¡NO ABRACEMOS EL PECADO!
“Las obras de la naturaleza pecaminosa se conocen bien: inmoralidad sexual, impureza y libertinaje, idolatría y brujería, odio, discordia, celos, arrebatos de ira, rivalidades, disensiones, sectarismos y envidia; borracheras, orgías, y otras cosas parecidas. Les advierto ahora, como antes lo hice, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios”. Gálatas 5:19-21 (Nueva Versión Internacional).
El pecado siempre se está paseando a nuestro alrededor, toca las puertas de nuestra vida diariamente y desafortunadamente muchas veces le damos entrada a nuestro corazón, permitiéndole que se quede a vivir con nosotros, en nuestro hogar, en nuestra familia. No abracemos el pecado, actuemos de manera agresiva contra él, pues lo único que pretende es robarnos las bendiciones que Dios tiene para cada uno de nosotros. No permitamos que el pecado cubra las virtudes que Dios nos regaló cuando nos creó y las que Él quiere que pongamos al servicio de su obra salvadora. Lo particular del pecado, es que aún sabiendo nosotros que tal malo es, actuamos con pasividad y le damos autoridad para que gobierne nuestra manera de pensar, de hablar y de actuar; ¡ya basta! sin más consideraciones con el pecado, echémoslo fuera de nuestras vidas.
Estamos inmersos en una sociedad que cada día toma menos en serio el pecado, pues poco a poco las personas se han ido acostumbrando a él, han cambiado la sabiduría de Dios por el conocimiento científico, han cambiado el discernimiento de Dios por la interpretación de teorías creadas por el hombre, han cambiado la fe por la brujería, han cambiado la adoración a Dios por la idolatría, han cambiado el perdón por el orgullo, y así tantas cosas que día a día remplazan el reino de los cielos por el reino de las tinieblas.
“Ay de los que llaman a lo malo bueno y a lo bueno malo, que tienen las tinieblas por luz y la luz por tinieblas, que tienen lo amargo por dulce y lo dulce por amargo” Isaías 5:20 (Nueva Versión Internacional).
Cuántas veces nos quejamos de la violencia, la destrucción y la perversidad que en el mundo de hoy se ve manifiesta; pero qué estamos haciendo para marcar la diferencia ¿estamos dando buenos frutos? o ¿estamos abrazando el pecado? Es hora de empezar a sembrar buenas semillas para que cosechemos buenos frutos y dejemos un legado a aquellas personas que nos conocen, para que esos buenos frutos se multipliquen y el pecado en vez de opacar la santidad, sea opacado él con todas nuestras buenas dádivas.
Es increíble que no nos demos cuenta de las bendiciones que de parte de Dios perdemos cada vez que pecamos, cada vez que abrimos las puertas al pecado una bendición de Dios desperdiciamos. Él desea que disfrutemos nuestra vida y no que la desperdiciemos a causa de la iniquidad; cada vez que la mentira, el robo, la infidelidad, el egoísmo, la queja, la venganza, el odio, el resentimiento, la envidia, entre muchos más, toquen tu puerta, ciérrasela en las narices y dile al pecado que en el nombre de Jesús, no permitirás que te robe más los regalos que Dios tiene para ti. Tomemos la decisión a partir de este momento de vivir por el Espíritu de Dios y dejar a un lado los deseos engañosos de nuestro cuerpo.
“En cambio, el Espíritu de Dios nos hace amar a los demás, estar siempre alegres y vivir en paz con todos. Nos hace ser pacientes y amables, y tratar bien a los demás, tener confianza en Dios, ser humildes, y saber controlar nuestros malos deseos. No hay ley que esté en contra de todo esto. Y los que somos de Jesucristo ya hemos hecho morir en su cruz nuestro egoísmo y nuestros malos deseos. Si el Espíritu ha cambiado nuestra manera de vivir, debemos obedecerlo en todo. No seamos orgullosos, ni provoquemos el enojo y la envidia de los demás por creernos mejores que ellos. Gálatas 5:22-26 (Traducción Lenguaje Actual).
¡No tengamos consideración con el pecado!
Autora: Marisela Ocampo Otálvaro
Escrito para www.destellodesugloria.org