mí, y le di cabida a esos pensamientos en mi mente. Martín Lutero decía: “no puedo evitar que las aves vuelen sobre mi cabeza, pero si puedo evitar que hagan nido en ella”.
Dios le explica algo parecido a Caín: El pecado está a la puerta, al acecho y ansioso por controlarte; pero tú debes dominarlo y ser su amo Génesis 4:7b. Nueva Traducción Viviente. Por eso, no debemos concentrarnos solo en satanás, pues el ya fue vencido en la cruz del calvario por Jesús, esa lucha ya fue ganada. Ante esos pensamientos, nosotros debemos resistir y permanecer junto a Dios, buscarlo y dirigir todas nuestras inquietudes a Él. Así que sométanse a Dios. Resistan al diablo, y él huirá de ustedes. Santiago 4:7 Nueva Versión Internacional.
Debatir con satanás tampoco es la respuesta, con el enemigo no se dialoga, se resiste. En casos de posesión demoníaca, los cristianos de la Biblia se dirigían a los demonios para ordenarles con la autoridad que Cristo les había dado en su nombre, dejaran en paz a la persona poseída. Pero son otros casos, ya que los demonios no pueden poseer a alguien que ya ha creído realmente en Jesús; sin embargo, si lo puede oprimir. En este caso, tratar de hacerlo huir bajo nuestras propias fuerzas y bajo “rituales” humanos es caer en error. No se debe insultar, odiar y hasta retar a satanás pues la Biblia dice que el mismo arcángel Miguel cuando luchaba contra el diablo disputándole el cuerpo de Moisés, no se atrevió a condenarlo con insultos, sino que solamente le dijo: «¡Que el Señor te reprenda!» Judas 1:9 Dios Habla Hoy.
No te distraigas de la verdadera lucha que tienes, cuyo enemigo quizás has ignorado, y que posiblemente eres tú mismo. En oración lleva todo pensamiento cautivo a la obediencia de Cristo, disciplínate en la lectura, es importante que tu mente sea renovada, porque si ha funcionado por tanto tiempo como almacén de aguas turbias, necesita que poco a poco sea purificada por la palabra de Dios. Ora sin cesar, y refúgiate en El Señor.
Es una lucha constante, y puede que mientras estemos en este mundo no cese por completo, pues sabemos que caminamos hacia la perfección, pero no llegaremos a ser completamente perfectos sino hasta que seamos transformados en la segunda venida de Cristo. A medida que entiendas quien eres en Cristo, tu seguridad crecerá cada vez más, y tu carácter se transformará.
Si te sientes identificado con mi experiencia deseo que entiendas que ¡Esos pensamientos no son más fuertes que tú! Ellos no tienen por qué controlarte, más tú a ellos sí.
«Porque no nos ha dado Dios un espíritu de cobardía sino de poder, de amor y de dominio propio.»
2 Timoteo 2: 7 Reina Valera 1960.
Autora: Marianny I. Gutiérrez
Escrito originalmente para www.destellodesugloria.org